pamplona - Carolina Marín llegó al bádminton por casualidad. Fue su amiga y vecina Laura Sánchez la que le hizo cambiar su traje de flamenca por una raqueta y un volante hasta entonces desconocidos para ella. Ahora es la primera en corregir un lapsus de su segundo entrenador, Anders Thomsen, cuando le comenta a Quique Peinado que las plumas del volante pertenecen al ala derecha del ganso, cuando en realidad son del ala izquierda. Una situación divertida que, sin embargo, resume a la perfección el nivel de inmersión y compromiso de Carolina Marín con el deporte que la ha convertido en leyenda. La tricampeona del mundo de bádminton es la protagonista de la última entrega de la temporada de Leyendas en DMAX, mañana a las 22.30. El público descubrirá la faceta humana, cercana y divertida de esta atleta de 25 años que ha hecho historia y que contrasta con la imagen seria y rigurosa que ofrece cuando está en una pista de bádminton.

Con solo 14 años, Carolina se trasladó a Madrid para vivir en la Residencia Blume para deportistas de élite y entrenar en el Centro de Alto Rendimiento de la capital. Un momento que recuerda de manera muy nítida en Leyendas el director de la residencia, José Ramón López-Díaz, desde la habitación que lleva una placa con el nombre de la deportista. Carolina dedica una media de ocho horas diarias, de lunes a sábado, a trabajar para cumplir su sueño de ser la mejor. Seis horas de entrenamiento en pista y gimnasio al más alto nivel, varias sesiones a la semana con la psicóloga y dos horas diarias de fisioterapia ayudan a la atleta a mantener el equilibrio mental y físico para sobrellevar este esfuerzo sobrehumano que pocos deportistas logran aguantar y que, en parte, es la clave de su éxito. “Lo mío ha sido a base de mucho trabajo y mucho esfuerzo y constancia. No todo es talento. En mi caso es, sobre todo, mucho trabajo”, explica la triple campeona del mundo. Pero la dedicación y el compromiso de Carolina por seguir en lo más alto de la élite mundial del bádminton también tiene sus consecuencias. “Muchas noches no dormía de lo cansada que estaba. Me levantaba diciendo: ¡Madre mía que ahora tengo que ir a entrenar?! Y ahí me veías entrenando normalmente, al 100% y súper implicada” confiesa a Quique Peinado.

La deportista comparte 12 años de vida profesional con su entrenador Fernando Rivas. Una persona junto a la que ha vivido momentos de máxima tensión, pero a la que “nunca le he gritado, le tengo mucho respeto”, admite. Rivas reconoce que cuando la vio por primera vez le sorprendió “su agresividad” y su rapidez en el juego. Ambos se han convertido en un exitoso tándem que lleva a cabo novedosos métodos como los entrenamientos a través de partidos jugados por ordenador, el entrenamiento del lenguaje no verbal o en el plano físico el entrenamiento en apnea. Su fisioterapeuta, Diego Chapinal, es otra pieza clave. Su función resulta vital para Carolina, que afirma que “normalmente todos los días me duele algo” y reconoce que “es el sufrimiento del deportista: tiene que entrenar igualmente con ese dolor”.