“Despliega ampliamente todos los rasgos que hacen de él uno de los mejores escritores de su generación; a saber, una prosa exquisita, medida cadenciosa, y una mirada poética sobre las gentes, el paisaje y la cultura”. Así definió la Asociación de Librerías de Navarra El tiempo de los lirios (Periférica), ganador del premio que concede con carácter anual (modalidad castellano). A lo largo de sus páginas, Vicente Valero recorre la Umbría con el afán de reconstruir el camino de San Francisco de Asís y el sentido que le llevó a elegir, con absoluta “radicalidad”, la pobreza, el amor y el servicio a los demás. Y lo hace acompañado de lecturas y obras de arte de creadores y creadoras que siguieron sus pasos antes que él.

¿Cómo recibió el Premio de las Librerías de Navarra al mejor libro en castellano de 2024?

–Me hizo mucha ilusión. Los libreros siempre han tratado muy bien mis libros y sé que muchos los leen con cariño. La verdad es que tengo una muy buena relación con ese mundo, que es decisivo para este tipo de literatura menos convencional en cuanto a su forma y a su género.

Durante el anuncio de estos galardones, las libreras y los libreros comentaron que el objetivo último es darles otra oportunidad a títulos que merecen la pena, pero que han pasado desapercibidos frente a la cantidad de novedades que reciben. 

–Sí, mis libros intentan ser lo menos convencionales posibles y, en ese sentido, es más difícil para ellos abrirse camino en el mercado y en las librerías.

En España no se suele hablar mucho de libros, pero llevamos un par de semanas en las que, incluso quien no lee habitualmente, está opinando sobre uno, ‘El odio’, de Luisge Martín, pidiendo que se censure o se secuestre, ¿qué opinión tiene la respecto?

–Para empezar habría que poder leer el libro, pero, aun así, leyéndolo solo podríamos juzgar la oportunidad o no de haberlo escrito, no el hecho de publicarlo. Obviamente, un escritor debe querer publicar lo que escribe, y una editorial también. Para mí, el debate está en si es oportuno o no escribirlo, pero, como no lo he leído, tampoco puedo decir nada sobre esto. 

Vamos con ‘El tiempo de los lirios’. Comienza el relato con una cita del evangelista Mateo (26:50; ¿A qué vienes, amigo?) que narra el episodio de la traición de Judas. ¿Por qué?

–De alguna forma, es la pregunta que se le puede hacer al viajero, sobre todo al que ha hecho este viaje. La cita está en la primera página, pero es lo último que escribí porque un viaje siempre es un poco transformador, no sabes lo que te espera, tienes algunas cosas que has previsto y que has preparado, pero después te sorprenden otras nuevas. Y, además, en este caso aparece esa figura tan perturbadora de San Francisco. De un modo, es una cita que me apela a mí mismo como diciéndome ‘¿a qué has venido? ¿qué es esto? ¿qué has hecho?’ Creo que esta frase se le puede aplicar a cualquier viajero.

"El mensaje de San Francisco es perturbador, y más para nosotros y nuestro mundo, donde la pobreza voluntaria resulta incomprensible”

El título del libro se refiere a ese período del siglo XIII en la que parecía que venía una era de paz y de justicia, con una Iglesia renovada y el mundo organizado en pequeñas comunidades contemplativas. ¿Es eso posible o es una utopía a la que tenemos que seguir esperando? 

–Desde luego, es una utopía, aunque en aquel tiempo esas ideas aun no se llamaban utopía, sino milenarismo. La idea de que en un momento determinado iba a empezar un mundo nuevo que iba a ser completamente distinto, y, por lo tanto, iba a ser positivo, espiritual y bueno, coincidió no tanto con San Francisco sino más bien con sus primeros discípulos, algunos de los cuales vivieron dentro de esa órbita milenarista que no venía directamente del propio San Francisco, sino más bien de otros ámbitos espirituales de la época.

Antes ha comentado que San Francisco es una figura perturbadora. ¿En qué sentido?

–Es perturbadora por lo que conocemos de él. Representa la pureza y la radicalidad, no podemos disimularlo. Es decir, es un fanático de la pobreza, podríamos decir nos invita a ser más austeros o más sobrios, pero no es verdad, porque nos dice que debemos ser pobres voluntariamente. Lógicamente, ese mensaje es perturbador, y más para nosotros y nuestro mundo, donde la pobreza voluntaria resulta incomprensible.

Al principio, hace una comparativa entre Francisco de Asís y Alonso Quijano, como diciendo que el santo es algo así como un loco que delira y que hace cosas que incluso van en contra de su propio origen. 

–Por supuesto. Existe algo quijotesco en él mucho antes de que siquiera existiera el Quijote. De alguna forma, San Francisco también luchó contra molinos de viento y no solo resultaba perturbador para los demás, sino que también había algo perturbado en sus ideas y en su manera de proceder. Chesterton dice que lo fascinante de él es que hacía lo inesperado. Cuando uno lee las biografías que escribieron en su época, incluso la escrita por Tomás de Celano, que lo conoció, uno ve ahí claramente que sus reacciones eran siempre inesperadas. Vivió en un mundo convencional y se desenvolvió en él haciendo y diciendo cosas que nadie esperaba; esa fue su gran revolución.

Portada del libro premiado. Editorial Periférica

Este es un viaje físico, pero también un recorrido en el tiempo. Acaba de mencionar a Chesterton, y en el libro se va encontrando, asimismo, con otros escritores como Goethe, Lord Byron, Montaigne, Simone Weil, Saramago, y con músicos como Liszt y cineastas como Pasolini. Todos ellos quisieron seguir la ruta de Francisco de Asís. ¿Hasta qué punto es necesario asomarnos a otras épocas y recoger esas experiencias pasadas, plasmadas en textos y obras, para inclinarnos hacia el futuro mejor pertrechados?

–Leer un paisaje como la Umbría de dos maneras totalmente diferentes y perfectamente compatibles. Observando y contemplando y a través de cómo lo vieron otros. Cómo lo describieron, que les inspiró... En este viaje he intentado ir acompañado por esos libros, por esos autores, esos pintores, esos artistas. Hay que tener en cuenta que el arte cambió radicalmente después de él. Justo entonces, la pintura occidental, que todavía era de corte bizantino, dejó de serlo y San Francisco se convirtió en protagonista, hasta el punto de que es la tercera figura más representada en el arte después de Jesucristo y de la Virgen. Hace dos años se expusieron en la National Gallery de Londres un buen número de cuadros sobre él de diferentes pintores, desde el Renacimiento hasta hoy, y ahora se acaba de inaugurar en Barcelona una exposición con los San Franciscos de Zurbarán. Esto quiere decir que ha sido una presencia muy importante desde el punto de vista iconográfico, pero también en la literatura. Este último quizá era menos conocido y ahí es donde yo me he encarado con grandes escritores que se acercaron a él, básicamente, para escribir su biografía a su manera. Además, hay una amplia nómina de autores que se vieron inspirados por San Francisco, pero también por la Umbría. Las dos cosas van muy unidas. No puedes salir de la Umbría sin reflexionar sobre San Francisco y no puedes salir de San Francisco sin pensar en el paisaje que de alguna forma lo inspiró y en el que él se movió toda su vida.

Tras su viaje tras el santo y su territorio, Goethe llega a una conclusión, y es que los valores del cristianismo primitivo ya no existen. ¿Se puede aplicar esa idea a lo que sucede hoy?

–Hay muchos estudios, pero no tenemos un acceso cien por cien comprensible a lo que era el cristianismo primitivo. Muchos cristianos lo han visto como una utopía, como algo que hay que recuperar. De hecho, San Francisco representa eso, la idea de que hay que volver a un cristianismo que se ha perdido. Y Goethe, cuando en el siglo XIX visita Italia y está saliendo de la Umbría, también hace esa reflexión sobre cómo el barroco y todo lo que vino después fue endureciendo y casi aplastando esa idea romántica que tenemos del cristianismo primitivo.

"Mis libros intentan ser lo menos convencionales posibles"

En el libro aparecen varios artistas, pero, en particular, hay uno, Giovanni di Pietro ‘Lo Spagna’, que está presente a lo largo de todo el viaje. ¿Qué vínculo siente con él para convertirse casi en otro protagonista?

–Fue un descubrimiento que hice allí mismo. Cuando vas a un lugar que no conoces, siempre resulta muy interesante pensar en las cosas nuevas que te vas a traer. Yo conocía a varios artistas que tenían obra en la Umbría, pero no a este pintor español del que apenas se sabe que vivió en la Umbría dos siglos después de San Francisco, en lo que se llamó el primer renacimiento, y que fue alumno de Perugino. Me provocó curiosidad y empecé a investigar sobre él. Casualmente, aunque originalmente se llamaría Juan, ya que era español, se le conocía como Giovanni di Pietro, igual que San Francisco, que en realidad se llamaba Giovanni di Pietro di Bernardone. Fui siguiendo la estela de este pintor, visitando todas sus obras en las iglesias, a veces remotas y completamente olvidadas, de la región, donde pintó unos frescos estupendos. De algún modo, eso le da al libro otra vertiente, la de la persecución artística.

En ‘El tiempo de los lirios’ hace un ejercicio similar al que hizo en ‘Breviario provenzal’. ¿Son estos periplos también viajes de autodescubrimiento? ¿Qué ha aprendido de sí mismo?

–He aprendido lo que buscaba en estos lugares, es decir, el peso que la naturaleza y la cultura pueden tener en una región o en una persona, en este caso en mí mismo. La búsqueda es la misma, estos dos libros tienen mucha conexión entre sí porque, aunque formalmente sean muy diferentes, comparten un fondo común, y es que son dos lugares que han contribuido extraordinariamente en el progreso del arte, de la cultura, de la literatura y también de la espiritualidad. Provenza y Umbría tienen esas dos cosas en común y en las dos he encontrado cosas que forman parte de mis intereses particulares y que responden a una pregunta: ¿Hasta qué punto arte y naturaleza dialogan y están relacionados?

Parafraseando una de las frases del libro, en la que, a su vez, se refiere a una cita de Stendhal, ¿todas las anécdotas en él contenidas son ciertas, o al menos el autor las cree ciertas? Si no quiere, no responda y dejemos el misterio al lector...

–No, todo es cierto. En la literatura todo es verdad... (Ríe)