La Catedral del ciclocross, construida en Igorre durante años con el barro de los sueños y cimentada sobre las columnas del entusiasmo, precisa una rehabilitación. Enraizada en el tuétano del ciclocross, la gran obra necesita tiempo. Una parada para seguir creciendo y escalando hacia el futuro y recuperar el techo vasco de la especialidad. “Simplemente nos tomamos un respiro para seguir con más fuerza en los próximos años. El año que viene el ciclocross de Igorre recuperará su carácter internacional”, subraya convencida Leire Aurrekoetxea, la presidenta de la nueva directiva de Arratiako Ziklista Elkartea.

Después de que la pasada campaña no pudiera disputarse el ciclocross por culpa de la inclemente pandemia del coronavirus, que continúa con el colmillo retorcido, la prueba se centrará este domingo en los más jóvenes, en las categorías inferiores, muy lejos de su estatus, que atraía a las principales figuras estatales y, durante algunos años, a las estrellas internacionales.“Queríamos hacer una transición tranquila. Las carreras de categoría élite y el resto regresarán el año que viene, de eso no hay duda, pero este año vamos a empezar con los más pequeños. No es una renuncia al espíritu clásico, que nadie piense eso”, certifica Leire, que lidera un equipo en el que están involucrados, entre otros, los exciclistas Mikel Zarrabeitia y José Ramón Uriarte.

Leire Aurrekoetxea ha tomado el relevo de Juan Mari Zurinaga, quien junto a otros voluntarios ha capitaneado la directiva durante 44 años. “Llevábamos un tiempo queriendo cambiar la directiva. Necesitábamos un relevo. Ha sido un proceso largo. Hemos trabajado en común con la nueva directiva. Nos tienen para lo que quieran. Creo que el cambio es muy bueno para reforzar la prueba de cara al futuro”, desliza Zurinaga, alma mater del ciclocross de Igorre durante más de cuatro décadas.

“Estoy ilusionado con la nueva etapa, la gente está muy involucrada para sacar esto adelante. Además están trabajando mucho en la cantera”, detalla el que fuera guía de la prueba más prestigiosa del almanaque vasco. En ese tiempo, una vida, el ciclocross de Igorre se convirtió en el máximo exponente de la especialidad en el Estado. Referente absoluto. Un monumento de barro. La prueba vizcaina perteneció al calendario de la Copa del Mundo desde 2005 hasta 2011 y con anterioridad también fue puntuable en 1993, 1995 y 2001. Los mejores ciclocrossistas pisaron el suelo de Igorre. Era la cúspide de la pirámide.

Ser parte de la cartografía de la Copa del Mundo es un quimera en estos tiempos convulsos. Exige un desembolso homérico. En otro escalón, organizar una prueba internacional exige un mínimo de 30.000 euros de inversión. Esa es la próxima meta. “El año que viene lo haremos. Contamos con patrocinadores que siempre nos han ayudado y pensamos que la Diputación de Bizkaia y el Gobierno vasco también pueden involucrarse”, establece Aurrekoetxea.

APUESTA POR LA CANTERA

La idea de la nueva directiva del ciclocross de Igorre es vitaminar las raíces y fortalecer el humus con el sustrato de las nuevas generaciones. “Nos parece muy interesante el torneo promovido por la Federación Vizcaina para que los chavales y chavalas más jóvenes puedan competir a través de la Txiki Kopa. De la base saldrán las figuras del futuro. Estamos muy involucrados con ese proyecto. Creemos que es muy bueno para la especialidad”, sostiene Aurrekoetxea, testigo del deleite de los más pequeños en el barro.

“Cuanto más barro y más se ensucian mejor se lo pasan. Además, el ciclocross es complementario con la carretera. Se ha visto que no es perjudicial para la ruta; es totalmente compatible y recomendable”. Aurrekoetxea piensa en figuras como Van Aert o Van der Poel, dos astros en el barro y en el asfalto. “Figuras así siempre ayudan para hacer afición y crear cantera”. Del barro se extraen las piedras para crear La Catedral.