Si alguno de ustedes convive con algún forofo del motor, habrá observado que lleva ya unos días más nervioso de lo habitual, y haciendo alguna que otra cosa rara, como unos movimientos bruscos de muñeca acompañados de un “Bruuum, bruuum” más o menos fuerte, o unos volantazos no menos imaginarios -los platos, antes de ponerles comida encima, les atraen de manera irresistible-. No hay que alarmarse ni darles medicamentos; es el habitual síndrome de abstinencia de estas fechas. La única precaución elemental es no dejarles oler gasolina. Y es que hay que ponerse en su lugar: el Mundial de motociclismo y el de la Fórmula 1 coinciden en hacer un parón de tres meses y pico, y en ellos, a diferencia del fútbol, no hay amistosos de pretemporada que echarse al coleto. Ni adelantamientos, ni emoción, ni nada. Y aún falta un mes para que rujan los motores, y cuidado cuando negocien curvas en casa, y aún más con la vajilla.