Usted no viene de una saga de artistas. ¿Cómo fue su primer acercamiento al flamenco?

–Mi primer acercamiento fue totalmente casual. A mi núcleo familiar, mi padre, mi madre y mi hermano, no le gustaba el flamenco. Ahora sí les gusta, pero antes no. Un día, en casa de mi abuela, cogí un disco pensando que era otro. Cuando lo puse en casa, descubrí que era una antología de cante flamenco y me encantó, me gustó más que el que estaba gustando, de hecho. Tenía 6 años, por aquel entonces yo escuchaba lo que salía en la radio y en programas tipo Euro Junior.

A su núcleo familiar más directo no le gustaba el flamenco, pero creo que a su abuelo sí, ¿no? Tengo entendido que él fue una de las primeras personas que le enseñó.

–Sí. Cuando mi abuelo vio que me gustaba mucho el flamenco y que empezaba a transitarlo, entró en juego y me guió, sobre todo en cuanto a referencias. Amplió la visión que yo tenía.

Sus primeros pasos fueron autodidactas y con 20 años se matriculó en el Conservatorio Superior de Música para estudiar cante flamenco. Una música tan pasional como el flamenco se puede enseñar en un aula, pero entiendo que previamente debe haber algo innato en la persona, ¿no?

–Sí, totalmente. Lo has descrito muy bien. Cada artista es un mundo, pero en mi caso fue así. Fue muy vocacional y en un primer momento muy autodidacta, y luego empecé a formarme y a encontrar gente que me siguiera guiando desde una parte más reglada y didáctica, dentro del sistema educativo. Tengo esos dos mundos, he vivido la calle y las fiestas flamencas, y también esa parte de conservatorio.

Ofreció su primera actuación remunerada a los 8 años. ¿Cuando pensó que el flamenco podía ser un oficio al que dedicarse?

–Es que nunca me lo planteé. No pensaba que me iban a pagar, no lo veía como un premio. Seguía hacia delante, aprendiendo y aprendiendo, y a día de hoy sigo igual. Obviamente tengo que vivir y vivo de esto, el día de mañana me encantaría poder tener una familia a la que poder sostener con mi trabajo, pero no pienso en eso. Prefiero concentrarme en ser un poco mejor cada día, en crecer como artista y en no perder la inquietud. Desde pequeña estoy intentando mejorar, es un proceso continuo.

Lleva muchos años dedicada al flamenco. ¿Por qué ahora su debut en solitario?

–Porque quería vivir la experiencia previa del flamenco. Creo que es muy necesario vivir esa parte de acompañar al baile, conocer la guitarra, estar en los tablaos, experimentar todas las facetas que dan identidad a este género. Quería vivir eso, quería impregnarme de todo eso. Ahora, lo que me apetece es contar mi experiencia, desarrollar mi concepto, la parte literaria… Así nació Sangre sucia. Lo he hecho ahora porque es cuando realmente me ha salido.

El título del disco que menciona, Sangre sucia, sugiere muchas cosas. Por un lado, la palabra sangre nos remite a algo que le brota de dentro.

–Sí, totalmente. Decía Tía Anica La Piriñaca que para cantar por seguiriyas te tenía que salir sangre por la boca. Es una frase un poco exagerada, pero las andaluzas somos muy exageradas, nuestra manera de expresarnos es así. Todo el mundo me recomendaba que no metiese la palabra sangre en el título, que daba un poco de grima, pero me dio igual.

Por otro lado, el adjetivo sucia; ¿tiene algo que ver con la mezcla de sangres que tiene el arte, incluyendo el flamenco?

–Tiene muchas interpretaciones, empezando por la historia que nos construye a las mujeres, que está sucísima, nos llega a todas las generaciones de una forma muy borrosa, sin apenas referentes femeninos; los hay, pero tienes que buscarlos mucho. También va por el hecho de no sentirme identificada con la parte más limpia y perfecta de las cosas, sino con las partes imperfectas, las que no son bellas normativamente hablando. Y también tiene mucho que ver con el mestizaje que creo que caracteriza al flamenco, por supuesto.

Ahora que menciona la historia de las mujeres; creo que la sororidad, ese apoyo entre mujeres, es un concepto clave en este disco.

–Sí, completamente. Era muy importante sentir que podíamos corear todas juntas, que podíamos ser nosotras mismas las que nos ayudásemos a subir hacia arriba. Es muy importante la red de apoyo que tengas, tus amigas. A mí me han salvado muchas veces de muchas circunstancias, indiscutiblemente. Esa es una de las partes más importantes de mi vida y, si quería que el disco reflejara mi historia, tenía que estar presente.

La primera canción, Araora, creo que nace de un cante tradicional de su pueblo. ¿Es así?

–Sí. Me llegó una recopilación de cantes típicos de Villanueva de la Reina, que es mi pueblo. Es un pueblo muy pequeño, pero con mucha tradición musical. Ahí salía esta Araora, pero cuando empecé con el proyecto, me acordé de esta grabación y empecé a jugar con ella.

La palabra en la boca no está cantada, sino recitada. De hecho, creo que es un poema escrito por usted.

–Sí. Es un poema al que le pusimos música, pero no me convencía, refleja un momento tan duro que no sabía con qué música vestirlo. Necesitaba que solo existiera la palabra para sostenerlo. Tuve la suerte de grabarlo con Sara Torres, que es amiga y una de mis escritoras preferidas.

Otra canción especial es Seguiriya, en la que se escuchan campanas, oraciones… Ha quedado muy solemne.

–Para mí la Seguiriya es el culto, el momento espiritual de entrar en una misma. Lo que suenan son las campanas del santuario de la Virgen de la Cabeza de Andújar y lo que se reza es el Ave María. Me apetecía que fuese algo muy solemne, como una llamada al culto, a misa.

Después de la salida del disco ha publicado una versión del Sin ti no soy nada, de Amaral. ¿Cómo surgió esa canción?

–Me propusieron de Amazon Music una grabación para el día del flamenco y me dejaron escoger el tema que quisiera. Escogí este porque me reconciliaba con mi adolescencia, o con mi infancia, más bien. Antes de grabar cualquier hito del flamenco al uso, preferí hacer este, que me acerca a la Ángeles más popera que saltaba en la cama cuando era niña.

Estas mezcla de música acaban siendo de ida y vuelta. En el disco de Amaral siguiente al que incluía esta canción, colaboró Enrique Morente. Todo acaba mezclándose.

–Claro. Al final, cualquier artista se impregna de lo que le gusta. El flamenco es un género muy llamativo que cala de una manera muy directa. Creo que es muy fácil enamorarse del flamenco. Y tiene muy buena percha, cualquier traje le queda bien.

El disco está muy bien producido, suceden muchas cosas: hay flamenco, guitarra, bases electrónicas… ¿Cómo lo están trasladando al directo?

–Hemos intentado ser bastante fieles al disco y creo que lo hemos conseguido. El objetivo era que la experiencia que pueda vivir la gente con el disco, la pueda vivir también en directo. No tiene por qué ser así, puedes enfocar las dos cosas de manera diferente, pero en este caso hemos intentado que compartan el mismo concepto y estamos muy felices con cómo está quedando.