El 'boom' de las lavanderías de autoservicio en Iruña y Comarca
La ciudad y el área metropolitana duplican en 5 años el número de lavanderías y han alcanzado la treintena
Cada vez es más común ojear una revista del corazón, hablar por el móvil o esperar sentado mientras finaliza la colada en una lavandería de autoservicio. Es un negocio que no para de dar vueltas y en los últimos cinco años el número de establecimientos en Pamplona y Comarca se ha duplicado hasta alcanzar la treintena. El último local, sin ir más lejos, se ha situado esta misma semana en Mutilva y muchas bajeras lucen carteles de próxima apertura.
Las lavanderías de autoservicio, comentan sus propietarios, crecen exponencialmente porque permiten compaginar esta actividad con otro trabajo ya que los locales están domotizados y requieren de poco tiempo in situ. "Nos podemos conectar en remoto y prácticamente solventamos cualquier incidencia sin necesidad de acudir allí. El hecho de que no haya personal no significa que el negocio esté desatendido", explica Gonzalo Lotero, ingeniero y dueño de dos lavanderías Fresh, en la calle Pintor Asenjo de Iturrama y en la avenida de Barañáin. "En frente de la central de pago, tengo un teléfono para que los clientes llamen si tienen algún problema y la mayoría se solucionan en remoto", subraya Xavier Villamor, informático y encargado de Speed Queen, en Mendillorri. Además, los establecimientos disponen de cámaras de videovigilancia.
Al poder compaginar los dos trabajos, señala Xavier, el riesgo es mínimo porque, a priori, el propietario ya dispone de unos ingresos fijos y estables. "Te puede ir bien o mal, pero siempre tienes la seguridad de tu trabajo", incide. Además, los costes salariales son nulos o escasos, ya que la mayoría de estos establecimientos no requieren de personal y son los dueños los que limpian las lavadoras, secadoras e instalaciones dos veces al día. "Normalmente, dedico una hora. Cuando necesito ayuda, contrato a una persona por horas, pero no es lo habitual", remarca Gonzalo.
Eso sí, la lavandería solo sirve para sacarse "un extra" porque no es "un negocio muy lucrativo" y el margen de beneficios es estrecho. "Son negocios de pocos cientos. Con una lavandería no te sacas ni un sueldo de media jornada. Así de claro", afirma tajantemente Raúl Domínguez, que vive exclusivamente del sector de las lavanderías al contar con cuatro locales en Villava, Burlada, Erripagaña y San Jorge. "Me dedicaba a la elaboración de patatas fritas y snacks y llegué a tener 55 trabajadores. Cuando lo dejé -abrió la lavandería de Burlada en mayo de 2017 cuando no existía ninguna- busqué un sector en el que no me hicieran falta muchas manos. Yo limpio, arreglo las máquinas, me encargo de todo€ Si lo hago mal, es para mí, si sale bien, también", expresa Raúl.
Clientes variopintos
El usuario de las lavanderías de autoservicio, coinciden los tres, es muy variopinto: vecinos de la zona, hombres de entre 35 y 50 años, familias con escasos recursos económicos, turistas o gente de paso -sobre todo en Iturrama y en el Casco Viejo en verano- y los universitarios, que van al alza. "El peso de los estudiantes se va notando, pero mueven menos que el resto. Van al 100 Montaditos y no a la lavandería", bromea Gonzalo. Otro perfil, ahondan, es el comercial: los delantales, manteles y servilletas de los pequeños restaurantes, las toallas de las peluquerías o las bajeras, colchas y sábanas de centros de estética, fisioterapeutas y agencias de casas de alquiler.
Pero, ¿qué lleva a cada vez más ciudadanos a hacer la colada fuera de casa? Los motivos principales son la rapidez -máquinas con revoluciones más altas que realizan el lavado y secado en una hora-, la posibilidad de lavar prendas grandes como edredones o mantas y la mayor capacidad, ya que en las lavadoras domésticas caben entre seis y ocho kilos de ropa y en las de autoservicio hasta 20. "Hay gente a la que le resulta más práctico lavar todo junto del tirón en vez de poner tres lavadoras en casa, que le va a llevar todo el día y aquí en una hora tienes listo lo de toda la semana", defiende Gonzalo.
Además, con la escalada de los precios de la energía, muchas personas acuden a las lavanderías en busca de un pequeño ahorro. "Si realmente haces números y cuentas los metros cuadrados del piso que te cuesta poner la lavadora, comprar la propia lavadora, el gas, la luz, el agua, el detergente€ Resulta que tienes para cinco o seis años de lavandería", opina Raúl. El precio, según el tipo de lavado y el tiempo de secado, oscila entre los ocho y los doce euros.
La actividad, detallan, se concentra los fines de semana y festivos, en los cambios de armario y a la vuelta de las vacaciones. "Una familia y sus dos hijos vienen de la playa y traen cuatro maletas llenas de ropa sucia. Mientras terminan de subir los cubos, ya está todo limpio y secado", bromea Raúl.
El imparable aumento de la competencia, que se ha duplicado en cinco años, no ha provocado, por ahora, un descenso de la clientela. "Todavía hay bastante margen de crecimiento", augura Gonzalo. Raúl es más cauto y afirma que el equilibrio entre las nuevas aperturas y el incremento de la demanda está "al límite. La competencia se empieza a notar", asegura.
Subida de la luz y el gas
La luz y el gas, en precios nunca vistos por la guerra en Ucrania, sí que les ha tocado el bolsillo y ha reducido a mínimos su ya estrecho margen de beneficios. "Nos está afectando una barbaridad la subida del gas -su precio se ha multiplicado casi por tres-, que lo empleamos en las secadoras", lamenta Gonzalo. "Este último año los alquileres han subido un 6%, el suministro de jabones, higienizantes y suavizantes un 5% y las energías directamente se han doblado. No lo vamos a poder soportar, es imposible", avisa Raúl.
Por ahora, las lavanderías mantienen sus precios, pero dejan claro que no podrán aguantar mucho tiempo. "Lo voy a tener que hacer por imperativo legal", asegura Raúl. Sin embargo, no creen que sea la solución idónea. "Si subes los precios, pero deja de venir todo el mundo... Entonces, no vale para nada", comenta Gonzalo. Por ello, Xavier opta por otras medidas como cambiarse de compañía eléctrica o recortar en cuestiones que no afecten al producto final. "Todo lo que pueda ahorrar, siempre que no perjudique al lavado y secado, es fundamental. Por ejemplo, los jabones, aunque sean caros, no los voy a tocar", mantiene.
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