Faisaien irla es la primera película del cineasta Asier Urbieta, responsable de la serie Altsasu. La película arranca con dos decisiones ante un dilema. Laida (Jone Laspiur) y Sambou (Sambou Diaby) pasean por el Bidasoa cuando ven a dos personas cruzando el río a nado y con dificultades. Laida se lanza al agua a ayudarlas; Sambou, en cambio, se queda en tierra y solo uno de los dos migrantes, Nassim (Ibrahima Kone) salva la vida. Urbieta, Laspiur y Diaby presentaron la película en el Festival de Cine y Derechos Humanos de Donosti y ahora llega a las salas.

Si viese a alguien ahogándose en el Bidasoa, ¿se tiraría para ayudarle?

Es una pregunta muy difícil de contestar y es la que me hice yo cuando leí el caso de dos ciclistas que se encontraron a un migrante ahogándose; uno se tiró y el otro no. Es difícil de contestar porque actúas por el inconsciente. Me encantaría decir que sí y, según mis convicciones, lo haría; pero luego, llegado el momento, no sé cómo reaccionaría.

Querían plantear ese dilema moral al espectador.

—Sí, queríamos plantearle el dilema de qué es lo que hacemos ante los problemas y cuál es el lugar que queremos tener en el mundo, participar en él de manera activa ante lo que ocurre o ser meros espectadores.

Cuando uno decide tirarse y el otro no, como le ocurre a la pareja protagonista de Faisaien irla surgen las tensiones.

—Hay una incomprensión mutua. Por un lado, Laida no entiende por qué su pareja no se ha tirado. Y, por otro lado, Sambou no entiende muy bien su propia reacción. A él, quizá, le hubiese gustado tirarse, pero se bloquea. Es verdad que no conocemos bien su biografía... No sabemos si tiene fobia al agua, si ha tenido algún hecho traumático con el agua o si, simplemente, se ha bloqueado.

Es decir, que no tiene por qué ser una cuestión de voluntad...

—A veces, cuando algo ocurre tan de repente, actuamos por instinto y el instinto es primario. No lo podemos controlar.

Comenta que la historia le vino a la cabeza con un artículo leído en prensa. ¿Cómo fue el proceso de investigación?

—Lo empezamos con el fotoperiodista Gari Garaialde, que ha retratado la emergencia humanitaria del Bidasoa durante seis años. Su trabajo me pareció muy inspirador. Nos contó multitud de historias reales que nos sirvieron de inspiración para escribir el guion.

¿Por qué elegir la Isla de los Faisanes como enclave del Bidasoa para contar esta historia?

—Es el condominio más pequeño del mundo: cada seis años cambia su propiedad entre el Estado español y el francés. En una historia que habla sobre el absurdo de las fronteras, me parecía un lugar muy interesante para plantear si la tierra nos pertenece, si tienes más derechos sobre la tierra si has nacido en ella o no... Además de ser un lugar real, era un emplazamiento metafórico que engloba el discurso de la película.

El Bidasoa es un lugar fronterizo. ¿Vivieron de cerca episodios con migrantes que deseaban cruzar?

—Sí. Mientras rodábamos en la muga, de noche, fuimos testigos de cómo había gente que quería cruzar y que era parada por la Policía; de otros que consiguieron cruzar, pero que fueron devueltos en caliente. Fue muy curioso porque la realidad y la ficción acabaron mezclándose.

¿Hasta qué punto?

—A Sambou Diaby, coprotagonista de la película, mientras filmaba una secuencia en la que tenía que cruzar la muga, la Policía francesa le paró para pedirle los papeles.

Por lo tanto, casi hablamos de un documental...

—Tiene algo de eso. El guion está muy inspirado en la realidad y queríamos estar muy cerca de la actualidad y de la verdad de lo que está ocurriendo.

¿Considera que lo que ocurre en el Bidasoa es una realidad ajena a la población?

—Creo que sí. Es una actualidad desconocida. El otro día, hablando con Gari y con la Red de Acogida de Irun, me decían que no es porque los medios no informen al respecto, sino porque, por algún motivo, no cala en la sociedad. Aunque haya noticias y se cuente este drama, parece que miramos para otro lado. Con la película queríamos llegar a la sociedad por una vía más emocional y a ver si toma conciencia de lo que ocurre.

Últimamente hay varios autores que han tratado el tema, como en los casos de Amets Arzallus y Miñán o Fermin Muguruza y Bidasoa 2018-2023.

—Poco a poco están saliendo diferentes obras artísticas al respecto.

Es su primer largometraje, ¿cómo lo ha vivido?

—Lo he vivido como algo positivo y muy natural. Llevo años haciendo cortos, publicidad, dirigí la serie Altsasu, pero para mi primera película, que tampoco ha sido una película sencilla porque tiene escenas de acción y secuencias con mucha figuración, he intentado rodearme de amigos y de gente muy profesional. Entre todos hemos sacado una primera película de una manera muy natural.

Es una película con temática social, pero ¿siempre pensó en añadirle el toque de ‘thriller’?

—Una vez tuve claro qué quería contar, llegó el momento de pensar cómo hacerlo. Había muchos elementos que nos llevaban al thriller: la frontera, un río, un cadáver, la comisaría, era invierno... Nos pareció un mecanismo muy interesante para enganchar al espectador y lanzar nuestro mensaje.

El ‘thriller’ fronterizo se hizo especialmente popular por la serie danesa Bron/El puente (2011) sobre un cadáver que aparece en la mitad del puente que une Suecia con Dinamarca, causando un conflicto jurisdiccional entre ambos países.

—Fue inspirador. Hay algo del noir del Norte de Europa, de la zona escandinava, en la que se sitúa Bron o la película Tourist (2014), que me resulta muy atractivo. Han sido referencias a la hora de trabajar la narrativa de la película.

¿Es cierto que para el papel que interpreta Ibrahima Kone habían pensado en el actor Seydou Sarr, protagonista de Yo, capitán (2023), y que, incluso, lo llegaron a tener confirmado para el elenco?

—Buscábamos a un actor negro con raíces africanas. Me encantó Yo, capitán y anduvimos detrás de él mucho tiempo. Tradujimos el guion al inglés y, luego, al italiano, porque su agente era italiano. El día que nos confirmó que quería hacer la película, Ibrahima Kone hizo el casting y nos gustó tanto que preferimos trabajar con él.

Estrenaron Faisaien irla en el Festival de Göteborg y luego en Málaga. Inauguraron el Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia. ¿Cómo valora estos primeros pasos de la película?

—En Göteborg la acogida fue muy cálida. No conocían nada del conflicto en el Bidasoa y les llamó mucho la atención. Lo mismo nos pasó en Málaga, no eran conscientes de que en una frontera en el interior de Europa estuviese ocurriendo esto. Donostia nos parecía el lugar perfecto para que se viera la película y para que se diera el coloquio posterior que se organiza en el Festival de Cine y Derechos Humanos. A partir del 25 de abril estaremos en los cines y será importante que el primer fin de semana el público vaya al cine para que se mantenga lo máximo posible en cartelera.