“Una estatua a Catachú en la Plaza de la República (actual Plaza del Castillo)” reclamaba Jacinto Miquelarena tras la brillante actuación del interior izquierda osasunista contra el Athletico de Madrid en el Metropolitano, el 11 de diciembre de 1932. Miquelarena, periodista del diario bilbaíno Excelsius, dedicó una loa al juego demostrado por Osasuna jamás escritos y a su jugador Ángel Rodríguez Iturralde, conocido como Negro y también como Catachú. El resultado fue de 1-5 para los rojos (sic), toda una hazaña para el equipo navarro y para el jugador que marcó los cinco tantos: Julián Vergara.

Vergara, en 1968.

Vergara, en 1968.

El periodista bilbaíno apreciaba el fútbol de otra manera, y otorgaba más valor al creador del juego, pases y regates que al puro goleador. En la misma línea esteta, Cantona, que destacó por su liderazgo en Manchester y sus goles de bella factura –como aquel mítico de vaselina que inmortalizó subiéndose acto seguido el cuello de la camiseta-, o sus anuncios en TV junto a otras estrellas reivindicando el Jogo Bonito, o la menos estética -y también recordada- patada voladora a un aficionado, cuando le preguntaron en cierta ocasión por el mejor gol de su carrera, respondió: un pase. Estetas del fútbol.

El carné de jugador de Julián Vergara.

Las marcas personales gozan hoy de gran valor en el mundo del fútbol. Sin ir más lejos, Ante Budimir ha batido esta temporada el viejo récord de Vergara como máximo goleador en una campaña: 20 goles, una cifra difícil de alcanzar en Osasuna. Vergara lo hizo, y eran once los rivales en un campeonato en el que el equipo terminó último. A pesar de ello, Juliantxo fue el tercer máximo goleador de la categoría. Por eso, conviene ser justos y recuperar su memoria.

Caricatura del delantero en ‘El Pensamiento Navarro’.

250 goles con la zamarra rojilla

Contrariamente a lo que se pensaba hasta hace poco (187 señala Wikipedia), Vergara marcó muchos más goles. De hecho, fueron alrededor de 250 sólo en Osasuna. Diez más, 260, le adjudicó Eduardo Trincado (Diario de Navarra, especial centenario, 2020). Una locura.

Las cifras aportadas aquí fueron descubiertas por el portal digital de estadísticas BDFútbol, gracias a un trabajo minucioso de comprobación de los resultados, jornada tras jornada, en toda la prensa histórica. Uno de sus investigadores, Antonio Chacón, en contacto con Osasuna Memoria, nos facilitó la cifra de goles y otras estadísticas llamativas.

Hasta hace poco tiempo, antes del centenario, era el propio club el que consideraba a Sabino Andonegui –otra leyenda– máximo goleador en su historia. En un trabajo que publicamos con motivo del centenario, “Vergara, la txapela voladora”, reivindicamos su figura y demostramos aquel error. Vergara era el máximo goleador, pero nos quedamos cortos. A raíz del primer récord de Budimir como máximo goleador en Primera, quisimos rescatar de nuevo la figura del gran desconocido.

Julián Vergara Medrano (1913-1987), nacido en Olite, fue el primer delantero moderno, un falso nueve. Llegó a Osasuna en 1932 procedente del equipo de su pueblo, el Erri Berri. Natalio Cayuela, presidente del club, lo fichó por consejo del directivo Martín Goñi, como su apuesta personal. Con 19 años, Juliantxo, destacaba por su inteligencia, colocación y capacidad goleadora. No era un delantero al uso. De escasa envergadura, paradójicamente iba muy bien de cabeza. El control de pecho y el disparo eran su seña de identidad, y tenía una asombrosa habilidad para bajar el balón y marcar lejos del alcance de porteros y defensas. Tuvo la mala suerte de jugar sólo una temporada en primera con Osasuna y disputó otra con el Barça.

El Alavés, su rival predilecto

Los datos hablan por sí solos: tras su debut, el 27 de noviembre de 1932 en el campo del Murcia, en un partido de Segunda División, esa temporada marcó, en los 19 partidos de Liga y Copa disputados, 27 goles. Entre ellos destacan los cinco goles al Atlético de Madrid, cuatro al Deportivo de la Coruña en casa y sendos hat-tricks a Celta y Murcia.

Su temporada más goleadora fue la de 1934-35, en la que hizo 45 goles en 38 encuentros de 2ª División. En la siguiente temporada, marcó 35 goles en 1ª y en la campaña 1939-1940 fueron 34. Superó los 20 goles en ocho temporadas con el club, récord difícil de igualar.

Hoy, Budimir y los demás rojos pueden tomar nota: el rival predilecto de Vergara fue el Alavés, al que hizo 17 goles en 17 partidos y venció en 15 de 17 ocasiones.

10 goles en un partido

Vergara, con 240 goles en 235 partidos oficiales con Osasuna, tiene uno de los mejores promedios goleadores de la historia del fútbol español, a la altura de otros que superaron el gol por partido en España como Isidro Lángara o Cristiano Ronaldo. Un dato demoledor y más en Osasuna, donde será difícil volver a ver cifras similares.

Además, nadie ha llegado a su récord absoluto en España: máximo goleador en un partido, con 10 goles en su haber, algo que le convierte en leyenda. Era habitual que marcara varios goles por partido: hizo 24 hat-tricks entre los que se incluyen 8 pókers (4 goles) y cinco repókers (5 goles). Una voracidad goleadora a la altura de los más grandes.

Vergara fue herido en la Guerra Civil y, aún así, el FC Barcelona pagó 100.000 pesetas por su traspaso a Osasuna, el más alto de entonces. Y tras una temporada y media, a pesar de la buena experiencia personal, no acabó de adaptarse. Osasuna perdió a Bienzobas y le llamaron, Vergara rechazó 35.000 pesetas del Málaga por ayudar a Osasuna, donde jugaría cuatro temporadas más. Después vinieron equipos como el Constancia de Inca o el Escoriaza de Zaragoza. Regresó por tercera vez al equipo rojillo y de ahí pasó al Athletico Universitario, Tudelano, para finalizar donde comenzó su carrera: el Erri Berri. Se retiró con 40 años. Años después recordaba a tantos compañeros, en especial a Vicente Rey, Emilio Urdiroz y Vicente Cuartero como sus tres mejores amigos en el fútbol. Sobre Osasuna escribió: “Quedo unido para siempre con vínculos que nacen en el corazón”.

La cifra total de goles se desconoce, se estima que supera los 300.

Una estatua con txapela

No deja de sorprender la desmemoria de algunos. Durante el centenario de Osasuna, los fundadores del club fueron olvidados; ahora es el turno de sus máximas leyendas y realizadores.

En dos ocasiones, en 1970 en las Bodas de Oro del club, y en 1980, el año del regreso a Primera tras 20 años, no había duda de quién era Vergara. En un documental del No-Do aparece con su inseparable txapela, sobre el césped del campo de fútbol, explicando su debut y los primeros años de su carrera. En otras imágenes, se le ve en El Sadar con uno de sus hijos, rodeado de aficionados con quienes charlaba animadamente en Graderío Sur. La imagen que proyecta es la de la humildad personificada.

En 1971 fue homenajeado junto a Vicente Rey, se disputó un partido entre dos combinados de exleyendas y un partido femenino entre Gares y Pamplona. En una entrevista de 1980 mostraba orgulloso el reloj que le regaló Osasuna en 1956.

Además de cuadrar cuentas y generar marca y negocio, cultura de club es mirar a la historia, a la memoria, destacar valores e identidad colectiva y recordar leyendas, por qué no; y más las de perfil humilde. Todo ello crea un valor añadido, una identidad propia, y es ahí donde hay que recordar a los grandes. “Todo profesional debe sentir los colores que defiende y de los contrario es mejor que haga las maletas y se vaya a otro lugar”, le contaría al periodista Javier Martínez de Zúñiga en 1968.

Cualquier otro equipo lo elevaría a categoría de mito sólo por sus cifras. Si alguien merece una estatua en El Sadar, o un busto, ése es nuestro Pichichi particular: Juliantxo Vergara.