Alcanzar el alma de los paisajes y de los retratos parece una motivación constante en la pintura de Daniel Vázquez Díaz, que en los albores del siglo pasado tuvo un aprendizaje directo en la misma Sevilla con la obra de Zurbarán. En su posterior paso por Madrid, fue rechazado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, una adversidad que lejos de apartarle de su vocación pictórica le hizo profundizar en su conocimiento de manera autodidacta. Entonces conoció pintores como Velázquez o Goya en sus visitas al Museo del Prado, pero también de otros artistas en boga como Zuloaga o del aguafortista Iturrino. Paralelamente, en esta fecha de inicios del siglo XX, descubre también el paisaje vasco del Bidasoa y se vio atrapado por la interpretación de esa luz especial en localidades como Hondarribia a la que fue volviendo y pintando durante toda su vida.

Este recorrido se podrá apreciar en el Museo Gustavo Maeztu hasta el próximo 29 de septiembre, gracias a una exposición de 30 obras seleccionadas de Fundación Mapfre.

Coetáneo de Maeztu

El pintor onubense coetáneo y amigo de Gustavo de Maeztu, vivieron peripecias similares en las primeras décadas del siglo pasado en su paso por ciudades como París. Y es que la capital francesa despierta su curiosidad por las vanguardias: ya desde su llegada en 1906 a una metrópolis donde las nuevas tendencias pictóricas estaban en plena ebullición; al mismo tiempo que convivían con el impresionismo dominantes durante varías décadas. En este sentido, sus primeros obras de esta época beben de la estructura del mismísimo Cézanne pero incluye en ellas personajes y paisajes hispanos. También en su estancia parisina que duró doce años convivió con pintores como Ignacio Zuloaga y los cubistas Pablo Picasso o Juan Gris, entre otros, donde “además de sus experiencias, tuvo la libertad de dejarse empapar por distintas corrientes y pintores entre los que incluiría a Vincent van Gogh”, aseguró Gregorio Díaz Ereño, en una visita guiada que realizó en la primera jornada de la exposición.

Para Díaz Ereño, otro de los momentos que marcaría el devenir del pintor sería el éxito que alcanzó su cuadro Muerte de un torero, en 1912 en el que predominaba más el tipismo del tema y su toque de pintura negra sobre las incorporaciones vanguardistas.

Una de las obras de Vázquez Díaz expuestas en el Gustavo de Maeztu. Redacción Estella

Pero será a través de su relación con el marchante francés Ambroise Vollard lo que le hizo orbitar en influencias de Paul Gauguin, Henri Barbusse y el escultor Antoine Bourdel, que llegó a ser toda una referencia artística de Vázquez Díaz. Una referencia que le hizo incorporar a sus retratos y paisajes ciertos toques de lo que denominaban “cubismo atemperado”.

Regreso a su patria

Tras varios años de guerra europea, en 1918 Vázquez Díaz regresó a España, y se convierte en todo un referente del ‘arte nuevo’. Una manera de expresión pero también de vanguardia en sí misma que incorporaba novedades cubistas o fauvistas en estructuras clásicas. Una posición que en el caso de Vázquez Díaz estuvo muy ligada a la literatura, primero con Juan Ramón Jiménez y posteriormente en su coincidencia con el movimiento ultraísmo de Vicente Huidobro, Rafael Cansinos Assens o el mismo Jorge Luis Borges. El pintor andaluz se erige en uno de los representantes del denominado por los intelectuales de su época como ‘arte nuevo’.

Otra de las pinturas expuestas en Estella-Lizarra. Redacción Estella

Varias técnicas La muestra que lleva el título de Daniel Vázquez Díaz y la pintura nueva en España. Colecciones Fundación MAPFRE, se podrá ver en el Museo Gustavo de Maeztu hasta el 28 de septiembre y supone un resumen de la obra y de la evolución del pintor. Un total de 30 cuadros en los que, junto a retratos y paisajes, también hay obras figurativas con mayor o menor fuerza impresionista, fauvista o cubista. Así mismo, supone un ejemplo de dominio de diferentes técnicas: como lápiz sobre papel, óleo sobre lienzo, tabla o cartón, tinta y témpera, grafito sobre papel y acuarela. Una exposición muy completa, a la sombra del Gustavo de Maeztu.