la Economía es una ciencia social que se encarga de estudiar las decisiones individuales de gasto, producción y reparto de renta, prestando especial atención a las consecuencias de estas decisiones para los mercados y el bienestar de la sociedad. Es habitual que, a la hora de enseñar o investigar en Economía, se hable de Microeconomía para referirse al análisis de los comportamientos individuales y de Macroeconomía cuando se trata de examinar las magnitudes agregadas.

Hablemos de la Macroeconomía y de sus modelos. Los economistas trabajamos con modelos para tratar de interpretar la compleja realidad económica y predecir su evolución en el futuro. Los modelos macroeconómicos permiten estimar los valores de las variables económicas más conocidas: el PIB, la inflación, los tipos de interés, la tasa de desempleo, etc. La forma más habitual de construir un modelo macroeconómico es a partir de la resolución de un sistema de ecuaciones que coincide en número con el número de variables a determinar. Cada variable macroeconómica aporta una ecuación de comportamiento, o bien se determina a partir de una condición de equilibrio de mercado (oferta igual a demanda). ¿Cómo construyen los economistas estos modelos? ¿Qué supuestos utilizan? Tradicionalmente, los modelos se basaban en relaciones entre las variables de las que se disponía de cierta evidencia empírica (por ejemplo, el consumo suele aumentar con la renta disponible o los salarios tienden a subir cuando la tasa de desempleo baja). Pero en 1976 el economista estadounidense Robert Lucas (profesor de la Universidad de Chicago y premio Nobel de Economía en 1995) publicó un artículo en el que alertaba de que los modelos que simplemente se basan en evidencia empírica incluyen ecuaciones de comportamiento que pueden cambiar con el paso del tiempo y, en particular, serían diferentes si las políticas económicas de los gobiernos o los bancos centrales se modificaran. La respuesta de los economistas a la Crítica de Lucas fue la de aplicar los principios de racionalidad utilizados en Microeconomía para obtener relaciones entre las variables que fueran coherentes con las elecciones óptimas de los agentes ante cualquier tipo de política económica. Los modelos macroeconómicos empezaron a construirse a partir de fundamentos microeconómicos. Inicialmente fueron los economistas Finn Kydland (noruego) y Edward Prescott (estadounidense) los que en 1982 publicaron un artículo en los que resolvían los problemas de optimización de las familias y las empresas, que junto con condiciones de equilibrio en los mercados, definían un modelo de equilibrio general dinámico. La familia representativa cada periodo determinaba las cantidades óptimas de consumo, ahorro y oferta de trabajo que le proporcionaban la mayor felicidad posible respetando la restricción presupuestaria. La felicidad de las familias se mide con una función de utilidad que aumenta su valor con el nivel de consumo y el tiempo de ocio. Las empresas deciden la cantidad óptima de producción, la contratación de trabajadores y la adquisición de capital físico para buscar el máximo beneficio. El modelo macroeconómico dinámico de Kydland y Prescott contenía una serie de parámetros que se calibraban para poder replicar las características de los ciclos económicos de EEUU. A partir de entonces, han surgido múltiples variaciones y extensiones con el objetivo de sustituir aquellos supuestos que no parezcan razonables (por ejemplo, la competencia perfecta o la flexibilidad perfecta de los precios para garantizar el equilibrio en los mercados). También se han ido incorporando elementos adicionales que actualicen la metodología a una realidad cambiante. De forma paralela, el incesante aumento de la capacidad computacional de los ordenadores ha permitido desarrollar programas que simulan el comportamiento de estos modelos y lo comparan con la realidad. Se mide la calidad del modelo a través de su capacidad para explicar los movimientos de las variables ya observadas en la realidad y para predecir la evolución de estas variables en el futuro. Así que disponiendo de un modelo macroeconómico dinámico y un ordenador se pueden cuantificar los efectos de políticas económicas alternativas. En muchas ciencias naturales, como la Medicina o la Biología, se exige una experimentación previa para aplicar los resultados de las investigaciones científicas. En Economía sería conveniente que cualquier medida relevante fuera examinada con rigor a través de un ejercicio de simulación. Los ciudadanos merecen saber, no sólo los efectos esperados con las políticas económicas, sino también cómo se han estimado dichos efectos. Estoy harto de escuchar a políticos (y también a economistas!) afirmando, con un sobreexceso de vehemencia y sin ningún tipo de argumentación, que la medida X supondrá la creación de Y puestos de trabajo o la reducción de Z puntos del déficit público sobre el PIB. Los debates entre economistas que aparecen en televisión muchas veces resultan absurdos. ¿Cómo es posible que dos sesudos y prestigiosos economistas tengan opiniones tan dispares sobre la misma cuestión? Y los dos están absolutamente convencidos de sus respectivas propuestas... Los investigadores que trabajan en el desarrollo de modelos macroeconómicos reconocen sus limitaciones, se esfuerzan en perfeccionar la metodología y suelen exponer los resultados con la cautela que recomienda tantos casos de previsiones no cumplidas. De hecho, los mejores investigadores consideran necesario efectuar un ejercicio comparativo de los efectos de las políticas económicas con modelos diferentes al preferido. La robustez de un resultado deseable obtenido en distintos modelos debería exigirse antes de poner a prueba cualquier medida. En resumen, me gustaría pedirles a políticos con responsabilidad en materias económicas (y a su gabinete de asesores expertos economistas) que asuman tres de los principios básicos en los que se asienta la actividad investigadora: el rigor, la transparencia y la prudencia.

Mientras tanto los investigadores en Macroeconomía seguirán trabajando duramente por mejorar la calidad explicativa y predictiva de los modelos. Kydland y Prescott recibieron el Nobel de Economía en 2004 por su contribución metodológica, pero les aseguro que en el diseño de modelos macroeconómicos también queda mucho trabajo por hacer.

El autor es profesor titular en Fundamentos del Análisis Económico. Universidad Pública de Navarra