Jon Arretxe (Basauri, 1973) atiende a este periódico tras una intensa mañana dedicada a encuentros en colegios de Galdakao y Usansolo, Bizkaia. “No es que me vaya mucho lo de escribir literatura infantil, pero me da bastante de comer”, confiesa, aunque reconoce que lo pasa bien en estas sesiones. También en las de Bachillerato, donde le suelen citar más por sus novelas sobre Touré, el personaje al que dio vida hace unos 13 años y que tanto le ha dado. “Si sirve a los profesores para sacar temas relacionados con la inmigración y la injusticia social, yo encantado de la vida”, comenta.

El jueves 10 de abril presentará, a las 19.00h, en la librería Elkar Comedias de Pamplona Números rojos, la duodécima entrega de las peripecias de este detective, chamán, camello, extorsionador y lo que haga falta para sobrevivir. Lo hará junto a los escritores Carlos Bassas y Carlos Erice, el dúo que habitualmente le acompaña en estos eventos.

¿Qué le aportan los encuentros con estudiantes?

–No me sorprenden porque ya son muchos años rulando por ahí, pero últimamente soy más militante que nunca en los temas relacionados con la justicia social y contra las ideas de extrema derecha que se están extendiendo por toda Europa y por el mundo. Se maltrata a la gente que está peor y más sufre y estoy muy concienciado con todo esto. Antes escribía más para divertir y vender libros, no era tan consciente de lo que sucedía, pero ahora me doy cuenta de lo importante que es esta labor. Y cuando voy a centros de enseñanza, les pregunto a los chavales por las personas que vienen a trabajar y a buscarse la vida, y, en un momento dado, siempre les pregunto si creen que vienen a robar. Casi todas las veces hay uno que dice que sí, y ahí es cuando te das cuenta de que estas ideas ultras van calando. 

Y alcanzando a gente muy joven.

–Cuando salen algunos de estos con esa respuesta, intento meterles en la cabeza el mensaje de que todos hemos sido inmigrantes; que miles de personas de aquí se fueron a Argentina, a Venezuela, a Estados Unidos... y que ellos también vienen de inmigrantes. Porque ¿quién tiene hoy ocho apellidos vascos? Casi nadie. Intento hablar de estos temas con los más jóvenes para que se conciencien, y más en estos tiempos.

Tiempos oscuros.

–Y la guinda ha sido la llegada al poder de Trump con el subnormal de Elon Musk. Están expulsando a miles de personas. Que el presidente de Hungría sea un asqueroso es malo, pero ese país no pinta nada. Sin embargo, que esas ideas se extiendan y consigan muchos votos en Italia, España, Francia, Israel... y en EEUU, que es el país más poderoso del mundo, ya es otra cosa. Qué panorama, qué tiempo más difícil, sobre todo para cierta gente.

Publica la 11ª entrega de la saga protagonizada por Touré, ¿cuántos años lleva con este personaje?

–Pues son once novelas y metí dos de por medio –La banda de Arruti y la reedición de 7 colores–, así que 13 años.

Ya son viejos amigos.

–Sí. He intentado hacer evolucionar al personaje, pero para mal... Al principio era un pobre inocentón, se aprovechaban de él y se dejaba mientras hubiese pasta de por medio. Luego, la vida le ha ido maltratando, se ha ido encabronando, pero mantiene ciertos principios. Creo que eso es lo que le hace tener ese encanto y que los lectores y yo mismo sintamos empatía hacia él. Pero la verdad es que ya no tiene nada que ver con lo que era. Ahora puede ser ladrón, incluso asesino de cierta gente que más o menos se lo merece, pero tiene muchas más malicias y es vengativo. Le ha ido bien a ratos, pero, normalmente, le ha ido mal. Y, en este momento, en Barcelona, es cuando peor ha estado en su vida. En Barcelona está más solo y sufre más que nunca. Duerme en la calle... Soy un sádico con el pobre personaje (ríe).

Portada de la nueva novela de Touré. Erein

¿Por qué Barcelona?

–Casi todas las novelas de Touré se sitúan en grandes ciudades, o, por lo menos, ciudades con barrios marginales de muchos miles de personas en situación muy precaria, sean inmigrantes, sin techo o prostitutas de las más pobres. Conozco bien Vitoria y Pamplona, pero son más bien pueblos grandes, con sus bolsas de pobreza, pero no tienen un barrio como el de San Francisco de Bilbao. Ya ubiqué una novela en Madrid, otra en París y me quedaba Barcelona, que tiene el Raval y otras zonas tremendas.

‘Mañas de lagarto’, la anterior, la ubicó en Las Palmas como homenaje a Alexis Ravelo. De hecho, Touré se cruza con Eladio Monroy, su personaje fetiche.

–Toda la novela es un homenaje a Alexis. De hecho, hay un personaje, el Lagarto de Escaleritas, que es el que mete a Touré en el espectáculo de lucha canaria, coreana, senegalesa..., y es él físicamente y en su manera de ver las cosas. Alexis también era del barrio de Escaleritas y cruzo a mi personaje con el suyo, Eladio Monroy. Meto, además, al clásico empresario cabrón, podrido, corrupto, que él siempre metía en sus novelas.

¿Se instaló en el Raval para escribir ‘Números rojos?

–Hice unas cuatro visitas, estaba una semanita cada vez y me alojaba en una pensión de mala muerte del Raval, San Ramón, que aparece en la novela. De casualidad está situada encima de una plazoleta en la que se ven todo tipo de personajes, junto al ambulatorio de urgencias. También he metido a uno de ellos en la historia, un yonki pasadísimo, con sus rastas. Acostumbraba a tocarle los huevos a la gente, y un día se acercó a una familia gitana y le dieron unas hostias que yo pensaba que lo habían matado. Luego, unos camareros pakistanís lo arrastraron por las patas y lo dejaron ahí tirado, al solazo. De verdad que creía que estaba muerto, pero no, resucitó y se fue.

En esta peripecia, se nota a Touré muy solo y cansado, como sin esperanza.

–Lo está. No puede volver a África, su mujer y sus hijos no quieren saber nada de él. Su amiga Sakené está en la cárcel y sus amigos han huído. Está más hecho polvo que nunca.

¿Habrá novela nº 12?

–Pues ya veremos. Nunca se sabe.

Sin duda, este personaje le ha dado mucho.

–Muchísimo. Y le he cogido mucho cariño a él y a lo que representa. Además, yo tengo un trocito de África en casa y los viajes que hemos hecho por allí han sido muy emocionates. Quiero mucho a Touré, no sé cómo le hago sufrir tanto...

“La serie ha sido una experiencia inigualable; no estaría mal que sirviera para hacerle un poco de justicia al barrio de San Francisco”

También aprovecha esta novela para reírse de sí mismo y de los egos que hay en el mundo de la literatura.

–Sí, siempre había querido hablar de este tema, y criticarlo. Los escritores somos la leche, súper vanidosos, egoístas... Yo, yo, yo y mi libro. Que esté en el escaparate, que los periodistas me saquen un articulazo cada vez que saco uno nuevo... A mí eso me agobia, me cansa. Así que se me ocurrió meter, con un poco de humor, un encuentro en Cubelles Noir que, además, fue real y pasó en verano de 2024. Me hacían un homenaje allí y se me ocurrió la escena en la que Touré huía de Barcelona y llegaba a un centro cultural de Cubelles donde cuatro escritores hablaban de sus libros. Con ella, me reía de mí mismo y de lo que representamos los escritores, que nos creemos súper importantes y no somos nada, solo unos pesados.

También hay otros homenajes, como a Negra y Criminal, por ejemplo.

–Sí, todo el mundo que se dedica a esto sabe que la librería Negra y Criminal estaba en la calle de la Sal, número 5. También he querido homenajear a las ONGs y voluntarios que, como hacen los del París en Pamplona, curran ayudando a la gente más necesitada. Qué menos que hacerles un guiño al Chiringuito de Dios e incluso a las monjas de la caridad.

Pasado un tiempo ya del estreno de la serie ‘Detective Touré, ¿qué diría que ha significado esta experiencia para Jon Arretxe?

–Ha sido una experiencia inigualable.  Aquí mis novelas ya eran conocidas, pero la repercusión que te da el audiovisual es impresionante. Hay gente que ha visto la serie y luego ha leído alguna de las novelas, y eso a mí me va muy bien. Es que la vieron un millón de personas de media en TVE. Y en Netflix también. Aparte de eso, me gusta que le ha hecho un poco de justicia al barrio San Francisco. Se ha filmado toda allí y eso ha sido importante para mí. Es un barrio estigmatizado, en la oficina de turismo te lo marcan con una cruz roja para que no lo visites y no estaría mal que ahora haya gente que vaya para conocer los sitios donde se rodó la serie.