Al margen de eso de que dentro de cada aficionado hay un seleccionador que haría, por supuesto, una lista mucho mejor que la de Luis Enrique –por no hablar de los programas-basura que ya habían decidido hablar mal de esta lista, fuera cual cual fuera, en busca de la polémica que les dé audiencia–, lo que ha quedado meridianamente claro, una vez más, es que el entrenador asturiano tiene vetados a los jugadores con personalidades fuertes. Su filosofía es muy sencilla: el único líder de la selección es él. Y ése es, sin duda, uno de los motivos de que apueste tanto por los jóvenes y de que en caso de duda en cada puesto se decante por el futbolista de personalidad más humilde y disciplinada. Un liderazgo y un protagonismo tan férreos que incluso afectan a su staff técnico, que evita hacer declaraciones públicas, no se vaya a mosquear el sheriff. Un estilo discutible, si se quiere, pero que no se puede negar que hasta la fecha le ha funcionado.