El pasado 27 de julio, en plenos Juegos Olímpicos, ocurría una de esas cosas que cambian el curso de la historia del deporte. Y no porque la Federación de Estados Unidos de Gimnasia anunciara que Simone Biles no iba a competir al día siguiente "por problemas médicos", sino porque la propia gimnasta no quiso esconderse detrás de una falsa lesión física sino que pocas horas después anunció que lo suyo era "un bloqueo mental".

Quizás sin pretenderlo, sino tan solo por la valentía con la que ha afrontado todo en su vida, la mejor gimnasta de todos los tiempos exponía ante el mundo entero que existen las lesiones psíquicas, que admitirlas no es señal de debilidad y que hay que acabar ya con el tabú que las han ocultado siempre en el mundo del deporte. Si ningún deportista se avergüenza de romperse un tobillo, sino que se pone en manos de los traumatólogos, ya va siendo hora, ya va siendo milenio, de no avergonzarse por sufrir una ansiedad o una depresión y por ponerse en manos de los psicólogos.

Simone Biles se unía así a otros grandes deportistas -la tenista Osaka, el nadador Phelps, el futbolista Iniesta, el ciclista Valverde, la nadadora paralímpica Perales...- que han hecho público lo que hasta hace apenas 15 o 20 años se escondía.

El navarro Luis Astrain es psicólogo del deporte y en las dos últimas décadas ha desarrollado su labor con Osasuna, con otros profesionales de la pelota o el ciclismo y, en los últimos años, con el deporte de alto rendimiento de Navarra a través de la Fundación Miguel Induráin.

¿Es importante que las grandes figuras del deporte no oculten sus problemas mentales cuando los sufren?

-Sí, claro. Son deportistas que dan una visibilidad a estos problemas. Es importante porque hace 15 años no se hacía. Ha cambiado el escenario. A las personas les cuesta mucho decir que van al psicólogo, pero ahora empieza a no ser un tabú. Y para los deportistas aún ha sido más difícil, porque se entendía como una debilidad, como algo que no iba a ser bien visto. Hay que aplaudir a estos grandes deportistas que no ocultan sus problemas mentales, porque son personas que tienen una influencia muy grande en la sociedad -en los deportistas y en los no deportistas-. Un chaval que ve que Iniesta admite una depresión puede entender que no pasa nada si él tambien admite que está mal y que necesita ir a un psicólogo.

En todo caso, vivimos una sociedad en la que se mira con recelo a quien dice que va al psicólogo.

-Sí, por el temor a que te pongan una etiqueta. Y, en el caso de un deportista, por el temor añadido a que tu entrenador no te ponga en el partido si le dices que no estás bien. Es mucho más fácil decir que tienes una molestia en el isquio... Muchas veces, los deportistas encubren lo mental con lo muscular: "Me duele, tengo no sé qué molestia€".

La primera vez que Osasuna usó un psicólogo del deporte, el doctor Ventura, en la sociedad (y en el propio equipo) se recibió más como una curiosidad chistosa que como algo necesario para un equipo profesional. Hemos mejorado, ¿no?

-Ventura fue pionero en trabajar las técnicas psicológicas y había futbolistas del primer equipo que lo veían como algo ridículo: ¿a quién se le ocurre a hacer esas cosas en un vestuario de Primera...? Yo en Osasuna he trabajo colectivamente en categorías inferiores y de manera individual con profesionales. Y notas que cuando empiezas con alguien desde abajo, cuando llega arriba no le resulta extraño ni le causa rechazo el apoyo de un psicólogo. Para llegar a trabajar con un equipo profesional tienes que empezar desde la base. Trabajas con cadetes y juveniles que interiorizan que el psicologo es uno más del equipo técnico. Y no solo no les sorprende verte ahí, sino que saben que puedes ayudarles.

Del mismo modo que se entrenan físicamente, ¿es necesario que los deportistas entrenen su mente?

-Sí. Quizás para una vida normal y un estrés normal no te haga falta entrenar. Pero si te dedicas a un deporte de alto rendimiento, con lo que eso supone, es necesario. El deporte es bonito cuando todo va bien, pero cuando no va bien llegan los problemas. Además, todo deportista tiene un nivel de autoexigencia al máximo; aparte de la presión externa está la que se pone él mismo. Y tiene que aprender a gestionar esa exigencia, saber cómo reacciona. Hasta hace pocos años, cuando llegaba la competición decisiva se decía: "A ver qué día tengo, espero encontrarme bien". Y después había quien comentaba: "He tenido un mal día de cabeza". Ahora eso se puede entrenar y no dejar al azar. La psicología deportiva ha llegado para explicar al deportista por qué le pasa eso y qué puede hacer para que no pase. No es una ciencia exacta, claro, pero el deportista ve que puede trabajar sobre lo que influye en su mente.

¿Y eso cómo se hace?

-Lo primero es estudiar a ese deportista: ver cómo es su deporte -no es lo mismo uno individual que colectivo- y ver sus puntos fuertes y puntos débiles. Influye también mucho la edad y el entorno... Y una vez lo conoces, preparas una estrategia en función de sus circunstancias. Se trabajan las variantes de la psicología: confianza, motivación, atención, control del estrés. Todos los aspectos que el deportista puede mejorar. Por ejemplo, hay técnicas psicologicas que te enseñen a controlar lo que piensas en el partido, a estar mucho más atento. El peor enemigo del deportistas es él mismo, sus dudas, sus pensamientos. Hay futbolistas que me han confesado: "Estoy en un partido y la mente la tengo en todo menos en el partido".

-¿Y funciona?

-Sí. El deportista se ha ido acercando a la psicologia deportiva y ésta tiene cada vez mejores herramientas para ayudarle. No con mensajitos de autoayuda, sino con un proceso de entrenamiento. Por ejemplo, llevamos ya tres años trabajando con la elite navarra en la Fundación Induráin, y algunos me dicen: "Me conozco mucho mejor, sé qué me pasa por la cabeza y eso me ayuda para competir mejor". En el caso de estos deportistas, que la mayor parte no son profesionales, no solo se trata de controlar del estrés y la ansiedad, sino también de compaginar el deporte con los estudios o el trabajo. Si tienes un experto en psicología que te puede ayudar en el aspecto mental es como si tienes un nutricionista que te ayuda a comer mejor.

Suponemos que cada deportista verá su caso como único, pero que ustedes verán patrones claros.

-Sí. Hay dos tipos de deportistas: los que vienen porque están en un momento de dificultad -por resultados, por lesiones- y ven que están entrando en un bloqueo y quieren salir de ese bache. Y luego están los que, sin tener problemas, vienen porque quieren mejorar -tanto en sus resultados como en conciliar su vida- y saben que con la psicología pueden hacerlo. Es gente muy autoexigente.

¿La autoexigencia excesiva no es un riesgo?

-Sí. Los deportistas, incluso en las categorías populares, se preparan a tope. Hay gente que no está satisfecha si no corre un maratón o la Quebrantahuesos. Tenemos la cultura del trabajo y el esfuerzo, que es una ventaja, pero a veces hay un afán de superación desmedido.

¿Se nota diferencia entre el deporte de equipo, en el que parece que el jugador está más arropado por sus compañeros, que en el individual, en el que parece estar solo ante el mundo?

-Cada deporte tiene unas exigencias mentales propias. No es lo mismo un futbolista que juega todas las semanas que un taekwondista que se juega toda la temporada en un combate. La presión es distinta. Pero el deporte de conjunto tiene otras dificultades por estar dentro de un colectivo: cohesión grupal, dificultades en las relaciones.

Ha citado usted antes el entorno como una de las claves de la salud mental del deportista.

-Sin duda. El entorno es bueno si hace bien las cosas. Pero a veces es un problema por los padres sobreimplicados. Hay deportistas que te dicen que les preocupa más perder por la reacción en casa que por la de ellos, que están acostumbrados a ganar y a perder, porque el deportista aprende a convivir con la victoria y la derrota. Muchas veces, sobre todo con gente joven, acabas diciéndoles: "Tú no tienes ningún problema; quienes tendrían que venir aquí son tus padres, porque su apoyo no es el adecuado". Y el entorno no es solo la familia: en el reciente US Open, una tenista de Estados Unidos que perdió, dijo después: "Lo peor es que ahora nueve millones de personas me van a mandar mensajes por las redes sociales machacándome".

¿Son peligrosos esos mensajes que se están imponiendo de "Nada es imposible si te esfuerzas"?

-Sí, porque parece que si no llegas arriba del todo o no te clasificas para los Juegos es porque no quieres. Contra esos mensajes de autoayuda, de mister Wonderful, hay que hacer la pedagogía de situar las cosas en su contexto y que el deportista acepte su realidad. No es ponerle límites, sino situarles. Por ejemplo, un futbolista que no es muy bueno debe saber que no va a ser profesional del fútbol y tomar decisiones como estudiar.

¿Le preocupan como psicólogo los deportistas que convierten el deporte en algo demasiado importante y pierden ese sentimiento del deporte como un juego?

-Cuando estaba en activo, Perico Delgado decía: "En el ciclismo casi siempre se pierde, pero disfruto corriendo y a veces hasta gano". Si vives el deporte de una forma positiva disfrutas, si lo vives de una forma negativa solo te salva el resultado. Cuando Nadal pierde y dice que ha perdido porque el rival ha sido mejor, sin buscar excusas, libera mucho su mente, porque está diciendo: "Cualquiera me puede ganar y yo puedo ganar a cualquiera". Eso te ayuda a disfrutar con tu deporte y a rendir más en él. Qué controla un deportista: disfrutar. Qué no controla: el resultado y las consecuencias del resultado, lo que pasará si pierde. Pero cuanto estás centrado en disfrutar cada momento del partido todo eso no te afecta, estás en el ahora. Cuanto más entiende el deportista más positiva es su experiencia deportiva, y más duradera su carrera, porque el "Tengo que ganar" te quema. El deporte es esfuerzo y sacrificio, por supuesto, pero tiene que ser una experiencia positiva. Hay que ir a disfrutar aunque se sufra, como sufre un maratoniano, porque es un sufrimiento con sentido. Si solo se compite por dinero o por presión, el deporte se convierte en un calvario, y es imposible dar tu límite. Es curioso que estamos viendo -por ejemplo, en el tenis- a gente muy joven que gana grandes torneos porque tiene menos presión. Sus rivales tienen que ganar sí o sí, mientras que ellos aún disfrutan con su deporte. Pero luego a esos mismos deportistas les cuesta mantenerse arriba, porque entonces les llega la presión de tener que ganar.

Y si el deportista ya tiene dosis ecesivas de tensión, llega el coronavirus y lo complica todo un poco más.

-La pandemia ha sido como un tsunami para el deporte de elite: todos a casa y ahora, ¿qué? Ha habido situaciones de mucha incertidumbre, que para el deportista es algo tremendo. No saber cuándo se va a competir, no saber cuándo se debe poner en forma... Ha habido deportes que lo han superado muy bien, como el atletismo navarro, que ha logrado en el regreso resultados espectaculares de atletismo, pero para otros como los de contacto ha sido muy duro, porque si no te dejan tocar al rival no te puedes entrenar.

Dicen que el siglo XXI va a ser el de las enfermedades mentales (con permiso de las víricas, claro está). Es decir, no son solo una cuestión del deporte.

-Bueno, son problemas que siempre han estado ahí, pero que ahora tienen visibilidad. Hasta ahora, era algo de lo que no se podía hablar. No se daban ni cifras de suicidios. Eso ha cambiado. El bienestar psicológico se tiene cada vez más en valor, y sin esperar a que llegue el problema. Hay que prevenir. Tenemos unos hábitos no muy saludables, con problemas que ya existían y con otros nuevos, como la sobreexposición a la tecnología. Problemas agudizados por la covid, que ha provocado un gran aumento de peticiones de apoyo psicológico porque se han vivido situaciones muy fuertes, como perder a un familiar y no poder ni ir a verlo. Está claro que es una labor de todos: cuidarnos, cuidar a los demás, ser más solidarios y si alguien tiene un problema psicológico, tener empatía con él, porque es algo que nos puede ocurrir a todos.

Da la sensación incluso de que, hoy en día, hay más visibilidad de los problemas mentales en el deporte que en el resto de la sociedad.

-Es posible. Hay que tener valor para reconocer un problema, como el periodista Ángel Martín cuando ha dicho públicamente que ha estado dos semanas ingresado por un brote psicótico... Quizás la pandemia ha hecho aumentar la sensibilidad: miedo, incertidumbre, nostalgia. Y nadie se ha salvado de sufrir un problema o de tener alguien en el entorneo que lo ha sufrido. Ha habido más introspección, la gente se ha puesto a pensar en sí misma y en su vida. Se ha vaciado la piscina y se ha visto cómo estamos, todo lo que hay que limpiar.

¿Cómo está la psicología en España?

-En España hay muy pocos psicólogos en la sanidad pública. Antes apenas se convocaban 150 plazas de plazas PIR (Psicólogo Interno Residente) y ha subido a 180, pero se presentan 5.000. Habría que crear muchas más plazas. Los colegas que trabajan en lo público tienen que atender a tantos pacientes que no pueden pararse en cada uno el tiempo necesario. La gente cada vez pide más que se escuchen sus problemas mentales.