“(Banco Sabadell) debe ganar tamaño tanto en España como en el extranjero para garantizar su independencia futura”. Esta afirmación realizada tras el fracaso de la opa del BBVA por el presidente de Foment del Treball (la patronal catalana), Josep Sánchez Llibre, es significativa y va encaminada a la difícil tarea que tiene la entidad presidida por Josep Oliu tras la euforia por su incontestable victoria. Y es que el Sabadell se ha dejado mucho músculo en esta guerra financiera de casi 18 meses.
En agosto vendió su filial británica TSB al Santander por 3.100 millones y repartió posteriormente un megadividendo de 2.500 millones entre sus accionistas. El objetivo, según sus responsables, era centrar su negocio en el Estado, pero deberá poner mucha carne en el asador para no terminar absorbido en un mercado que se inclina cada vez más por bancos fuertes. “Debemos desear que la entidad trabaje para que los clientes que no son accionistas adquieran acciones y crear así un núcleo duro que permita evitar nuevas opas hostiles”, siguió el presidente de Foment del Treball en su análisis.
“Sabadell es carne de cañón. Se ha descapitalizado y, por su tamaño, puede terminar cayendo tarde o temprano. La tendencia es clara, vamos hacia bancos sistémicos paneuropeos de gran tamaño. Sabadell intentará ser absorbido de nuevo”, asegura, en la misma línea, Antonio Gallardo, experto financiero. En el cortísimo plazo, lo que se ha visto es que las acciones del Sabadell cayeron el viernes un 6,78%, dando la razón al presidente del BBVA, Carlos Torres, cuando aseguraba que la revalorización de la entidad catalana se debía a la opa. Una vez concluida, su valor ha caído. Pero en el medio plazo, la entidad presidida por Oliu tendrá que demostrar que puede crecer en el mercado interno. “Va a tener que mostrar un plan de futuro a plazos más largos que el actual y que sea congruente tanto en política de dividendos como en crecimiento”, apunta Gallardo.
“Tal y como contempla nuestra plan estratégico, vamos a seguir creciendo en los próximos años, vamos a elevar nuestra rentabilidad al 16% en 2027, y continuaremos con un fuerte ritmo de generación de capital que nos permitirá remunerar con 6.450 millones de euros a nuestros accionistas hasta 2027, equivalente al 40% del valor actual del banco”, señaló Oliu el viernes, en un comunicado en el que se felicitaba por el resultado de la opa.
Banco Sabadell
Éste es una victoria sin duda para el Sabadell, que ha emprendido una agresiva estrategia para mantener su independencia. Sin embargo, tiene muchos retos por delante, no solo porque ha ganado a costa de vender un negocio importante –el banco TSB–, de sacar dinero fuera del balance vía dividendo extraordinario y de prometer unas remuneraciones a los accionistas a unos niveles muy exigentes que ahora tendrá que cumplir, sino porque no hay que olvidar que una parte importante de su capital está en manos de inversores institucionales extranjeros –como BlackRock, por ejemplo, que posee más del 7% de las acciones– y que si estos han dicho que no a la opa es porque nos les ha resultado lo suficientemente atractiva.
Torres confiaba en que el 30% de las acciones en manos de los accionistas institucionales acudieran a la opa. No ha sido así. Hay analistas que consideran que algunos no lo hicieron para esperar a una segunda opa más atractiva y que eso es lo que ha lastrado al final la operación; otros asegura, en cambio, que en realidad lo que buscan es una oferta más jugosa por parte de otra entidad, extranjera quizá. Y esto conecta con la idea de Foment de Treball de “trabajar para que los clientes que no son accionistas adquieran acciones y crear así un núcleo duro que permita evitar nuevas opas hostiles”. Porque hay que recordar, además, que los clientes con acciones del banco han respaldado de forma abrumadora la estrategia del Sabadell: el 97,2% dijo que no a la oferta del BBVA. Y es en estos clientes donde cala el mensaje de independencia y territorialidad.
BBVA
Las perspectivas para el BBVA van en la dirección contraria. Su fracaso supone un duro golpe para la entidad, y sobre todo para Torres, a nivel de imagen. Pero inmediatamente después la bolsa le premió con una revalorización de sus acciones de casi el 6%. Esto se entiende en que el banco vasco ya no tiene que ampliar capital y puede “premiar” al accionista con dividendos y recompras de acciones.
“Si bien la operación se percibió en general como una buena estrategia para BBVA a largo plazo, pero un lastre a corto plazo, dada la oposición política y el retraso en las sinergias durante el periodo de tres años sin fusión, es lógico suponer que ahora ocurre lo contrario”, explican los analistas de Jefferies, que sostienen que la dirección del BBVA se centrará ahora en “dejar el mejor sabor de boca posible” mediante la retribución al accionista. Es decir, mimar a los suyos, que son los principales beneficiados del fracaso de la opa.
De hecho, tras el fin de la operación, BBVA anunció que retoma “de manera acelerada” su plan de retribución al accionista y su estrategia en solitario. A corto plazo, contará con unos 13.000 millones de euros disponibles para distribuir entre sus accionistas. El próximo 31 de octubre, el banco iniciará la recompra de acciones pendiente de cerca de 1.000 millones de euros y el 7 de noviembre pagará el mayor dividendo a cuenta de su historia (0,32 euros por acción), por un total de aproximadamente 1.800 millones de euros. Adicionalmente, en cuanto reciba la aprobación del Banco Central Europeo (BCE), el banco pondrá en marcha otra recompra de acciones “significativa”.
Los dos bancos emprenden así caminos separados, centrados en sus planes estratégicos: Sabadell, como una entidad más pequeña que tratará de reforzar su territorialidad, y BBVA, como un banco fuerte a nivel internacional que no ha logrado crecer en el mercado estatal. “Puede que lo intente en un futuro con bancos españoles más pequeños”, sostiene Gallardo. Una imagen que puede resumir las dos posiciones políticas de fondo. Por un lado, la del Gobierno español, en su defensa de la competencia bancaria y contra la concentración; y, por el otro, la de la Unión Europea, en la dirección contraria. Bruselas no quiere quedarse atrás en un mercado global y anima las fusiones internacionales que den como resultado grandes bancos para competir con Estados Unidos y China, y que puedan hacer frente mejor a hipotéticas crisis.
Es más, la Comisión Europea tiene abierto un expediente a España por las leyes que usó el Gobierno español para obstaculizar la opa del BBVA.