Owen Hegarty tenía muchas ganas de volver a Navarra. No lo había podido hacer por culpa del covid. Pero, superadas las restricciones, el hombre al frente del poderoso fondo de inversión detrás de Mina Muga ha vuelto a Sangüesa, a Javier. Pasados los setenta y con media vida profesional vinculada al sector minero –poderosísimo en su país de origen, Australia–, a Hegarty le gusta comprobar in situ que el proyecto, que suma diez años de lenta tramitación, va por buen camino. Modula su acento aussie para explicar, con llaneza y lejos del lenguaje críptico de los inversores, las fortalezas de un proyecto que será “un antes y un después”. Mina Muga tiene potasa para cien años y tiene algo “que lo hace único”: una red de infraestructuras cercanas y de calidad que la “conecta con el mercado”. Detrás, una serie de grandes inversores que piensan a largo plazo y un bagaje profesional con trazabilidad, con proyectos en siete países y entre 3 y 4 billones de dólares australianos invertidos. En semanas van a empezar las obras y a principios de 2026 comenzará la producción.

¿Había visitado la mina alguna vez?

–Claro. He estado varias veces en Navarra desde 2014. Ahora había venido un poco menos, sobre todo por el parón obligado de la covid. Pero estoy encantado de estar aquí de nuevo. Veo muchos progresos, he hablado con los equipos y tengo la sensación de que lo mejor está por venir.

¿En qué momento se encuentra el proyecto?

–Desde hace diez años hemos avanzado muchísimo. Hay que tener en cuenta que empezamos desde cero, desde la exploración. Y que hemos tenido que hacer todos los informes y test imaginables sobre todos los aspectos. Ahora nos encontramos en la última parte de los trámites, que los tenemos ya al alcance de la mano, y en la parte final de la financiación. Vemos ya el final de lo que podríamos decir la parte burocrática, con todo en marcha, y ahora nos vamos a meter de lleno en la construcción de todo lo que necesita el proyecto.

Desde cuando se proyectó hasta ahora, ¿el proyecto ha cumplido las expectativas? 

–Todas las expectativas se han cumplido. La gente nos ha dicho: estáis tardando mucho. Pero es que este tipo de proyectos ocupa muchísimo tiempo, porque tienes que estar constantemente haciendo evaluaciones de minería, de infraestructuras, de agua, de logística... En algunos aspectos, el yacimiento ha resultado todavía mejor de lo esperado, porque pensamos que puede durar todavía más tiempo. Al final de todos los cálculos hemos comprobado que el coste de producción va a ser muy competitivo con respecto a Canadá, Rusia y Bielorrusia, que tienen el 70% del mercado de la producción de potasa. Y luego aquí hay una cosa muy buena, que es toda la infraestructura a mano. El inversor valora que haya carreteras, gas, tomas de agua... todo, desde lo más básico. Y eso lo encuentras aquí.

¿Cuándo vamos a ver los trabajos de producción en la mina? 

–Ahora estamos en el proceso de licitación de todo lo que necesita una mina, que es muchísimo, y tenemos varios frentes abiertos: la construcción de la planta de procesamiento, la mina en sí, y el tratamiento de las aguas y el transporte, los suministros, la logística... Nos ayuda muchísimo a tener todo en nuestra mano que la infraestructura esté: que haya una carretera, que haya un tren. Yo diría que tenemos ya todo bajo control.

¿Cuándo van a llegar las personas para trabajar allá?

–La semana que viene vamos a retomar ciertos trabajos con la planta, y el compromiso con los inversores es que en lo que queda de año empezamos a construir. Van a ser dos años y medio de obras, y a primeros de 2026 vamos a estar en producción. La idea es, en estos dos años y medio, tener ya los equipos contratados y formados, unos 500 trabajadores primero, luego hasta 800, y el proyecto total rondará los mil empleos.

¿Contará con mano de obra local?

–Existe tradición minera en España, no es algo nuevo. Aquí hay expertos, ingenieros y ha habido y hay otros proyectos de potasa. Cuando hemos hablado con la gente de Pamplona, Sangüesa o Javier, la respuesta ha dio siempre la misma, que coincide con la respuesta que encontramos en el resto del mundo: la gente quiere trabajo, desarrollo e inversión, para ella y para sus hijos. Parte del trabajo de Ignacio [Salazar, CEO de Geoalcali, presente en la entrevista] va a ser localizar esos equipos y perfiles que puedan ayudarnos.

¿Cuánto tiempo de vida tiene este yacimiento? 

–Tenemos identificados 30 años. Pero minas similares a esta, en Alemania o en Cataluña, están pensadas para alrededor de 80-100 años. No es ninguna exageración pensarlo.

¿Qué han visto en Mina Muga? 

–En nuestro fondo aplicamos un protocolo de ocho puntos, ocho puntos que debe tener un proyecto para entrar en él. La escala del proyecto; la calidad; que se empleen métodos mineros y de procesamiento estandarizados; que sea eficiente desde el punto de vista de los costes; que tenga una larga vida; que tenga un entorno seguro, con potencialidades extra; que tenga un estandar de seguridad y medioambiental elevado; y que sea rentable.

¿Y cuántos cumple Mina Muga? 

–Tiene buena escala y buena calidad, usa métodos estándar, tiene 100 años de vida, muy buenos protocolos medioambientales y de seguridad, buena gestión medioambiental, buena gobernanza para los estándares del mercado australiano, y buenos márgenes. Tiene todos los ticks. Pero hay una cosa en la que es único: la mayoría de yacimientos de potasa en Canadá están en medio de la nada. Este está en medio del mercado. Solo hay que conectarlo.

Aquí se ha pensado que los retrasos iban a hacer fracasar el proyecto.

–Necesitamos cambiar un poco el chip con esto. Esta es una inversión a muy largo plazo, a cien años vista. Nosotros hablamos del 10 + 2 para poner en marcha un proyecto: solemos tardar unos diez, doce años, en los trámites e investigaciones, aunque nuestro récord haya sido de siete años y medio. Con perspectiva, esos diez años no es tanto tiempo si pensamos en 80, 100 años de trabajos.

¿Quién es el perfil del inversor? 

–Cuando pensamos en un inversor, nos viene a la cabeza la imagen de un operador de bolsa, de comprador y vendedor, a veces en operaciones en el mismo día, dependiendo de cómo vaya el mercado de valores. El inversor de minería es totalmente distinto. Son inversores de muy largo plazo: fondos grandes, instituciones, fondos de pensiones... Son los perfiles que pueden permitirse estar 10 años de trámites. Los inversores en minería no piensan en cómo estará el mercado la próxima semana. Insisto, es un chip distinto al de aquí.

¿Tienen la sensación de que no se entiende un proyecto así aquí? 

–Es difícil que un banco aquí te deje todo el dinero que necesites para algo así. Tiene mucho que ver con la cultura económica de los países, pero tampoco le daría muchas vueltas a eso. Simplemente, ocurre y es bueno.

¿La potasa aguanta todo esto? ¿Seguirá tan cotizada?

–Nunca vamos a dejar de necesitar potasa, eso se lo aseguro. Siempre que se necesite fertilizante, se necesitará potasa. No tiene sustituto. La población mundial crece, la esperanza de vida crece, las necesidades desde el punto de vista alimenticio crecen. La gente vive más años y se hace más mayor, como yo, y come más, como yo [ríe]. Es una industria de crecimiento, que le decimos. 

¿No hay alternativa? También el petróleo era indispensable, y cada vez con menos petróleo se hacen más cosas. 

–La potasa le da fuerza y crecimiento a las plantas. Y no hay sustituto.

Los proyectos de este tipo tienen controversia medioambiental por su impacto, por el ruido, por el agua...

–Ocurre en todas partes, pero aquí no hemos encontrado apenas reticencias. Sí nos ha ocurrido en países en vías de desarrollo, porque allí sí que estás haciendo grandes cambios en sus vidas. Pensamos que tenemos que construir confianza con nuestra gente local. Los recelos vienen de personas que creen que habrá mucho ruido, que la zona se pondrá patas arriba... pero tenemos que estar cerca de las personas para cambiar esa percepción. La mayor parte de la gente quiere este tipo de proyectos, porque dan trabajo y futuro. Otra cosa son los grupos más pequeños, de corte más activista, pero es que también trabajamos con ellos.

¿Qué les dice su experiencia? 

–El proyecto tiene buenas credenciales porque aplicamos una misma forma de actuar en todos ellos.

¿El proyecto será un antes y un después en la comarca?

–Sí. Porque es muy a largo plazo. Navarra tiene las universidades, un buen tejido empresarial, y en ese ambiente vamos a añadir una nueva dimensión, la minería, que tiene mucha capacidad de atracción. El mundo de la minería nos mira y ahora mismo mira hacia aquí.