La vivencia del alzheimer, enfermedad que afectó a su padre durante seis años, está en el germen de la primera novela de Maite Esparza Nieva, El verano que aprendí a disparar (Ediciones Eunate). La escritora, comunicadora y guionista navarra ha presentado su libro recientemente en Bilbao y Estella, este jueves 20 de marzo lo hace en Iruñea y el 5 de abril en Barcelona, escenario junto con Navarra de esta historia que aborda con humor, crudeza y ternura temas como el abuso infantil, la violencia contra las mujeres o la convivencia con el alzheimer.

¿Cuál fue el motor de este libro? Tengo entendido que el origen está ligado a una vivencia autobiográfica.

Sí, absolutamente. El arranque no fue el planteamiento de voy a pasar de la extensión del relato a algo más ambicioso como una novela, sino que yo empecé a escribir como algo curativo del alzheimer de mi padre, ya fallecido y quien padeció la enfermedad durante unos diez años. Volcar en la escritura lo que me ocurría, ponerle nombre, sacarlo de mí, fue sanador, me llevó a hacer limpieza personal y a tomar distancia respecto a un proceso que me estaba resultando muy duro. Después de escribir aquello me apetecía hacer una novela, hacer ficción, y creí que era una buena idea utilizar ese material sobre la vivencia con mi padre y el alzheimer para sumárselo a la protagonista de la novela.

Es una novela iniciática, de las primeras veces de su protagonista, Diana, desde su infancia hasta que cumple los 40 años. Una infancia marcada por episodios terribles, se visibiliza aquí el abuso infantil, un tema que ha permanecido oculto durante mucho tiempo y sobre el que es necesario arrojar luz...

Sí, y sigue siendo un tabú en buena medida. Claro, la infancia en general, para quienes tenemos la suerte de disfrutarla con amor y cariño, fuera de conflictos bélicos y de campos de refugiados, es decir, para esta sociedad privilegiada en la que vivimos, suele estar llena de buenos recuerdos, también porque la memoria hace ese papel de autoprotección y suele blindarnos de los recuerdos menos positivos, o de lo que nos ha hecho más daño. Sin espoilear demasiado esta novela, la protagonista tiene una infancia fantástica, tiene sus veranos en el pueblo, vive esas aventurillas que se tienen con ocho, diez o doce años en un espacio libre, y más aún en los años 80, pero también se encuentra con el reverso tenebroso de la realidad, con el abuso infantil, que ocurre muy a menudo, y además en un entorno muy cercano, en el entorno de la confianza.

La violencia contra las mujeres también está presente en El verano que aprendí a disparar. Y la falta de referentes con la que crecemos tantas mujeres.

Absolutamente. De hecho, todas las circunstancias y situaciones con las que se encuentra la protagonsita son situaciones que vivimos en nuestra vida real. La base real es muy consistente. La protagonista, Diana, se rebela porque a ella le cuesta encontrar su rol en una época en que estaban los roles muy definidos según si eras niño o niña. Y ella se da cuenta de que muchas de sus reacciones, cómo se enfrenta a los momentos de conflicto, las peleas..., lo hace como si fuera un chico en los 80. Le provoca mucha rebeldía interior darse cuenta desde muy pequeña de que siendo mujer siempre pierdes más. En un conflicto cuerpo a cuerpo o en el tipo de violencia que pueden ejercer sobre ti, si eres mujer siempre hay un extra, porque la violencia sexual es un extra que a los hombres no les toca sufrir. Ella no quiere ser una víctima, prefiere rebelarse, pelearse con puñetazos si hace falta. Quiere pelear como un hombre.

“Volcar en la escritura la vivencia con mi padre y el alzheimer fue sanador, me llevó a hacer una limpieza personal y a tomar distancia”

En esta historia hace un homenaje al universo femenino de esa generación que tuvo que renunciar a su realización personal por volcarse sobre todo en los cuidados...

Sí. Dentro de las fases autobiográficas que hay en esta historia, esa madre tiene mucho de mi madre y ese padre de Diana tiene mucho también de mi padre. Y es que hubo muchas mujeres que, teniendo la capacidad y la inteligencia, no pudieron ir, no ya a la universidad, sino ni siquiera a un instituto. Se limitaban a acudir a la escuela del pueblo, con suerte a la EGB, y ahí terminaba todo. Cuando eran personas que podían haber sacado adelante negocios, gestionado hospitales y presidido empresas si hubiesen tenido la oportunidad... La generación que nació en los años 30, 40 e incluso 50 ha vivido con un nivel de frustración muy elevado. Porque por el hecho de haber nacido mujeres no pudieron desarrollar carreras que habrían sido prometedoras.

Diana es una resistente, y ejemplifica ese poder y esa fuerza que todas tenemos dentro y que aflora con las adversidades de la vida...

Sin duda. En los momentos más complejos de la existencia es cuando realmente encontramos nuestra medida y descubrimos cómo somos de verdad. Quería mostrar a una mujer que es luchadora pero de modo orgánico, de manera natural; no porque se imponga o porque ahora haya una tendencia de mujeres empoderadas, evidentemente, sino porque creo que ese es el motor de la mujer que nos define muy bien, esa resistencia y el tirar hacia adelante en situaciones muy complejas, eso es natural en nosotras. Y el generar equipo y un entorno cálido, amoroso y cuidador, porque eso también lo llevamos dentro, para quienes nos acompañan en lo profesional o lo personal.

¿Cuál ha sido el mayor reto en la construcción de esta novela?

Yo diría que tratar de dar un sentido al camino que lleva la protagonista, viniendo de la infancia de la que viene, que es muy luminosa y divertida en muchos casos pero también tiene una base oscura. Es decir, que fuera creíble la evolución personal que tiene en las distintas circunstancias a las que se enfrenta hasta llegar a los 40 años, en que tienes ya una adultez, tienes que tomar decisiones, en este caso sobre un padre que necesita cuidados.

“El humor nos salva de muchas cosas, ayuda en situaciones adversas; no elimina el drama pero lo lleva a otro lugar emocional”

Ha recurrido al humor como herramienta necesaria en esta historia.

Sí, ha sido muy importante mantenerlo en la medida de lo posible. El humor nos salva de muchas cosas. A todas las personas nos toca enfrentarnos a situaciones adversas que lastran, y el sentido del humor ayuda a sobrellevarlas de una manera mucho más amable. No elimina el drama pero lo lleva a otro lugar emocional.

Después de su vivencia con el alzheimer, ¿qué diría que nos hace falta como sociedad para mejorar en cuanto a la vivencia con esta enfermedad?

Creo que necesitaríamos comprender mejor, que no es sencillo, las situaciones que atraviesan las personas ciudadoras; porque esta es una experiencia, del mismo modo que puede serlo un parto, que si no la vives no puedes conocer todas sus dimensiones. El alzheimer y otras demencias son enfermedades muy poliédricas, afectan a lo íntimo, a lo emocional, a lo psicológico, a lo económico también, y no se llegan a comprender si tú no las vives. Se necesita apoyo social, apoyo en el trabajo, para conciliar, y económico también, porque no todas las personas pueden dedicarse en cuerpo y alma a cuidar de ese ser quierido. El apoyo económico de los gobiernos existe pero se queda muy corto.

Dice que su novela puede provocar “pequeños seísmos y algún terremoto”, ¿en qué sentido?

Me refiero sobre todo a cuestiones que se guardan muy en la esfera de lo íntimo, como los abusos infantiles, violencias de género más secretas o perversas porque son subterráneas y silenciosas... Hay personas que no se dan cuenta de lo que están viviendo hasta que no se ven reflejadas en un espejo. Y este libro puede funcionar como espejo de esas situaciones.

Hay esperanza en su novela, ¿es optimista en cuanto a la deriva de las problemáticas que aborda?

Hay esperanza en el sentido de que la protagonista siempre tiene ese empuje y cree que todo es susceptible de mejorar. Conforme te vas haciendo mayor te vas haciendo cada vez más fuerte, y eso es una pequeña conquista. Llegarán más adversidades, pero tú ya eres otra. Ya te has construido de otra manera y tienes otra capacidad para afrontar lo que venga con otro cuajo y otra actitud, con otra alegría vital.

Portada de la novela. Cedida

Título: El verano que aprendí a disparar

Autora: Maite Esparza Nieva

Editorial: Ediciones Eunate

Páginas: 304

Precio: 20,90 euros