El cine según Pedro Olea, Imanol Uribe, Enrique Urbizu y los Moriarti
El director navarro Imanol Rayo acaba de publicar el libro 'Los últimos artesanos', en el que recopila testimonios de cineastas vascos que comparten puntos de vista en torno al oficio
De Pedro Olea a Imanol Uribey desde este hasta Enrique Urbizu para arribar al colectivo de los Moriarti (Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga). Aunque no se pueda trazar una línea recta de influencias entre ellos, lo cierto es que los cuatro representan una manera de hacer cine. O así lo defiende Imanol Rayo(Arbizu, 1984). El director de películas comoBi anaio Hil Kanpaiak acaba de presentar Los últimos artesanos, un libro de conversaciones que se alejan de la rigidez de lo académico y se convierten en confidencias, reflexiones y puntos de vista singulares y complementarios sobre un oficio en el que hay quien se viste de autor/a y quien prefiere definirse como el arquitecto que dirige a un gran equipo de profesionales, generando un proyecto colectivo. Y lo hace a través de los testimonios de los que considera los cuatro últimos artesanos vascos del arte popular por excelencia del siglo XX.
“Asumiendo que el lector que se asome a este libro tendrá un interés previo por el cine, no es tan necesario tener conocimientos específicos como cierta inquietud y curiosidad por saber cómo trabajan quienes hacen las películas”. Así lo afirma Miguel Zozaya Fernández en el prólogo de este volumen publicado por la editorial Erein. Y es que, aunque todas las preguntas que Rayo hace a sus interlocutores contienen rigor y concreción, resulta fascinante sumergirse en las preferencias técnicas, los métodos de trabajo, las cuestiones organizativas y otros aspectos referidos al complejo proceso de realización de un proyecto audiovisual. “El resultado, tanto en las coincidencias como en las divergencias, es revelador”, apunta Zozaya.
Mario Camus, 2021
La muerte del emblemático Mario Camus en septiembre de 2021 fue el “detonante” de este libro, cuenta Imanol Rayo, para quien con este óbito “quedaba definitivamente cerrado el siglo XX para cierto cine español”. “Aquel cuyo oficio contemplaba la práctica de la artesanía y que enraizaba con el sistema de los estudios de Hollywood, con la escritura transparente de Ford, Hawks, Walsh, Curtiz, Fleming y un largo etc”, agrega en su texto introductorio. El realizador de Arbizu llevaba tiempo queriendo ir a Santander a entrevistar a Camus, “pero al final no pude hacerlo”; sin embargo, “coincidió que, en esas fechas, echaron en televisión la trilogía de Pedro Olea con José Frade”. A saber, Tormento, Pim, pam, pum... fuego yUn hombre llamado Flor de Otoño. “Y me di cuenta de que ambos directores tenían muchas similitudes, así que me planté en casa de Pedro en Bilbao y le hice una entrevista intensiva y súper precisa sobre cuestiones que a mí me han surgido en los rodajes, pero también acerca de inquietudes que tengo como espectador y de cosas que no te enseñan nunca en la escuela de cine y que luego vas aprendiendo en la práctica”, indica el autor.
El siguiente paso fue darse cuenta de que Olea integraba también al marco del cine vasco, “y vi que se abría una posibilidad muy clara de reunir a una serie de cineastas y de establecer una especie de escalera entre pasado y presente”, no en vano, los tres realizadores y el trío que conforma el colectivo están separados entre sí por poco más de una década. Así, Olea nació en 1938; Uribe en 1950; Urbizu en 1962 y los Moriarti entre 1974 y 1977, y, a su vez, representan el cine realizado en los años 70, 80, 90 y 2000.
“A priori, puede parecer que no tienen mundos personales comunes, pero sí comparten que ven el trabajo del director de cine como el de un artesano, como los filmmakers de la época de los estudios”, dice Rayo, que ha planteado más o menos las mismas preguntas a todos, extrayendo respuestas y tonos distintos de cada encuentro. “Las entrevistas se pueden leer casi como capítulos de una novela; todos son diferentes y es interesante conocer sus puntos de vista”.
En ese sentido, opina que la perspectiva de Pedro Olea “recrea una época que claramente se ha ido”, con una importante presencia de anécdotas. Uribe, por su parte, fue “más comprometido con su época y el contexto sociopolítico”, generando un cine más “militante”, que, al mismo tiempo, estaba “basado en el cine americano” por la influencia de las clases que recibió de Pilar Miró en la Escuela Oficial de Cine.
EnEnrique Urbizu “el cine de género está muy presente desde sus inicios”, y, por último, aunque “son los primeros posmodernos”, los Moriarti plasman su cinefilia y “amor al cine” en sus trabajos. Y son “una rara avis”, ya que “ahora mismo han logrado ese equilibrio peregrino y casi utópico de gustar a la crítica y al público”, afirma el escritor, que con este libro quiere también “hacer un guiño” a los estudios que él recibió, en un momento en que “en las escuelas la enseñanza de la técnica está más bien a la baja” y en las películas que se estrenan “prima el tema sobre la forma”.
Artista frente a obra colectiva
Varias de las cuestiones que Imanol Rayo plantea a sus colegas están directamente relacionadas con la dicotomía entre forma y fondo, que también es el dilema entre autor-artista y director de cine. “Y no vengo a ofrecer ninguna conclusión o a decir qué es blanco o qué es negro”, aunque reconoce que la tendencia al cine de autor está hoy al alza y genera títulos “a partir de experiencias personales, búsqueda de autorrealización o necesidad de saldar cuentas con el pasado”.
En su caso, “siempre he tirado más por la forma que por el tema”, comparte. Y en el de los entrevistados, también. Por ejemplo, “para Urbizu es un debate superado hace mucho tiempo”. El director de No habrá paz para los malvados opina que el estilo “viene de la narración y del propio hacer de cada uno”, tratando de no caer en la autoconsciencia y relativizando y “quitándole hierro” a lo que, en definitiva, es un oficio. Lo mismo sucede con Arregi, Garaño y Goenaga, que, a pesar del “momento espectacular” que están viviendo, “trabajan con humildad” y “sin darse importancia”.
Esa falta de autoconsciencia de directores como John Ford o Raoul Walsh es lo que, a juicio de Rayo “los llevó a ser artistas de primer nivel aun sin saberlo”, lo que “les honra”, teniendo en cuenta la marea de egos que acostumbra a verse en el sector. Para respaldar este planteamiento, el director navarro echa mano de una cita al catedrático Santos Zunzunegui: “Si algo puede afirmarse sin lugar a duda del cine americano de la época dorada es su carácter de obra colectiva asentada sobre una sólida y bien engrasada división del trabajo”, un reparto que "no solo no mermó la calidad de las películas, sino que la reforzó”.
Poco riesgo
Imanol Rayo aclara que este libro no es un ejercicio de nostalgia “en absoluto”, sino una recopilación de conversaciones en las que cuatro “artesanos” cuentan cómo hacen las películas. Y, a modo de aportación personal, el director navarro echa de menos un mayor humanismo en el cine actual y más riesgo. “Vivimos tiempos muy blandos en general y las vanguardias autorales no son lo que eran antes. No son rompedoras ni radicales y no tienen ese componente que sí tenían Bresson o Bergman de abrir nuevas vías narrativas”, señala. Por supuesto, reconoce que hoy hay productos “mejores que otros”, pero “generalmente olvidables”.