Más alla de que este este infausto 2020 será recordado por la pandemia de la covid-19, Navarra despide un año marcado por la estabilidad política, que también ha llegado al Gobierno del Estado después de un largo periplo de interinidad en Moncloa.Tanto Madrid como Pamplona tienen en marcha sendos gobiernos de coalición liderados por el PSOE, que por fin ha apostado por el entendimiento con otras fuerzas de izquierdas y nacionalistas, tras años en los que el discurso electoral no concordaba con su posterior política de alianzas.

Ahora, por el contrario, en el horizonte se vislumbra la posibilidad de que estas apuestas sean más estratégicas que tácticas y, por lo tanto, perduren en el tiempo, si bien para ello hay que consolidar las confianzas que se han venido trabajado.

Cuando alumbró este 2020, el camino hacia el acuerdo se presentaba menos espinoso en la Comunidad Foral que en el Estado. Chivite acababa de salir airosa de su investidura gracias al posicionamiento de EH Bildu, que con su abstención hizo bueno el compromiso previo alcanzado con Geroa Bai, Podemos e Izquierda-Ezkerra. Entre las dos almas que conviven en el PSN se había impuesto la que prefiere profundizar con sus aliados más naturales. Esa que no quiere convertirse en mero acompañante de la derecha. No obstante, para tener una legislatura sólida faltaba dar el paso de reconocer la interlocución a la izquierda soberanista, aritméticamente imprescindible para sacar adelante los principales proyectos. Un paso que se ha dado pese a las embestidas de la derecha, que ha intentado por todos los medios reventar un entendimiento que le aleja del poder sine die.

Lo última treta de Navarra Suma fue ofrecer un supuesto cheque en blanco para negociar los Presupuestos, con la condición de vetar a EH Bildu. Un caramelo envenenado que el PSN no mordió, lo que le ha permitido tener desde hoy los segundos Prespuestos de la legislatura en apenas 10 meses, tras cerrar un pacto basado en el acuerdo, muy alejado de los intereses de la derecha, cuyo objetivo prioritario no es otro que quebrar la buena sintonía entre las fuerzas progresistas para recuperar la vara mando.

Los Presupuestos se suman al Plan Reactivar Navarra-Nafarroa Suspertu, aprobado este verano. Dos herramientas importantes para dinamizar la Comunidad Foral, en tiempos de incertidumbre derivada de la crisis sanitaria, a la espera de que lleguen los fondos europeos que han de contribuir a amortiguar la profundidad de la crisis.

Con todo, Navarra está a punto de despedir, con datos que invitan a no caer en la desesperanza, un año que se tiñó de negro a mediados de marzo, cuando la pandemia provocó el confinamiento generalizado y la consiguiente paralización de una buena parte de la actividad económica.

Bastante más complicado e incierto se presentaba este 2020 en el conjunto del Estado, que arrancó con la investidura de Pedro Sánchez. El líder del PSOE salió elegido por apenas dos votos de margen, en el que era su tercer intento personal y tras obtener mayoría simple en la segunda votación en el Congreso. Un margen mínimo pero suficiente para conformar con Unidas Podemos el primer Ejecutivo de coalición del actual periodo democrático, que cerraba una etapa muy inestable de diez meses con un Gobierno en funciones, con dos elecciones generales, y cuatro años de Gobiernos en precario.

Al igual que en Navarra, también en el Estado las derechas no han dado tregua al PSOE por su política de alianzas. A su habitual entendimiento con el PNV, Sánchez ha sumado a formaciones como ERC y EH Bildu que han retratado a partidos como Ciudadanos, que también ofrecían un apoyo trampa.

La realidad es que hoy el Gobierno de España cuenta con una mayoría mucho más amplia que cuando inició su andadura a primeros de enero. Está a punto de aprobar los Presupuestos tras las sucesivas prórrogas desde 2018 y goza de una estabilidad política que ha de ser clave ante un incierto 2021, que lamentablemente todavía va a verse muy afectado por los desajustes causados por crisis sanitaria de la covid-19.