ste 2020 no creo que lo recordemos por esa cena de empresa donde el jefe se puso la corbata de sombrero e hizo la cabra para desgracia de todos y todas. Tampoco creo que sea muy recordado el amanecer de la Nochevieja con poco frío y camino a casa con tres churros en cada bolsillo. Ni siquiera los caramelos del Rey Melchor este año cuando los tire nos van a joder el riñón para gusto de los más pequeños. De todas esas cosas que tanto nos gustan me parece que este año con el amigo invisible nos tendremos que conformar y ya nos cogeremos la revancha el siguiente.

En marzo llegó un enemigo invisible, por lo menos a nuestra vista, que todavía sigue en pie y nos ha cambiado la vida de un plumazo. No solo él es invisible sino que ha conseguido que muchas de nuestras cosas también lo sean, maldito regalo.

Nuestro fútbol desde aquel marzo tiene una manta por encima y que no se piense el enemigo ese que nos ha hecho desaparecer. Primero salieron nuestros equipos de categoría nacional y después de mucho tiempo por fin esta semana ya metemos espectadores a los campos. Mucha gente estamos todavía debajo de esa manta y preparada para salir pero lamentablemente no depende solo de nosotros, sino de todos.

Nuestros equipos de Autonómica, de Preferente, de Regional y ese fútbol base que tanto nos da y nos ofrece estamos deseando salir a esos campos de Dios para poder hacer lo que más gusta, jugar al fútbol. Todos sabemos que el enemigo existe aunque no lo veamos pero también sabemos que en nuestros campos de fútbol quizá haya espacio para todos menos para él.

Miro de reojo a otras comunidades y me encuentro de todo. En unas se juega y se entrena, en otras ni uno ni lo otro y en otras como la nuestra tenemos la miel en los labios. En cualquier caso el volver a jugar sería el mejor de los regalos para nuestros jóvenes y para muchos no tan jóvenes. Si todos nos portamos bien el amigo invisible lo hará con ellos, ojalá.El autor es técnico deportivo superior