El anuncio de las pérdidas de Siemens Gamesa en el ejercicio 2023 -que abarca hasta el mes de septiembre- por un volumen próximo a los 4.500 millones ha reforzado la zozobra en los ámbitos políticos y empresariales de Euskadi acerca de la situación de una empresa que presenta la paradoja de que, como explica el analista financiero Ángel Pérez, “es puntera a nivel tecnológico, pero al mismo tiempo presenta el problema de que no es competitiva”. Un alambicado proceso de decisiones y circunstancias, en especial desde el año 2017, han desembocado en una complicadísima tesitura para una compañía que cuenta con cerca de un millar de empleados en Euskadi, entre las oficinas de su sede central en Zamudio y las plantas de Asteasu y Mungia, y cerca de 1.800 en Navarra.

Fundada de forma original bajo el nombre de Grupo Auxiliar Metalúrgico en Gasteiz en 1976 por Juan Luis Arregui y Joseba Grajales, Gamesa fue pionera en introducirse en campos como la robótica y la microeléctrónica. Poco a poco daría también el salto a la aviación, avanzando con paso firme por su componente innovador. En el año 2000 salió a Bolsa, y unos años más tarde entró de lleno en el negocio de la energía eólica cuando las renovables eran un concepto apenas explorado. Años en los que Gamesa funcionaba “muy bien”, subraya Pérez, que ha seguido muy de cerca la evolución de la compañía desde su posición como analista en el banco de inversión Renta4. 

En 2006, Gamesa vendió su división aeronáutica, una operación financiera que dio origen a la actual Aernnova. Superado el bache por la crisis de la década pasada, Gamesa era ya uno de los líderes mundial en la industria de los aerogeneradores. Una época en la que -año 2011- sus fábricas en Estados Unidos recibían la visita de Barack Obama. Es entonces cuando se despierta el interés de la alemana Siemens por la empresa vasca para fusionar su división de turbinas con la de Gamesa. Siemens Wind Power y Gamesa completaron su unión en 2017. A partir de ahí empiezan los problemas más serios. 

Iberdrola, accionista de referencia en Gamesa, acusó a Siemens de dañar la autonomía operativa del fabricante vasco, conflicto que acabó con la salida de la eléctrica del capital de la nueva firma y la compra de sus acciones por la matriz germana en 2020. Al mismo tiempo, se sucedían las transformaciones en el sector. “El mercado cambió muy rápidamente. La energía eólica estaba subvencionada desde las administraciones. Aumentó el número de actores y con ello la competencia. Las ayudas desaparecieron y los precios se derrumbaron”, explica Pérez, que destaca también el fuerte impacto de las energías solar y fotovoltaica como otra de las razones que han funcionado en contra de la eólica. “Son proyectos más baratos de desarrollar, y tampoco hay que olvidar que la competencia de China es tremenda”, añade.

Otra de las aristas de toda la problemática reside en la complicada cohabitación entre las direcciones de Alemania y Euskadi. “Antes de la fusión, Gamesa era muy dinámica en la toma de decisiones. Pero tras la unión con Siemens la gestión se centralizó en la sede de Múnich y eso le ha restado mucha flexibilidad”, subraya el analista de Renta 4. La OPA de Siemens Energy por el 100% de las acciones de Gamesa y la consiguiente salida del Ibex tampoco han ayudado a mejorar las cuentas de la filial. En seis años de funcionamiento, por Siemens Gamesa han pasado tres presidentes y cuatro consejeros delegados. 

La crisis inflacionista y de abastecimiento de suministros que se ha vivido en los dos últimos años ha sido otra de las circunstancias que han atacado con dureza la evolución de Siemens Gamesa. “La fusión no ha servido para reducir costes. Los precios de materias primas como el hierro, el acero y el aluminio, así como los de transporte y almacenamiento, se han disparado”, indica el experto de Renta 4. Las acciones de la matriz del grupo, Siemens Energy, se desplomaron el pasado mes de junio un 37% tras anunciar unas pérdidas adicionales de 1.000 millones de euros por problemas de calidad en sus turbinas eólicas. Unas dificultades de las que los sindicatos de Gamesa responsabilizaron a la dirección alemana, “que no ha sido capaz de coordinar con éxito las plataformas de desarrollo de Siemens y Gamesa”. 

Para el analista, los problemas de Siemens Gamesa no son exclusivos de la firma, “ya que todo el sector se está enfrentando” a los mismos escollos. “Las empresas eólicas reciben presión tanto por parte de los Estados como de las eléctricas, que se inclinan por proveedores y tecnologías más baratas”, explica, lo que acaba repercutiendo en que “acaban vendiendo sus productos por debajo de los costes de fabricación”.

Mientras, la preocupación sindical por una posible deslocalización de las diversas fábricas de Siemens Gamesa en el Estado se acrecienta, pese a que la semana pasada, en unas explicaciones sin demasiada concreción, el presidente y el consejero delegado de Siemens Gamesa, Christian Bruch y Jochen Eickholt, trasladaron a los representantes sindicales que “España es y seguirá siendo un país importante para la empresa”. Los directivos transmitieron a los sindicatos que la eólica “sigue siendo un pilar importante para la transición energética y eso requerirá tanto del negocio ‘onshore’ (terrestre) como del ‘offshore’ (marina)”. Siemens quiere que Gamesa focalice su negocio ‘onshore’ o eólica terrestre criterios específicos, como regulaciones y políticas de apoyo. Es decir, un posible regreso a algún tipo de apoyo público que el analista de Renta 4 no descarta. “Existen esquemas que puedan ayudar a las éolicas, como que los Estados hagan un pago por disponibilidad o subvencionado que también permita a las eléctricas tener beneficios. No es posible que todas las renovables vengan de la solar, a los Estados les interesa lograr un mix energético”, concluye.