Juan Diego Botto (Buenos Aires, 1975) atendió a este periódico el pasado miércoles, 4 de diciembre, tras finalizar la jornada de rodaje de El Centro (Movistar+), serie que profundiza en las interioridades de los agentes del CNI, en la que comparte protagonismo con Tristán Ulloa. Vinculado a Navarra desde hace años por sus trabajos con Montxo Armendáriz y por la buena respuesta a sus propuestas escénicas, el dramaturgo, actor y director siente que, hoy, el optimismo es una forma de resistencia.

¿Cómo está, largo día de trabajo, no? 

–Sí, estoy saliendo ahora del rodaje. 

Una historia sobre espías... ¿Suena a caramelo para cualquier actor, ya que estos son personajes que, por la esencia de su trabajo, siempre llevan máscara? 

–Pues sí. Es un personaje que siempre está ocultando algo, fingiendo, con algo que investigar o que ver en los demás. La historia está muy bien y estamos disfrutando mucho.

Este fin de semana vuelve al Gayarre, donde hace poco pudimos ver ‘14.4’, la historia de Ahmed Yonoussi de la que Juan Diego Botto es autor y Sergio Peris-Mencheta, director. Y después del tremendo éxito que tuvieron todas las funciones de ‘Una noche sin luna’. Sin duda, el público navarro le quiere y parece un sentimiento recíproco. 

–Sin duda. Siempre es muy bonito ir al Gayarre. Es un teatro que tiene mucha tradición y al que le tengo un cariño especial. Las veces que estuvimos allí con Una noche sin luna fueron muy bien y vivimos unas experiencias estupendas. Creo que 14.4 también fue muy bien recibida por el público navarro, así que tengo muchas ganas de ir con este recital. Disfrutamos mucho leyendo los versos y diciendo las palabras de Walt Whitman.

"Hay una intelectualidad, un culto al conocimiento, que late fuerte en Estados Unidos"

Tengo entendido que esta propuesta nació de la música que compuso Alejandro Pelayo. 

–Sí. Originalmente, nació hace unos años, cuando, coincidiendo con un aniversario de Whitman, a Alejandro le hicieron un encargo para un festival de música sacra y, después, un especial sobre la música de la época del poeta. Él empezó a investigar y compuso algunas piezas, pero sintió que quedaba raro hacer un homenaje a Whitman sin su palabra, así que nos propuso incluir algunos poemas y aquello fue creciendo, creciendo hasta el espectáculo que es hoy.

Producir teatro hoy en día, bueno, y siempre, es arriesgado, ¿qué tiene que tener un proyecto para que desde La Rota Producciones se decidan a ponerlo en pie?

–Lo primero que miramos es que sea algo que nos guste y emocione. Al principio, atendemos a una sensación intangible y subjetiva de ‘esto me atrae’, ‘me gusta’, y después ya empezamos a racionalizar y a tratar de ver si el texto aporta algo, si contiene alguna reflexión pertinente para el mundo en el que vivimos o sobre los secretos del corazón. Desde luego, eso es lo que latía detrás de Una noche sin luna. Siempre pensé que no tenía mucho sentido hacer un espectáculo sobre Lorca por el mero aspecto arqueológico de rescatar su figura, sino porque ese espectáculo conversaba con la actualidad. 

¿Y en el caso de Whitman?

–Pasa lo mismo. Creo que recordar a Whitman por el placer de recitar sus poemas está bien, pero no tendría sentido si no pensáramos que traer sus palabras y sus reflexiones pueden aportar algo sobre nuestro presente. En Estados Unidos, Whitman está considerado el poeta de la democracia. Sin duda, fue un escritor muy comprometido con su tiempo y que vivió muy intensamente los cambios que se produjeron a mediados y finales del siglo XIX y que tenían que ver con la esclavitud y con aceptar la democracia como un sistema en el que todos, vengamos de donde vengamos, tenemos voz. 

Pero es mucho más que eso, tanto en forma como en fondo.

–Claro. También es el poeta de la sensualidad, del amor y de la tolerancia. Un tipo que hablaba abiertamente de su bisexualidad no era nada común en esa época. Además, hay que tener en cuenta que murió en 1892, el mismo año en que se inauguró Ellis Island, en Nueva York, un lugar que se convirtió en símbolo de la acogida de inmigrantes en Estados Unidos. Y este tema también está muy presente en su trabajo. Por todo esto, sentíamos que aunaba una serie de valores por los que merecía la pena traerlo a la actualidad. 

La inmigración también está muy presente en los trabajos de Juan Diego Botto.

–No en vano soy hijo del exilio y es algo que conozco de cerca, y sí, son varias las piezas en las que me he acercado al tema. La primera vez que colaboré con Sergio Peris-Mencheta fue con Un trozo invisible de este mundo, un texto que yo había escrito sobre el exilio y la inmigración. Después, el año pasado escribimos 14.4, que también hablaba de esta cuestión, en este caso ya desde el punto de vista de un niño que vino a España no acompañado, con el valor añadido de que el protagonista, Ahmed, es aquel niño y está contando su propia historia. Supongo que cada uno tiene sus obsesiones y, claramente, esta es una de las mías.

En el caso de Whitman, reconozco que yo lo descubrí con ‘El club de los poetas muertos’...

–Yo también.

¿Qué tiene para que desde la aparente sencillez de sus palabras provoque exaltación y una sensación casi épica?

–Tú lo has dicho muy bien, una de los aspectos más increíbles de su trabajo reside en la sencillez de sus palabras, en las que refleja la épica de las pequeñas cosas. Él hace poemas en los que admira cómo pasa el aire por los pulmones o sobre lo bello que es tener un amigo cerca. Elogia la sencillez y el goce de estar vivo, y, escribe, por ejemplo, que el movimiento de su mano es más profundo o más complejo que todas las máquinas... Se regocija en la épica de lo cotidiano y se niega a caer en el silencio, que es el peor de todos los pecados, dice. Defiende que la sociedad de hoy somos nosotros, los poetas vivos, y nuestra palabra importa, todos podemos contribuir a cambiar el mundo desde la enorme sencillez de la escritura. Y creo que eso es algo que está muy vigente. De hecho, hay funciones en las que después hablamos con el público y mucha gente se asombra de que sea un poeta de finales del XIX porque parece muy contemporáneo.

Influyó mucho en escritores posteriores.

–Es muy difícil recorrer la poesía de Lorca, Poeta en Nueva York, por ejemplo, y no ver claras referencias a Walt Whitman. Por el verso libre, por las aliteraciones...

Y, del mismo modo que él se dirige a quien lee con ese ‘tú, lector’, ¿también Juan Diego Botto, Nur Levi y Alejandro Pelayo se dirigen al público?

–Sí, sí, hablamos con el público. Al ser un recital de poemas, tratamos de romper esa seriedad que aparentemente tiene este formato y establecemos una conversación con los espectadores, de manera que sientan que les están hablando a ellos, interpelándoles directamente.

Llama la atención que, dentro de la cantidad de significados y compromisos que manifiesta en sus versos, Whitman sea un poeta vital y muy positivo. ¿Es el optimismo resistencia de entonces y de hoy en día?

–Yo creo que es imprescindible. Aunque entiendo que en estos momentos es un gesto muy difícil, hay que buscar espacios de optimismo. Estoy de acuerdo en que Whitman es un poeta muy optimista. Tiene una enorme fe en el ser humano y en su capacidad de construir cosas bellas y positivas. Como decía al principio de la conversación, es el poeta de la democracia, un hombre que cree en la contribución de todos y de todas al bien común. Ese es un lugar que últimamente siento como necesario. En estos tiempos en los que la realidad se nos presenta muy hostil, en los que las utopías están muy dañadas y cuesta sostener la confianza en lo colectivo, es más fácil replegarse. Sin embargo, creo que en los momentos de ‘sálvese quien pueda’ merece la pena apelar a lo común y al optimismo.

Botto (de espaldas, Alejandro Pelayo), durante el recital. Roberto Ranero

Hay mucha gente que ya empieza a defender que hay que atacar a la ultraderecha con sus mismas armas; a saber: desinformación, bulos, mentiras, insultos... ¿Esa opción tiene posibilidades de éxito?

–Bueno, creo que hay valor en aferrarse a los principios éticos y morales y en marcar las diferencias desde ahí. No hay que caer en los mismos ejercicios de hipocresía y de agresividad. Hay quien puede leer la defensa de los principios como una debilidad, pero yo pienso que, a la larga, es una fortaleza. Apelar al bien común y a la colectividad como motor de cambios y, aunque pueda sonar cursi, a la belleza y a la sensualidad es lo que al final va a marcar la diferencia frente a los bulos, al fascismo y al individualismo de la extrema derecha.  

También es reconfortante que desde Estados Unidos nos llegue esta belleza de Whitman y no lo que percibimos a diario desde hace un tiempo.

–Sí, no deja de ser simbólico que, en su momento, intentaran prohibir que Hojas de Hierba llegara a las librerías, a las academias, a las escuelas, y que, de vez en cuando, vuelva a reaparecer la voluntad de censurarlo por inmoral, perverso o pervertido. Para mí, es un ejemplo de lo mejor de ese país, no solo de su literatura, sino de su humanidad.

Está bien recordar que allí hay más cosas que Trump y Musk. Whitman, Thoreau, Steinbeck, Miller...

–Sin duda. Su literatura es inagotable, con grandes escritores y escritoras que han aportado tanto a la humanidad. Siempre es un buen momento para revisitar su obra. Además de los que has comentado, se me viene a la cabeza Richard Ford, que es un fantástico escritor. También es una maravilla leer a Faulkner, a Steinbeck y al propio Whitman, y a teóricas como Angela Davis. Hay una intelectualidad, un culto al conocimiento, que late fuerte en Estados Unidos.

"En estos tiempos de 'sálvese quien pueda', merece la pena apelar a lo común y al optimismo"

En su caso, en estos momentos combina los rodajes para cine y televisión con el teatro. Cuando hablo con actores y actrices, me suelen contar que las tablas son su espacio de libertad. ¿Qué significan para Juan Diego Botto?

–El teatro es un espacio de libertad y de alimento para el alma. El fin de semana pasado estaba muy cansado. Había rodado de lunes a viernes, el sábado por la mañana teníamos que coger un tren para hacer este recital de Whitman y pensé ‘qué necesidad tengo yo de irme ahora con lo cansado que estoy’. Pero luego llegas, subes al escenario y ves a un montón de gente esperando a que empiece... Lo digo con total honestidad: no deja de sorprenderme que se llene un teatro para escuchar poesía. Es absolutamente asombroso. Y, en esos momentos, siento que es mucho más lo que recibo que lo que doy. Ese encuentro que se genera con los espectadores, esa sensación de que estamos juntos en esto, de que no estamos solos y de que somos más de los que pensamos es incomparable. Como actor, compartir ese momento de riqueza con los espectadores y contar algo que te gusta, que estás convencido de que merece la pena decir, te mantiene vivo. 

‘Sobre las Hojas de Hierba’ le ha permitido, además, trabajar con su hermana pequeña, Nur Levi, por primera vez.

–¡Sí! De hecho, en este espectáculo somos una PyME familiar porque la obra la producimos nosotros y estoy en el escenario con mi hermana y el que toca el piano es mi cuñado... Está resultando muy placentero también porque encontrarte con la familia en espacios diferentes a los habituales –una cena familiar o en la Sala Mirador– genera otras conversaciones, y eso es muy rico. Está siendo un viaje muy bonito.

En corto

  • La obra. ‘Sobre las Hojas de Hierba. Un homenaje a Walt Whitman’. 
  • Dirección. Juan Diego Botto y Alejandro Pelayo. 
  • Interpretación. Juan Diego Botto, Nur Levi y Alejandro Pelayo.
  • Música. Alejandro pelayo.
  • Producción. La Rota Producciones.
  • Funciones. Hoy (20.00 horas) y mañana (18.00 horas) en el Teatro Gayarre.

Whitman

  • El viaje de una vida. La primera edición de Hojas de Hierba salió en 1855, pero Whitman siguió escribiendo poemas y completando el volumen hasta 1891, poco antes de su muerte.