Pudo ser presentadora estrella en la televisión. Le llegaron varias y jugosas ofertas, pero Silvia Marsó (Barcelona, 1963) optó por crecer en su oficio, que hasta hace poco era la interpretación y a la que desde hace unos años se le han sumado la producción, la dramaturgia y la dirección.
En Claveles, de Emma Riverola, la actriz comparte escenario con Abel Folk, que también dirige el montaje. Ambos dan vida a Violeta y Javier, dos amigos y excompañeros de universidad que se reencuentran después de 40 años sin verse ni hablarse. La muerte del marido de ella, Ramón, es la que motiva que vuelvan a verse. Los tres viajaron en 1974 a Lisboa con motivo de la Revolución de los Claveles. En este diálogo afloran las desilusiones, el rencor, las utopías olvidadas, el pragmatismo político, las decepciones, la necesidad de tener esperanza... Como dice a autora del texto, esta historia muestra a Javier, político, expresidente del Gobierno, que defiende que está bien apostar por unos ideales, pero “hay que hacer cosas”; y a Violeta, “una intelectual de izquierdas con una visión muy crítica hacia su propia ideología”. “En ella se materializa cómo los cambios que se dieron durante la Transición en mejoras de libertades y derechos no fueron iguales para hombres y para mujeres, puesto que eran ellos quienes tomaban decisiones”, afirma Riverola.
Vuelve al Gayarre, un teatro que conoce bien.
–Sí, he estado allí muchas veces y tengo que decir que es uno de los teatros más bonitos de España.
¿Y qué le sugiere una ciudad como Pamplona?
–Es una ciudad llena de vida, de cultura, de tradición y de buena gastronomía. Siempre que voy me encanta asear por su barrio viejo, tomarme unas tapas y disfrutar de la gente. Es un es un sitio maravilloso para para pasar el fin de semana.
Girando desde los 17 años, ¿qué le sigue motivando a volver a subirte al tren al avión para recalar en el siguiente escenario?
–La ilusión y las ganas de compartir mi trabajo con la gente, Y que no creo que tenga que hacerlo solo en la capital. Creo que todos los espectadores de toda España tienen derecho a ver las obras que se han visto en Madrid, y por eso siempre hago giras. No tengo ningún inconveniente nunca en hacerlas.
"Mi cabeza no para, se me ocurren muchas cosas y sigo apostando por el riesgo"
¿También de esa manera va palpando un poco a todos los públicos?
–Sí. Poca gente conoce tan a fondo nuestro país como los actores de teatro.
Viene esta vez con ‘Claveles’, una historia que nace cuando tres jóvenes deciden irse a Lisboa, donde se está produciendo la Revolución de Abril y, con ella, el nacimiento de la democracia. Sin duda, da envidia lo que pasó allí en ese momento, y más teniendo en cuenta que aquí el dictador murió en la cama y con el ejército de su lado.
–Sí, fue muy bonito ver esos fusiles con claveles en la punta. La Revolución de los Claveles es, sin duda, la envidia de cualquier país del mundo. Demostró que la unión, la coherencia y el diálogo son lo que hace mejor a la sociedad. Y eso, en estos tiempos demenciales y de retroceso que vivimos, es un gran ejemplo y un mensaje a tener en cuenta. Precisamente en estos momentos es cuando más hay que recordarlo, porque estamos volviendo a las cavernas en muchos países. Y se está propagando la ultraderecha, ganando elecciones, como si no hubiéramos tenido ya suficiente con el fascismo de de Hitler.
Parece que no tenemos mucha memoria y que caemos en el mismo error una y otra vez.
–La verdad es que no sé lo que pasa. Sí sé que esta obra sirve para reflexionar sobre los errores que hemos cometido durante la democracia, que también son muchos. La Revolución de los Claveles está como telón de fondo y como punto de inicio, pero esta historia es la de dos personajes que se reencuentran después de 50 años de no hablarse. Uno de los tres amigos que viajaron entonces a Lisboa acaba de morir, concretamente, el marido de Violeta, que es mi personaje, y se vuelve a ver con Javier, que interpreta Abel Folk. Él fue político y llegó a ser presidente del Gobierno y entre los dos se produce un debate ideológico en el que se cuestiona todo. Todo lo que se ha hecho durante estos años de democracia, tanto por parte de la izquierda como de la derecha; también del el poder, la corrupción... desde un enfoque humano, filosófico y antropológico. Ese debate es el eje de la obra, que creo que apela a la opinión actual y a la falta de ideología que tiene la juventud y a la falta de esperanza que tenemos quienes somos más mayores.
¿A qué se debe esa falta de esperanza?
–Pues a que estamos viendo cómo se retrocede impunemente a las cavernas y cómo se cuestionan cosas incuestionables como son la violencia de género o los derechos de los de los colectivos LGTBI... Todos los avances sociales que nos hacen más civilizados no se deberían perder. La falta de esperanza llega cuando no sabemos qué defender si lo más importante se está perdiendo. Fíjate en el genocidio en Gaza, en Palestina. Eso ya es deleznable, demencial; no tiene parangón.
¿Qué le llevó a decidirse a producir esta obra?
–Por su autora. Se llama Emma Riverola, lo cuestiona todo y tiene una una visión muy contemporánea de la sociedad actual. Además, quería trabajar al lado de Abel Folk, que es un actor al que siempre he admirado. Y también me parece muy necesario el punto de vista de una mujer como Violeta, una filósofa respetada y crítica con su propia ideología de izquierdas que en su juventud tuvo que renunciar a luchar por conseguir sus aspiraciones profesionales en el mundo de la política, a raíz de un intento de violación por parte de al dirigente con el que trabajaba en esos momentos y al que ella admiraba y consideraba su referente. A través de este personaje, se pueden entender las dificultades que han tenido generaciones de mujeres a lo largo de la historia para alcanzar un lugar profesional.
En España se ha hablado poco de la violencia contra la mujer en la cultura, ¿cuál ha sido tu experiencia en ese sentido? ¿Crees que nos hace falta un ‘#metoo?
–Sí que que se están cuestionando este tipo de abusos. De hecho, en la Unión de Actores hay un departamento especializado en atender a cualquier actriz o actor que sufra cualquier tipo de abuso en un rodaje o en un teatro.
’Claveles’ también habla del paso del tiempo. Se suele decir que uno se vuelve más conservador con la edad, pero no tiene por qué ser así...¿Ha cambiado mucho Silvia Marsó desde que despertaron sus inquietudes socailes y políticas hasta ahora?
–La política es necesaria y es fundamental para mantener nuestra sociedad sana. Tanto si eres joven como si eres maduro, hay que informarse y conocer todos los puntos de vista. para luego tener tu propia opinión. En mi caso particular, y con respecto a mi juventud, recuerdo con cariño que luché por la ecología y la defensa del medio ambiente cuando aún no estaba de moda hacerlo.
Hábleme de Abel Folk como actor y como director.
–Es un actor al que siempre he admirado. Me hacía ilusión trabajar mano a mano con él en el escenario. Y como director tiene muy claro lo que quiere porque, además, es una persona muy culta.
Desde que creó su productora, ha apostado por montajes que son entretenidos, pero que tienen un poso, hacen preguntas.
–En las obras en las que participo como actriz o como productora, he priorizado siempre que tengan un punto de encuentro con la reflexión, que cuestionen la condición humana y que generen debate.
¿Es eso lo que se propone con ‘Claveles’?
–Sí, es una obra que cuestiona muchos aspectos del ser humano. De las trayectorias personales de los personajes, y a través de ellos, podemos reflexionar sobre nosotros mismos.
¿Cómo debe defenderse la cultura ante una sociedad que está más pendiente de evadirse a causa de la carga de estrés, las prisas, la autoexplotación en la que vivimos todos?
–Creo que la cultura puede hacer una gran labor y, de hecho, es necesaria porque tener criterio, opinión, y tomar las riendas de tu vida solo lo puedes hacer si estás preparado para ello, y una forma maravillosa de prepararse ante la vida es observar, como si fuera un espejo, al propio ser humano a través de las tablas. Las mejores obras que han superado el paso de los años y las modas, son las que incitan al espectador a cuestionarse su propia vida.
También se ha adentrado en la dramaturgia, en la dirección y en la música con ‘Blues & Roots’. ¿Le van los retos?
–Sí, me gusta hacer el más difícil todavía. Tenía ganas de adentrarme en la historia de la música negra, y siendo actriz y habiendo trabajado textos de Lorca como Yerma y Doña Rosita la soltera, decidí crear junto a Del Toro Blues Band, que son mis amigos, un espectáculo multidisciplinar en el que con la dramaturgia pudiera introducir a a Federico en su etapa neoyorquina, cuando escribió El rey de Harlem, perteneciente a Poeta en Nueva York.
En 'Claveles' se cuestiona todo lo que se ha hecho en estos años de democracia, tanto por parte de la izquierda como de la derecha; también el poder, la corrupción... desde un enfoque humano, filosófico y antropológico"
Como ha comentado, a lo largo de su carrera ha hecho ‘Doña Rosita la soltera’ y ‘Yerma’; también , ‘Casa de muñecas’, ‘El zoo de cristal’, ‘Hécuba’... ¿qué le queda por hacer como actriz?
–He tocado todos los géneros teatrales, comedia, drama, tragedia, griega, verso clásico, musical, contemporáneo, etcétera. Y ahora me gusta mezclar distintas disciplinas como son la música, el teatro, la danza y el cine. De hecho Blues & Roots contiene todo esto.
¿Y qué tiene apuntado en la lista de cosas pendientes?
–Mi cabeza no para, se me ocurren muchas cosas y sigo apostando por el riesgo .
Ahora ha rodado la serie ‘La encrucijada’. ¿Está bien cambiar de formato de vez en cuando para volver más fresca y con más ganas a las tablas?
–También he rodado la película La Bala, dirigida por Carlos Iglesias, en la que interpreto un personaje muy interesante. El de La encrucijada se llama Mariví y es una mujer que se ha hecho a sí misma, que ha sacado adelante a su hijo, Cristóbal Suárez, y ha conseguido ser una empresaria respetada en la ciudad donde vive.
¿Es el teatro el ecosistema natural de Silvia Marsó? ¿Qué le da que no te den otros formatos?
–Se ha convertido en mi ecosistema a lo largo de los años, y es que los mejores personajes que me han ofrecido en mi carrera son personajes teatrales con los que sueña cualquier estudiante de interpretación.