El año de la peste, 2020, también podría haber recibido otros muchos sobrenombres de inspiración cinematográfica. Por ejemplo, El año que vivimos austeramente. Porque nunca en la última década se limitaron tanto las opciones de gasto e inversión de familias y empresas, que dispararon en Navarra su ahorro en el segundo trimestre del año, coincidiendo con el gran confinamiento de la primavera.

Y lo hicieron además a ritmo de récord.

Los datos del Banco de España, desglosados por comunidades hasta junio, lo conforman. En estos tres meses, el dinero ahorrado en depósitos y cuentas corrientes creció un 7,3% respecto al primer trimestre anterior: 1.351 millones de euros. Se trata del mayor incremento de toda la serie histórica, supone un aumento interanual del 9,7%, el más alto desde 2008, y eleva la cifra total hasta los 19.642 millones de euros, la más alta de la historia.

Sin ocio nocturno, con los comercios cerrados durante semanas, con la inversión frenada en seco y con un verano que recordaba al de hace 40 o 50 años -sin apenas viajes al extranjero y con los pueblos a rebosar- particulares y empresas ahorraron como nunca en primavera y gastaron lo que pudieron en verano. La estadística nacional del Banco de España, que ya se ha actualizado hasta septiembre, parece confirmarlo: el ahorro creció en julio, se frenó en agosto, coincidiendo con el principal mes de vacaciones, y volvió a subir en septiembre impulsado por los depósitos de las empresas, que se han encontrado con dificultades a la hora de formalizar inversiones.

La gráfica del comercio minorista, que dibuja una V bastante reconocible, solo dio síntomas de agotamiento en las dos últimas semanas de septiembre, cuando el número de casos diarios comenzó a dispararse de nuevo. Octubre confirmó la recaída y noviembre, de nuevo con la hostelería cerrada, ha agudizado el fenómeno. La austeridad, la palabra más repetida durante la pasada crisis, ha llegado esta vez a las familias impuesta en forma de virus y restricciones a la movilidad. Dicho de otro modo, 2020 nos ha convertido en laboriosas hormigas que trabajan y ahorran.

La tendencia al crecimiento del ahorro, acompañada de una reducción del crédito venía ya de lejos. La digestión de la burbuja inmobiliaria ha llevado más de una década y refleja la excesiva dependencia de la financiación, sobre todo externa, que desembocó el el estallido de la crisis de 2008 y su réplica en forma de crisis de deuda de 2011. En 2008, familias y empresas debían unos 8.000 millones más de lo que debían.

El crédito total lleva más de una década bajando en Navarra y desde 2017 las empresas y los particulares tienen en sus cuentas y depósitos más dinero del que deben: unos 3.300 millones de euros más. El crecimiento del crédito en el segundo trimestre del año se debe sobre todo a la financiación de urgencia que, con el apoyo del ICO, recibieron autónomos y particulares en Navarra. Más de 1.492 millones de euros cuya devolución debería comenzar en la próxima primavera, algo que se antoja ahora mismo complicado.

Este exceso de ahorro hace dudar a los economistas, que afectan de su impacto en la recuperación, sobre todo si se consolida como una tendencia. Algunos factores arrastran en esa dirección y el psicológico no es el menor de ellos. Dos crisis tan agudas y tan recientes hacen mella en el tradicional optimismo de una sociedad que acostumbra a salir de las crisis con cierta velocidad.

Junto a ello, toda una generación, la que ahorra ronda los 30-35 años, ha visto seriamente limitada su capacidad de ahorro, con altos índices de desempleo continuos. Y, junto a ello, el progresivo envejecimiento de la población deja en manos de una cohorte cada vez más numerosa de jubilados la responsabilidad del gasto que dinamiza la economía. De todo ello y, sobre todo, de que la vacuna se convierta en una realidad dependerá que el siglo XXI reviva los locos años 20.