pamplona - Confianza es una palabra que en la montaña adquiere especial importancia. Y para Mari Ábrego, Josema Casimiro era su hombre de confianza, el hombre con el que compartió la mayor parte de las expediciones en la década de los 80 y de los 90. “Nuestra relación ha sido muy estrecha, porque prácticamente todas las expediciones que he realizado ha sido con él, y, más allá de la montaña, he tenido mucha relación con él aquí, en casa, donde siempre hemos mantenido una buena amistad. Yo conocí a Mari con 18 años. Nos fuimos juntando en el monte, hasta que Mari me invitó a la primera expedición. A partir de ahí fue una trayectoria muy amplia en el Himalaya, con ascensiones importantes como la del Jannu o principalmente la del K2, que fue una gran ascensión en estilo alpino, la primera nacional, de sólo dos personas a una montaña de esa envergadura, en estilo alpino, sin utilizar oxígeno, ni cuerdas ni sherpas... Fue un hito en aquellos años. Y todo esto fue gracias a su visión y su empuje. En aquellos años en Navarra a nadie se le ocurría hacer algo así. De no haber sido por Mari, esa expedición al K2 no se hubiera hecho. Nadie se lo hubiera planteado. Fueron muchos días los dos solos en la montaña y en la bajada el tiempo se puso muy malo. Cuando después de una ascensión tan importante has conseguido bajar bien a pesar de la tormenta, significa que lo que has hecho, lo has hecho bien, porque estabas con fuerza suficiente para bajar sin que nadie tuviera que ir a buscarnos. Las montañas no terminan en la cima, sino cuando vuelves al campo base”, recuerda Casimiro.

El conocimiento mutuo era total. “Sabíamos lo que queríamos hacer y lo hacíamos con calma, pensando y valorando los riesgos. Nunca íbamos a objetivos por llegar a la cima o coleccionar ochomiles, nuestro objetivo era ver a cuáles íbamos, por qué rutas... sobre todo pensando en algo que nos interesara estéticamente de la montaña y eso tiene un valor muy importante para nosotros. Mantuvimos una filosofía desde el principio de cómo y a qué montañas queríamos subir. Teníamos las ideas muy claras entre nosotros y eso se trasladaba a la vida diaria, porque, más allá de las expediciones, Mari y yo hemos seguido manteniendo la amistad en Pamplona y haciendo cosas juntos con las familias y hemos pasado ratos muy buenos aquí también”. Le gustaría que perdurara su recuerdo: “Fue un referente en el montañismo en Navarra y en España, que hizo grandes cosas, y fue una buena persona. Aparte de los logros deportivos, está la persona y eso es lo que queda para los amigos y para la familia”.

El mismo pesar mostraron otros compañeros de expedición como Javier Muru y Xabier Garaioa, que se mostró “triste, en un momento duro. Guardo el recuerdo de la tarde que estuve con él hace poco y sabía que podía ser la despedida. Recuerdo la expedición del Jannu como la más bonita, y allí estaba Mari, un innovador en la montaña. Recuerdo haber compartido con él la expedición del Dhaulagiri. Salió con catarro, llegó con neumonía, y aún se recuperó y a punto estuvo de llegar a la cumbre”.

Además, Mari Ábrego fue guía de Serafín Zubiri en tres expediciones. “Hace un año y medio nos juntamos los de la expedición del Aconcagua en 1994. Era un hombre muy fuerte, muy inteligente y con gran sentido del humor. Era muy buen estratega, tenía muy buen control de sus posibilidades y de las posibilidades de los demás. Era un hombre entrañable y para mí ha sido un referente como persona y como deportista. Aprendí mucho de él. Me alegro de haberlo conocido”, concluye Zubiri. Un sentir que ayer compartían muchas personas.