“Qué buenos recuerdos me quedan de toda esta vida como reportero gráfico”. Así arranca el texto que preside la exposición retrospectiva de Joxe Lacalle que se puede ver hasta el próximo 27 de abril en el Palacio del Condestable de Pamplona. Organizada con el apoyo de la Asociación Justo de la Cueva Dokumentu eta Artxibo Gunea de Lazkao (Gipuzkoa), la muestra cuelga 61 imágenes elegidas por el fotoperiodista, así como otras 130 en bucle en un monitor habilitado a tal efecto.
“Si tu foto no es suficientemente buena, es porque no estabas lo suficientemente cerca”. Esta frase atribuida a Robert Capa, al que Lacalle admira, era “una gran verdad” en el trabajo diario que desempeñó durante cerca de cuatro décadas en Egin y Egunkaria. Llevar el nombre de estos medios en el chaleco le acarreó más de un susto al fotógrafo, que sufrió insultos, confiscación de carretes, ruptura de cámaras e, incluso, una detención. Y le cargó con un sambenito: “Cuando me veía aparecer en un sitio, mucha gente me decía ‘si estás aquí, es que algo va a pasar”, en referencia a los años de manifestaciones y cargas policiales. “Al final, aquello era muy pesado”, así que, “con esta exposición, podéis ver que trabajé en muchos otros ámbitos”, como paisajes, carnavales, bodas, plenos y comisiones parlamentarias, ruedas de prensa institucionales, etcétera, señala el “fotero”, como le gusta que le llamen.
Así, en la planta baja del civivox del Casco Viejo pamplonés se puede recorrer parte de la historia reciente de la ciudad y de Navarra. “Me ha costado mucho elegir estas 61 fotos, me parecen pocas, podía haber cientos de imágenes más”, señala, y reconoce que no puede escoger ninguna como su favorita, “porque son todas mías”.
Un fondo sobre navarra
Joxe Lacalle (Etxauri, 1951) se trasladó con su familia a Pamplona cuando tenía 15 años. En aquella época, la agitación social era la tónica diaria, lo que influyó en su cultura sociopolítica y en sus propios sentidos, hasta el punto de que el pan horneado de las calles cercanas a su casa quedó “grabado” en su memoria, como él mismo recordaba en una entrevista que le hicieron en 2019.
En un contexto, el de la transición, de “brutal violencia” contra la clase trabajadora y los movimientos sociales, con semanas de lucha obrera, movilizaciones pro amnistía y huelgas generales y por sectores, el fotógrafo, que había empezado a formarse en técnicas de imagen en 1975, usó esa herramienta como “cauce de expresión” de aquella realidad. En 1978 inició su colaboración con Egin y, desde entonces, “su labor se caracterizó por un fotoperiodismo comprometido, documentando con su cámara las luchas y resistencias de Euskal Herria”, explican desde la Asociación Justo de la Cueva.
En su nombre, Zuriñe de la Cueva destaca el valor histórico y social que tienen para Navarra las fotos de Lacalle, “un fotógrafo de aquí”. Además, “son las imágenes de dos medios de comunicación”, de modo que componen el retrato de una época. Esta asociación, que custodia el legado bibliográfico y documental familiar, está ayudando a Lacalle en el proceso de inventariado y registro archivístico de sus fondos, que se compone de 175.000 negativos, 108.000 recuperados de Egin en el año 2000 tras su clausura por orden judicial dos años antes –el periódico era propietario de las imágenes en papel, no de lo plasmado en la película, que es del fotógrafo– y otros 65.000 correspondientes a su época en Egunkaria, donde también trabajó “muy a gusto” hasta su cierre en 2003, dando lugar a Berria.
El fondo se completa con 34.000 fotos digitales, muchas de ellas a color. “Todos los años iba a la Selva de Irati a sacar el otoño y también tengo muchas imágenes de los fuegos artificiales de San Fermín, que con la cámara digital quedaban estupendamente. Hay cosas que tienen que salir a color”, afirma el reportero gráfico, que, a la vez, reconoce que el negativo quedaba “muy bien” en los conciertos. “Ahí el grano era muy especial, ahora tenemos los píxeles, que también están bien”, continúa mientras narra alguna anécdota en eventos musicales en salas con personajes como Evaristo, de La Polla Records.
Donación
Lacalle lamenta no haber podido llegar a la jubilación como fotoperiodista, ya que dada la desaparición de los medios en los que trabajaba, tuvo que volver a la hostelería, como cuando era joven. En cualquier caso, y aunque ahora está lesionado, en los últimos tiempos ha seguido con su pasión con la imagen e, incluso, cuando le regalaron un escáner de negativos inició un trabajo que recientemente ha retomado el colectivo de Lazkao con la intención de “socializar la obra de Joxe”, que la registrará bajo licencia Copyleft no comercial.
El departamento de Paz y Convivencia del Gobierno foral, que ha financiado la exposición que se puede ver en el Condestable, “ha mostrado interés por la etapa de 1978 a 1992”, pero “aun no sabemos adónde irá el fondo”, reconoce la representante de la asociación. De momento, las 50 cajas de negativos que tiene Lacalle en un trastero se han pasado a cajas de conservación y se están digitalizando, sacando hojas de contactos, registrando y documentando, y todo se almacenará en un disco duro con sus metadatos. Parte de esos contenidos están alojados en justodelacueva.org, y ahora está en manos del Ejecutivo foral dar el paso para que el fotógrafo pueda hacer su donación. “Yo solo quiero que esté en las mejores condiciones”, dice.
De momento, quien esté interesado en conocer el trabajo de Joxe Lacalle puede hacerlo a través de una muestra de imágenes tomadas “con intensidad, crudeza y dramatismo, en ciertos momentos” y el propósito de “capturar la humanidad de sus protagonistas”. El “fotero” reconoce que ha sido muy feliz portando una cámara, y, aunque ha hecho de todo, se ha quedado "con las ganas de hacer fotos de patinaje artístico sobre hielo”, termina con una sonrisa.