l sonido de un rebaño de ovejas rompe la tranquilidad de Egozkue, un pueblo de apenas 24 habitantes a media hora en coche de Pamplona. Son de Marta Perez Loperena, productora de leche de oveja y elaboradora de queso de DO Idiazabal. Junto a su marido, hace cinco años comenzó una pequeña explotación de quesos, siguiendo con la tradición familiar del pastoreo de oveja lacha. Restaurantes, ferias y ventas directas suponían una buena parte de sus ventas. Con el parón producido por la covid-19, las ventas de Loperena se desplomaron; solo los pequeños comercios locales y las carnicerías siguieron comprando.

La producción de queso es estacional, empieza en diciembre, y acaba en junio. En primavera, los almacenes se van llenando, a la vez que se vende buena parte del producto. El presidente de la DO Idiazabal, José María Ustárroz, explica que la oveja "no se puede parar como una máquina", porque un corte brusco puede repercutir en futuras o sucesivas temporadas. En el pico de producción, pero con las ventas paradas, este año se creó un exceso de oferta en el mercado.

Ante el excedente inusual de leche, algunos pequeños productores optaron por vender la materia prima a terceros. Pero, según Rubén Palacios, director del Servicio de Agricultura del departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente del Gobierno de Navarra, esa medida es un parche: "Los pequeños agricultores pierden mucha rentabilidad si solo venden leche, porque la producción de quesos es lo que conlleva más valor añadido; sin queso, el único valor está en el animal, y es muy reducido".

Pero la falta de demanda es general en todo el sector. Enaquesa es una empresa que compra leche a ganaderos, y elabora quesos de DO Roncal. Su producción es de 600 toneladas al año, 120 mayor que la de Loperena. La empresa lleva un 20% menos de ventas respecto al año pasado, lo que supone una caída de entre un 50% y un 60% en los meses de abril y mayo.

Ante el tapón generalizado de producto en el sector del queso, la Unión Europea dispone de mecanismos para intervenir el mercado y prevenir desfases puntuales como el actual. El pasado 30 de abril, la Comisión Europea lanzó ayudas para almacenar quesos en instalaciones privadas en un periodo de entre 60 y 180 días, una medida que, según el texto aprobado, pretendía "detener la caída de los precios y la consecuente pérdida de rentabilidad del sector".

En toda Europa se podían almacenar 100.000 toneladas de queso como máximo entre todos los Estados miembros. Y Navarra se acabó llevando casi el 30% del cupo estatal, 1.372 toneladas de las casi 4.600 concedidas a España. Antes de vencer el plazo para la solicitud por parte de ganaderos, el cupo se llenó. Pero cubrió la demanda de la ayuda: según los datos del Gobierno de Navarra, solo se desestimó una petición por no adecuarse a los requerimientos administrativos.

Bajo esa medida, los productores de manera individual podían pedir almacenar en sus instalaciones el queso que no iban a vender. La Administración inspecciona que las condiciones son las requeridas, y precinta los lotes retenidos para asegurar que el producto estará sin entrar en el mercado durante el tiempo pactado. A cambio, el elaborador recibe una contribución inicial fija de 15,57 euros por tonelada, y 0,40 euros más por tonelada y día de almacenamiento.

"A veces, el productor es reticente a estas medidas, porque las ayudas no son muy atractivas", explica Rubén Palacios. Esos ganaderos, dice Palacios, aguantan hasta el final para decidir si mantienen el producto o lo almacenan, pero la situación de este año ha hecho que el cupo se llenase en pocos días. Así ha sido en Enaquesa: "Teníamos que almacenar el queso antes o después, y con esta medida hemos pagado parte de su coste", explica el gerente de la empresa, Javier Urrutia.

El almacenamiento, empero, ha servido sobre todo para grandes elaboradores. Según los datos del Gobierno de Navarra, solo cinco elaboradores pidieron las ayudas a la retención del queso; todos ellos tienen producciones mucho mayores que las pequeñas queserías como la de Loperena. Al final, se aprobaron cuatro solicitudes, que copan toda la cuota para el almacenamiento de quesos que recibió la Comunidad Foral.

El impedimento de los pequeños productores ha sido la capacidad de sus despensas. Quedarse sin espacio puede suponer colapsar la producción. En el caso de Marta Perez Loperena, la quesería de Egozkue no tiene mucha extensión: "Teníamos miedo de que las ventas siguiesen paradas y el almacén se llenara". Su solución vino con la innovación en ventas. Una red creada a través de WhatsApp le sirvió para abrir una nueva línea de ventas a domicilio: "El trabajo era el doble, porque ahora teníamos que ir en coche a las casas, pero le dábamos salida al queso", explica.

Reactivar el mercado

¿Bailarán los precios?

Con el fin del confinamiento, la hostelería ha reabierto; es el principal canal de venta de los quesos navarros. Ha vuelto el consumo del queso, también mediante campañas de proximidad. Pero el almacenamiento se irá retirando paulatinamente en los próximos meses, juntándose con el producto que se está creando ahora. Según Rubén Palacios, hay que recuperar el nivel de consumo anterior para vender el producto. Al final, la medida de la UE, dice, es un "plan de choque puntual", y no se puede mantener a largo plazo: "Haría falta una cantidad enorme de dinero para mantener el sector; tenemos que concienciar a la gente, promocionar el consumo de proximidad para recuperar la actividad normal".

"La hostelería se ha recuperado, pero no al completo, porque aún hay miedos en el mercado", valora José María Ustárroz. En su caso, la denominación Idiazabal conlleva requisitos; por ejemplo, el precio no puede salir por debajo de coste. Aunque se acumule producto, el precio de la DO no bajará del límite requerido: "Tenemos que hacer promoción durante el desconfinamiento y de cara a otoño, pero no tiraremos los precios".

Promoción es la palabra repetida por productores y Administración. "Tenemos que concienciar al consumidor para que compre nuestro producto, no solo por su calidad, sino por la situación crítica por la que ha pasado el sector agroalimentario", reza Palacios. José María Ustárroz, en la misma línea, defiende el pastoreo como una actividad que dinamiza las zonas rurales: "Nuestros pastos están en la montaña, en áreas deprimidas; somos un sector vital, porque ayudamos a reducir la despoblación rural".

La economía de Egozkue se basa en el pastoreo. Y la quesería de Loperena es la única empresa del pueblo; el resto trabaja fuera. Según Loperena, hay que entender el valor añadido de los pequeños productores: el cuidar la montaña y el paisaje, la ganadería expansiva, mantener los pueblos y vivir en ellos. "Hay que ver el origen de las cosas, porque la manera de consumir nos cambia la sociedad. El compromiso empieza desde el desayuno", concluye Marta Perez Loperena.