Paloma San Basilio (Madrid, 1950) tiene un caserío en Azpilkueta desde hace 25 años. Llegó al Valle de Baztan a través de un amigo y se enamoró de la zona, así que no paró hasta encontrar una propiedad que le encajara. Fue una construcción del siglo XVII que estaba medio derruida y a la que volvió a dar vida con varias reformas. Y el terreno alrededor, claro. Allí pasa largas temporadas y allí nació Uxoa, paloma en euskera, la novela que acaba de publicar con Harper Collins y que protagoniza Ágara, que, tras una pérdida personal desoladora, se refugia en la casa heredada en el Valle de Baztan. Poco a poco, el personaje irá encontrando la calma y atenderá la necesidad creciente de conocer el origen del inmueble y cómo recaló en manos de su familia.
¿Cómo fue esta semana su primera experiencia en Sant Jordi?
–Muy bonita. Había estado en la Feria del Libro de Madrid con El océano de la memoria, pero no en Sant Jordi, y la verdad es que me impresionó. Hice un día buenísimo y las calles estaban llenas de gente. Ver a tantas personas con un libro y una rosa me alegró mucho y me hizo pensar que igual todavía tenemos arreglo... Además, me encantó tener de primera mano la impresión de la novela que ha tenido la gente.
¿Cómo está siendo ese ‘feedback’?
–Estoy muy, muy impresionada. Esta es una novela que, realmente, empecé en 2021 , luego la dejé y más tarde la retomé. Al principio, me daba mucho miedo saber qué pensaría la gente, porque, aunque no es una biografía, sí es un relato muy personal. Decidí buscar personajes que estuvieran viviendo las sensaciones que yo tenía en aquel momento, y en algunos momentos pensé que quizá era un relato demasiado introspectivo y que, a lo mejor, en estos tiempos de tanta prisa, la historia no se iba a leer con el tiempo que necesita para degustar las palabras, los paisajes, las sensaciones. Yo quería que los lectores pudieran tocar la humedad de Baztan, sus piedras... Como si estuviera en una realidad virtual. Y ha sido maravilloso recibir la respuesta de la gente, que me dice que está fascinada. Me han dado las gracias ya muchas veces y esa sensación es casi milagrosa.
“Siempre digo que cada etapa te puede traer cosas maravillosas, y hay que estar abierta, ser valiente y apostar por una misma”
Seguramente no tendrá nada que ver con la respuesta que recibe cuando ofrece un concierto.
–Totalmente diferente. Todo esto es muy, muy nuevo para mí. En la escritura, el autor no tiene hilo directo con el que va a ser su público. Ahora con las redes sociales igual un poco más, pero tú escribes en solitario, luego corriges, ves la portada, haces el audiolibro, que también lo he grabado yo..., y cuando ves una respuesta como esta, primero descansas y después te emocionas. Es muy bonito ver lo alto que está volando esta Paloma, esta Uxoa.
¿Qué es la lectura para Paloma San Basilio?
–Es muy difícil de explicar. La lectura siempre ha sido un refugio para mí. Después, una maestra y luego una emoción. Es mi gran compañera de viaje. Siempre he leído mucho, desde que era muy pequeñita, y me apasiona meterme en los libros y poder alternar la narrativa con un ensayo magnífico como El infinito en un junco. Es que es un mundo inagotable. Siempre digo que la lectura nos salva como sociedad. La gente debería mirar menos el móvil y leer más porque se está perdiendo la capacidad de concentración. Vivimos en un momento en que pasas de una noticia a otra sin enterarte de casi nada, y así estamos alterando incluso el discurso mental, las neuronas. Por eso digo que, para mí, la lectura es esa gran aliada que tenemos para que como sociedad, como cultura, como individuos, sigamos aprendiendo, creciendo y comunicándonos.
Ha comentado en numerosas ocasiones que es una persona muy curiosa, siempre observando y atenta a lo que sucede.
–Sí, y no lo puedo evitar; forma parte de mí. Si, de pronto, me gusta una palabra y me pregunto cuál será su origen. Siempre he sido así, muy curiosa, me gusta meter la nariz en todo (ríe) y creo que tenemos tanto que aprender... Es más, cuando aprendo algo, me siento gratificada. Y pienso que un escritor tiene que tener los ojos y los oídos, la mente y el corazón muy abiertos al entorno.
Antes hablábamos de la lectura, ¿y la escritura?
–He escrito siempre. De pequeña me gustaba escribir poemas. Luego también escribí algún artículo para distintos periódicos. De hecho, en la pandemia publiqué 2 o 3 artículos en El Diario de Sevilla y en El Mundo. Me entró una especie de rebeldía con eso de que nos estaban diciendo todo el día lo que teníamos que hacer, a qué hora salir... como si no fuésemos adultos. Y yo pensaba que si hasta ahora nadie me había dicho cómo llegar hasta aquí sola, por qué me dicen qué tengo que hacer. Me ponía muy enferma todo eso, y por eso hice también un blog semanal para ABC. Ahí empecé a hacer pluma y de ahí me lancé al recorrido más largo y escribí La niña que bailaba bajo la lluvia, primero, y luego El océano de la memoria.
Y ahora ‘Uxoa’, ¿por qué hace años eligió Navarra para crear su refugio?
–Porque un amigo que tenía un caserío allí, me enseñó el Valle y me enamoré completamente. Eso fue a finales de los 80, imagínate. Ahí decidí que quería tener algo en esa zona, que para mí era un espejismo, como un paraíso, como una burbuja de belleza y armonía en mitad del caos. No paré hasta que conseguí un caserío muy antiguo, pero bastante destruido; lo compré, también los prados aledaños y lo reconstruí. Ese caserío está conmigo desde el año 2000.
“La lectura siempre ha sido un refugio para mí; después, una maestra y luego una emoción. Es mi gran compañera de viaje”
¿Pasa temporadas en Baztan?
–Sí, sí. Depende un poco de mi trabajo, claro, pero ahora he pasado prácticamente todo el mes de abril allí, pero no había ido desde septiembre. Siempre que puedo voy porque es un sitio que nunca me defrauda, que siempre me da lo que voy buscando. Uxoa nació de la pérdida de mi hermana mayor, y, en medio de la desorientación y tristeza que sentía, el caserío me acogió y me acarició. Fue como un bálsamo en ese momento.
Como dice, la novela surgió a raíz de la pérdida de su hermana, con la que había vivido siempre. De hecho, escribió el comienzo en Baztan.
–Así es. Volví al caserío y se me ocurrió una historia de pérdida, una historia universal. También de búsqueda, porque, al constatar que ya estaba sola, que el hilo de mi cometa estaba suelto, me di cuenta de que me tenía que buscar la vida y generar mi fortaleza de dentro afuera. Y esa reconstrucción emocional y personal era también un poco la reconstrucción del caserío en la novela, y de su historia. Empecé a preguntarme quién lo había habitado durante tantos siglos, qué había pasado entre sus paredes... Y así fui creando la historia, que también tiene misterio, esperanza y amor, claro. Uxoa tiene un poco de todo; también elementos tangenciales como es el Camino de Santiago; la emigración, que en Baztan es muy interesante; los agotes... Hay todo un mundo en el Valle.
De hecho, parece que el Valle de Baztan está muy reclamado en la novela últimamente.
–Sí. El otro día leí en una crítica que el metro cuadrado del Valle de Baztan debe de estar carísimo hoy en día (ríe). Yo creo que es pura coincidencia, cosas que pasan. Yo tengo una impronta allí desde hace 25 años, pero, posiblemente, esto haya pasado también porque es un lugar muy sugerente. Tiene una vibración y energía especiales. No sé si son las casas, las iglesias o esos pequeños pueblos cerrados sobre sí mismos, pero es una zona que propone mucho, te acoge y te da mucho, no te quita nada. Es es tremendamente generoso.
¿Qué suele hacer cuando se aloja allí?
–Tengo varias rutas y doy muchos paseos. Visito a mis vecinos, Nati y Nicolás, que son maravillosos. Fíjate que el otro día me dieron una caja llena de cuajadas. Y queso. En verano me gusta ir al río y bañarme en una poza, luego ir al pueblo a hacer la compra, tomarme algo en Malkorra o comer en Santxotena, que es magnífico. Allí nunca me siento sola. Esta noche, por ejemplo, he tenido los cencerros de los caballos a un lado, y en el otro prado suelen estar las ovejas o los ponys de mi amigo Jesús. También tengo esos montes al fondo... Hay tanta vida inalterable, que, a la vez, fluye y cambia constantemente... Hay un silencio que no te duele, sino que te sana, te calma y te deja oír tus pensamientos.
¿Escribir esta novela también ha sido un ejercicio de sanación también para Paloma San Basilio?
–Muchísimo. De hecho, viendo la de la gente, tengo claro que mi hermana me empujó a escribirla. Siento su espíritu, su alma; ella era tremendamente alegre y positiva. Amaba el caserío porque le gustaba todo lo artesano, lo auténtico.
¿Cómo le gustaría que el público en general recibiera ‘Uxoa’?
–Lo único a lo que realmente aspiro es a que dediquen tiempo para leerla, que si pueden oír el audiolibro, también que se dejen acompañar por mí y, sobre todo, que mediten y ejerciten el músculo de valorar las cosas pequeñas. Esto es algo en los que hago mucho hincapié en la novela, en la importancia que tiene poder tomarte una cuajada sentada; abrir una contraventana y contemplar la caída de la tarde... Todo eso que, al final, pinta el lienzo de la vida.
Estará todo el año de gira de conciertos y de promoción con el libro, y a finales volverá al teatro, a ‘Dulcinea’, con Juan Carlos Rubio. No para.
–Siempre digo que cada etapa de la vida te puede traer cosas maravillosas, y hay que estar abierta, ser valiente y apostar por una misma. ¿Por qué no voy a seguir probando y metiendo la nariz intentando aprender?