Diez discos y 23 años de trayectoria es el bagaje que atesora Zea Mays, banda euskalduna que se ha hecho nombre y hueco por méritos propios. Sobre su último retoño musical, Atera, ha charlado con EL CAMALEÓN Aiora Renteria, vocalista del grupo y que ahora además también se hará cargo de sintes y teclas. Y es que este último compacto conviven las guitarras con un lado electrónico. Y parecen llevarse más que bien.

-¿Este encuentro entre lo orgánico y lo electrónico estaba en mente desde un principio, o fue surgiendo conforme llegaban las canciones que han terminado por ser Atera ?

-Sí que hay una combinación, pero decir que premeditado... Nosotros hacemos las cosas como van saliendo en el local y como nos va convenciendo y gustando a nosotros. No es que digas vamos a hacer algo electrónico, sino que con el tiempo hemos ido comprando cosas, hemos comprado un sinte que da sonidos graves muy guapos y que tiene sonidos muy interesantes, y empezamos a jugar con ello. Ha sido parte de la composición desde el principio y creo que eso se nota. Mientras uno tocaba el bajo, yo estaba con un teclado haciendo ciertas cosas y en la composición va mucho más unido y queda mucho más natural.

-Se trata del décimo trabajo de Zea Mays. Vayamos al título, Atera ( Salir ): ¿de dónde se ha salido con este compacto?

-El disco se llama Atera y tiene un concepto de todo: salir, sacar Salir de tu entorno. No es tanto un salir físico, ni que nos vamos a tocar a Madrid, que ya lo hemos hecho varias veces. Es el ir más que nada de dentro hacia fuera, de tu casa a la calle, que haya un movimiento y una vida, que haya un algo... porque si no, el quedarse estático eso no funciona. Y es ese Atera, es todo lo que hay. Es fuego, es vida... Todo hacia fuera.

-¿Qué ha salido entonces hacia fuera desde lo que sería el corazón de la propia banda?

-Creo que hemos sacado un décimo disco realmente muy redondo e intenso, muy nuestro. Y aparte, el sonido que teníamos en la cabeza, es el que suena al final y eso es muy difícil de conseguir. Eso ha sido un trabajo de Campi, que es el productor. Él decidió con quién mezclábamos, con quién masterizábamos Y ha sido un acierto, suenan como teníamos en la cabeza y es algo que no se consigue con todos los discos.

-Como has mencionado, habéis trabajado la producción junto a Carles Campi Campón (Vetusta Morla, Jorge Drexler...). ¿Qué sonido buscabais con su elección?

-Barajamos diferentes opciones y llegamos a Campi, le gustó mucho el concepto de que somos una banda de rock que llevamos 23 años juntos y eso se nota, hay una fortaleza y un aguante... Somos un grupo potente y es por todo el tiempo que llevas, por tantos ensayos. Campi quería plasmar toda esa fuerza del directo, que ese sonido apareciese en el disco. Por eso eligió a Hector Castillo, que ha trabajado con gente como Rufus Wainwright, para las mezclas; o a Fred Kevorkian, que masterizó el disco y ha trabajado con gente como The White Stripes. Ha sido una elección que ha sido todo un acierto, porque trabajar con él es superfácil. De hecho, de la batería, el bajo y guitarra se han quedado las tomas reales de todos tocando a la vez, mientras que otras veces vas cambiando... pero esto se ha quedado así. De ahí que en las canciones haya frescura, porque a la hora de grabar, ha habido pocas tomas y eso se nota.

-Dejando la grabación a un lado, de cara a los directos, ¿cómo se llevan los sintes al directo: se disparan secuencias, tocas tú...?

-En los últimos discos lo hacíamos con el Ableton secuenciador de audio y MIDI y llevábamos en el ordenador las programaciones más importantes, pero ahora con este último trabajo, hay ciertas canciones en las que toco yo el sinte. Por ahora, me atrevo a hacerlo en tres y ya iré viendo poco a poco Es un instrumento que no controlo y yo me siento muy cómoda cantando solo, lo disfruto mucho más que al cantar y estar también con un sinte... Sí que me planteo meterlo en algún tema más, pero más adelante.

- Kea ( Humo ) ha sido uno de los temas elegidos como adelanto, incluyendo un videoclip grabado para la ocasión. A raíz de esa diversidad que retrata su letra, ¿vivimos en tiempos en los que todo es blanco o negro, sin lugar para el gris?

-Al final lo que intentamos decir es que somos una auténtica contradicción continúa. Yo, por lo menos, lo soy: el mismo punto me puede parecer blanco o negro, tengo frío o tengo calor Lo perfecto sería poder tirar a los grises, pero no lo hacemos casi nunca... Y tenemos que ser conscientes de que somos seres contradictorios y que no pasa nada, parece que tenemos que ser megacoherentes desde el principio hasta el final Tú vas buscando cosas, algunas te convencen y otras no, algunas las vas cambiando y otras no Y no pasa nada. Parece que de principio a fin tenemos que tener un control de toda una coherencia política y una coherencia de vida y no tiene por qué ser así. No tenemos que tener miedo a los cambios.

- Atera es el trabajo número diez de en más de dos décadas de trayectoria... ¿qué le viene a una a la cabeza, cuando observa el camino recorrido desde la distancia?

-Que de primeras no te lo esperabas ni de coña. Al final hemos ido haciendo las cosas una detrás de la otra y no soy muy consciente tampoco. Han pasado 23 años y el tiempo pasa muy rápido y ha sido supercompleto. Por ejemplo el concierto con la Orquesta Sinfónica de Euskadi en 2017 fue algo increíble, o algún concierto en el BBK Live, que fue superemocionante, con la carpa petadísima... Nos están ocurriendo cosas increíbles y al final no te das cuenta y tendríamos que pensar un poquito mas para disfrutar de ellas. De este disco, del concierto del otro día del Antzoki de Bilbao Nos han pasado cosas maravillosas y esperemos que nos sigan pasando durante unos cuantos años.

-De cara a la presentación en Zentral y contando con que este nuevo disco será protagonista, ¿qué concierto habéis preparado?

-Sí, Atera será el protagonista del repertorio, pero no faltarán esas canciones míticas que no pueden faltar porque si no la gente nos mata, pero que también tienen que estar porque nosotros las necesitamos: Kukutza III, Negua joan da ta... Es un concierto de casi dos horas, pero que a la gente se le hace corto. Y hay tiempo para todo: para bailar, para sacar un poco la lagrimilla y para acabar felices, que creo que eso es lo importante. Iremos a saco, como lo intentamos hacer siempre: que lo que no falte sea el alma y el corazón, es lo mínimo que podemos hacer.