Fuentes bien informadas nos han explicado que Jorge Vilda no admitía irse a entrenar a la selección femenina de Arabia Saudí porque creía que ya lo estaba haciendo… Bueno, vale, no. Pero el caso es que tras la destitución de Vilda han salido en tromba los de siempre –los que quieren que todo siga “como toda la vida” y los de “El fin justifica los medios”– a preguntarse por qué han echado a un seleccionador que ha sido campeón del mundo. Que su manera de trabajar y de actuar haya llevado primero a 15 internacionales a renunciar a la selección y luego a más de 80 a hacer lo mismo les debe de parecer irrelevante. Cosa del “falso feminismo” del que hablaba Rubiales –el cuerpo le pedía decir “feminazis”, pero se cortó un poco–. Y, sobre todo, siguen (y seguirán) sin entender que la guerra que se ha planteado en la Federación Española va mucho más allá de los resultados. Y mucho más allá del fútbol.