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Iñaki ArdanazActor

"'Los aitas' es una comedia con pellizco"

El actor agoizko da vida a un padre ochentero en la nueva película de Borja Cobeaga, que también protagonizan Juan Diego Botto, Quim Gutiérrez y Mikel Losada

"'Los aitas' es una comedia con pellizco"Mesala Films

Iñaki Ardanaz (Aoiz / Agoitz) es Néstor en la nueva comedia dramática del director donostiarra. Un emprendedor de Sestao que es despedido durante la reconversión industrial y al que se le ocurre abrir un videoclub. Sus amigos y familia no lo entienden, pero él tiene claro que el negocio triunfará. Y, como padre de los 80, ha asumido que la crianza y cuidado de sus hijos le corresponde a su mujer, por eso no entiende que tenga que acompañarles a un campeonato de gimnasia rítmica en Alemania. Sus vecinos, tampoco, pero, aunque intentan librarse, no les queda más remedio que subirse al autobús que les llevará a Berlín en noviembre de 1989, cuando el muro está cayendo empujado por la ciudadanía. Ese viaje cambiará sus vidas.

¿Cómo vive los momentos previos a entregar su trabajo al público?

Con expectación, con nervios por ver cómo acogerá la película y con ganas de empezar a recibir el feedback.

¿Cómo definiría la película? 

Diría que es una comedia con pellizco. O, como dice Borja Cobeaga, una comedia tierna. Es comedia, pero no de carcajada. Contiene muchos gags, pero no uno detrás de otro, ya que también tiene un trasfondo social muy importante y una especie de homenaje a nuestros padres, que lo hicieron un poco como pudieron en aquella época.

¿Hacer esta película le ha hecho pensar en su aita?

Sí. Coincide que aquí se dio una circunstancia especial. Estaba haciendo de padre de Juan Diego Botto en la serieNo me gusta conducir, de Cobeaga, cuando falleció mi padre. Fue un palo bastante gordo, y, dos años más tarde, Borja me ofreció hacer esta película, en la cual mi referente absoluto es mi padre. Claro, todo esto me ha removido muchas cosas, me ha hecho verlo todo con mucho cariño y para mí también es una especie de homenaje hacia él.

Como dice, esos aitas de los 80 hicieron lo que pudieron con las herramientas que tenían, y, de hecho, en la película se ve esa tremenda desigualdad entre las madres y los padres, que no creen que cuidar sea tarea suya. 

Sí, la película me ha servido mucho para no juzgar la manera en la que lo hicieron. Gracias a ella y a mi día a día, he comprendido que, aunque me implico con todo el cariño del mundo en la educación de mis hijos, soy consciente de que no llego a los lugares que sí alcanza mi pareja, y no porque no lo intente, sino porque creo que todavía hay mucho que hacer. Seguramente, el día de mañana, a nuestros hijos les pasará como a nosotros y les sabrá a poco lo que estamos haciendo hoy. Pero, a la vez, espero que, como yo, tengan clarísimo que lo hicimos con todo el cariño del mundo y con los recursos de que dispusimos. 

Como actor, se ha implicado en varios proyectos que abordan esa desigualdad en la pareja. Casos de los cortos ‘La loca y el feminista’ y ‘No me da la vida’. ¿Es un tema que le interesa especialmente?

Claro. Creo que nos queda mucho camino por recorrer todavía, pero sí que veo una intención colectiva por intentar implicarnos al 100% en los cuidados y en la educación de nuestros hijos y en las tareas del hogar.

Su personaje es algo diferente a sus compañeros, ya que, tras ser despedido, ha decidido no quedarse en casa o en el bar y montar un negocio propio.

Sí, a diferencia de ellos, él es un visionario. Cree que el futuro está en el VHS y decide montar su empresa, un videoclub. Los demás quizá no tienen esas armas o no saben cómo desenvolverse y se quedan mucho más paralizados; sin embargo, yo (Néstor) sí que tengo iniciativa, aunque, a priori, no está saliendo bien. Mis amigos cercanos no quieren unirse al proyecto, y otros que parece que sí, me dejan tirado en el último momento. De todos modos, tener eso esperando es lo que hace también que tenga más ganas de volver que los demás.

Néstor también está sometido a algo que es muy de aquella época, y es que le incomoda que su hijo no sea el típico niño masculino que juega a fútbol. 

La masculinidad de mi personaje es la típica de la época, aunque a él tampoco le gustaba jugar a fútbol. Por eso se ve afectado especialmente por la mirada del padre Arrupe (Ramón Barea), que es quien le hizo la vida imposible desde pequeño, dándole más collejas que a los demás, y que todavía defiende que su educación era la buena y no la nuestra. Y, claro, cada vez que su hijo hace algo diferente a lo que se supone que debe hacer un niño, ve que Arrupe se lo recrimina con la mirada, hasta que llega un momento en que no puede más y explota.

Al principio de la pelñicula, el grupo empieza muy dividido, pero a lo largo de su periplo se va cohesionando. ¿Ocurrió lo mismo en la vida real con el equipo? 

Bueno, la película la grabamos según las localizaciones, pero sí es verdad que intentamos reforzarnos con lo mismo que estábamos creando en el momento. Aunque luego, como no rodamos en orden cronológico, había veces que, a la hora de rodar las escenas del inicio, teníamos que quitar eso que habíamos creado en la vida real para que se viera que los personajes todavía no llevaban ni esas horas de viaje ni se habían reconciliado, por ejemplo, con el personaje de Juanma (Botto).

"Fue la experiencia de ver a Juan Diego Botto trabajar en 'Silencio roto' la que me hizo querer ser actor"

No es la primera vez que trabaja con Cobeaga, ¿cómo es el director en el set?

Tiene las cosas clarísimas, cosa que es un placer. En una situación como esta, en la que tenemos que estar todos grabando dentro de un autobús en el mes de julio y de agosto, con muchísimo calor, que él lo tenga tan claro y vaya directamente a los planos que sabe que va a necesitar según lo que quiere montar es un gusto. Consigue que vayamos al grano y no perdamos el tiempo haciendo la secuencia entera una y otra vez. Y nos evitamos sudores, y tener que estar retocándonos y peinándonos continuamente. Lo hace todo fácil y lo vive todo desde el humor, igual que sus guiones. Es graciosísimo y nos hemos reído muchísimo con él.

Ahora que habla de maquillaje, menuda pinta lleva en la película.

(Ríe) La propuesta de maquillaje y peluquería me encantó desde el minuto uno. Y, en el tema de vestuario, Arantxa Ezquerro también dio en el clavo, y ya no sólo aportándonos la ropa, sino proporcionándonos información de los personajes a través de las prendas. Ninguno de los cuatro actores habíamos vivido algo así antes y nos pareció espectacular. 

Hace unos días, Cobeaga dijo que era muy afortunado porque a lo largo de su carrera no le ha tocado trabajar con ningún actor pedorro. ¿A Iñaki Ardanaz le ha tocado?

(Ríe) Así, a priori, no. Para las cosas que se suelen oír, la verdad es que creo que he tenido suerte de trabajar con gente sensata, humilde que se dedica a la tarea y a dejarse de las tonterías que a veces pueden surgir por una idolatría que te pone en ciertos lugares.

Trayectoria de un actor todoterreno

A los 18 años, Iñaki Ardanaz se trasladó a Madrid para estudiar la Escuela de Cristina Rota. En 2008 protagonizó el cortoComo conocí a tu padre, de Álex Montoya, que obtuvo la mención especial del jurado en el Festival de Sundance, entre otros muchos premios estatales e internacionales. Gracias a este trabajo, le surgió su primera oportunidad en televisión con El asesinato de Carrero Blanco, de Miguel Bardem. Debutó en el cine en 2013 con La herida, de Fernando Franco, y, al año siguiente, encarnó a un miembro del GAL en la película dirigida por Pablo Malo Lasa y Zabala, estrenada en el Festival de San Sebastián. Desde entonces ha interpretado numerosos papeles en la gran pantalla –Ane, de David Pérez Sañudo; Ana de día, de Andrea Jaurrieta; oTiempo después, de José Luis Cuerda–. Recientemente, ha rodado la película danesa Camino, dirigida por Birgitte Stæermose.

Ha trabajado en montajes teatrales como Los miércoles no existen, Animales de compañía, Una pareja cualquiera, En la azotea o Tu regalo y en series como El fin de la comedia, El partido y Vergüenza, entre otras. También ha intervenido en ficciones como La línea invisible, Paraíso o La víctima número ocho.

A varios de los actores ya les conocía. ¿Eso ha facilitado las cosas?

Sí. Por ejemplo, con Mikel había trabajado en Ane, y también habíamos coincidido porque trabajó con mi chica. Además, tenemos caracteres parecidos y es como si fuera de mi cuadrilla. Tengo la sensación de conocerlo de siempre y de que he hecho un amigo para toda la vida. A Juan lo conocía por haber coincidido con él en la serie, pero ahora hemos intimado más. Y la admiración que siento por Ramón y por Quim ha hecho que todo haya fluido mucho más.

De hecho, estudió en la Escuela de Cristina Rota y ha actuado en su Sala Mirador, ¿no coincidió entonces con Juan Diego Botto?

Lo veíamos a veces por el patio y ahora hemos tenido ocasión de hablar de la escuela, de los procesos que sigue su madre y nos hemos acercado más. Tenemos muchos amigos en común, y además, se da la circunstancia de que, antes de entrar en la Escuela de Cristina Rota, ya le admiraba porque tuve la ocasión de verle trabajar en Silencio roto, que Montxo Armendáriz rodó alrededor de Aoiz. Y fue esa experiencia la que me hizo querer ser actor. Una chica del pueblo, Nekane Etxarte, trabajaba en la producción de la película y, como sabía que me gustaba mucho el cine, me animó a apuntarme de figurante para ver un rodaje por dentro. Después, en Aoiz se recuperó el grupo de teatro Irati Antzerki Taldea y ahí ya probé a actuar con una obra en la que también estaba mi madre, que durante mucho tiempo tiró del teatro en el pueblo. Y en ese momento me convencí de que quería irme a estudiar interpretación en Madrid.

“La película también es un homenaje a nuestros padres, que lo hicieron lo mejor que pudieron con los recursos de que dispusieron”

Hace años que vive en Madrid, ¿mantiene el vínculo con Aoiz?

Sí, sí, un montón. Voy siempre que puedo y, de hecho, siempre que puedo voy. Además, tengo en casa a mis dos hijos que me lo recuerdan. Están enganchadísimos a las fiestas de Aoiz. Intento llevarles a los iñauteris, pero no solo del pueblo, sino también de Lantz o de Altsasu. 

Hace cine y televisión, drama y comedia, pero si hay una constante en su trayectoria es el teatro. ¿Es una necesidad pisar el escenario?

El viaje que sientes al estar encima del escenario, sin interrupciones, hace que la magia sea mayor. Es verdad que las historias me llegan siempre más a través del cine, pero ver a compañeros haciendo teatro me emociona más que cualquier película.