Un equipo, un país, un sueño reza el slogan del avión de Aerolíneas Argentinas que nos lleva a la porteña Buenos Aires. La economía y la política están presente en todos los rincones que recorre uno a lo largo y ancho del viaje. Taxistas, compañeros de desayuno o del buen vino que abunda en el país, se sinceran de los distintos acontecimientos que pasaron por allá.

El mate es el deporte nacional, con respeto del fervoroso fútbol que apasiona al argentino. La historia de esta infusión se remonta a tiempos precolombinos, ya que grupos de aborígenes que habitaban en Sudamérica fueron quienes descubrieron la planta donde se extraen las hojas para preparar el mate. Fueron los guaraníes quienes habitaban el noreste del actual territorio de Argentina y gran parte de Paraguay y Brasil quienes comenzaron a consumir las hojas de la planta de hierba mate.

Cordero con salsa de ostras. A.Z.

Esta comunidad se distribuía en un territorio que abarcaba zonas de varios países actuales del continente y se cree que las primeras tribus que utilizaron o consumieron las hojas de la planta se ubicaban en Paraguay.

Un antiguo grupo de guaraníes llamados Ava lo usaba como un ritual; donde se moría un familiar se plantaba yerba mate. Consumir luego las hojas de la planta era una forma de sentir que ese pariente había entrado en la persona y seguía conviviendo. Al principio la forma de consumirlo era masticando las hojas y en infusiones frías. Cuando llegaron los españoles quedaron impactados por esta costumbre y su efecto estimulante en los indios, ya que se dieron cuenta de que los guaraníes trabajaban mejor cuando consumían mate. El nombre mate o mati, que en quechua significa calabaza, llegó mucho tiempo después, cuando la infusión comenzó a servirse en cuencos que se formaban ahuecando el fruto

Glaciar Perito Moreno. A.Z.

Perito Moreno

Para observar el glaciar de Perito Moreno hay que acudir a El Calafate. El nombre lo recibe debido a un fruto que se recoge en noviembre de un arbusto espinoso parecido a una endrina en su forma, pero que su sabor es entre dulce y ácido. Con ello se elaboran mermeladas, pastas o licores, y el refrán dice que quien come calafate regresa a la Patagonia.

El lago Argentina, situado en la localidad, es el más grande del país, con 20 km de ancho y 30 km de largo, en la que residen aves como flamencos, cisnes de cuello negro o patos. En invierno, esas aguas llegan a congelarse y los habitantes de El Calafate practican patinaje sobre hielo sobre él. 

El inmenso bloque de hielo del glaciar impresiona en su amplitud. Su color nos lleva por un efecto óptico a apreciar notas azules, y es que cuanto menos oxígeno dispone la placa, más azulado se ve. Así mismo, cuando influye la luz del sol, es más blanco y cuando está más nublado, se aprecian las notas azuladas. 

En esta localidad es típico el cordero, y en cada rincón de la principal calle que cruza El Calafate hay lugares donde degustarlo a la parrilla con la técnica en cruz

Pero no sólo de carne vive el argentino. En las aguas gélidas de esta zona habita el salmón Chinook. Su peso puede rondar los 20 kg., pero en el momento de nuestra visita no se recomendaba su consumo por sus condiciones sanitarias.

Vista de El Chalten. A.Z.

El Chalten 

En el comienzo de la cordillera de los Andes, la localidad recuerda a las películas de oeste, un lugar de peregrinación donde llegan miles de montañeros de todo el globo a practicar su deporte favorito en las temporadas de verano, primavera u otoño, y esquiva el frío inaccesible de invierno donde sólo queda abierto un hotel y una farmacia.

Los treckings son de distinta dificultad, pero tanto Fitz Roy como Laguna Torre son accesibles estando en forma, y no hay pasos técnicos. La subida del primero es una caminata de 5 horas aproximadamente y son impresionantes las vistas del mítico mirador de las Torres del Paine.

Monte Fitz Roy, para hacer un trecking. A.Z.

Iguazú

No hay que dejar de visitar una de las maravillas del mundo, Iguazú, que significa agua grande en guaraní. Cuenta la leyenda que una deidad se había propuesto casarse con una hermosa doncella local llamada Naipí. Desafortunadamente para el Dios, su amor no fue correspondido y la joven huyó en una canoa con su amante mortal Tarobá. Muy enojado, el dios decidió partir el curso del río Iguazú, creando múltiples cascadas y condenando a los amantes a una caída eterna. Así nacieron las cataratas de Iguazú.

Allí se encuentra el Hotel Awasi, que viene de la palabra wasi, que en quechua significa hogar. Una colección de tres pequeños lodges ofrecen programas privados con el concepto de all-inclusive. Su estancia está basada en una idea novedosa en la que la estancia es totalmente personalizada y pertenece al prestigioso club Relais & Chateaux. Está rodeado de la Selva Atlántica y parece estar inspirado en una casa del árbol, construida en madera nativa y ubicada sobre palafitos para reducir el impacto ambiental sobre el terreno. 

Cataratas de Iguazú. A.Z.

La gastronomía Awasi se basa en ingredientes locales y es un aspecto esencial de la experiencia. El programa culinario incluye todas las comidas, incluso durante las excursiones, y un restaurante para uso exclusivo de los huéspedes. El área que rodea Awasi Iguazú es un crisol de culturas e influencias, mientras que la Selva Atlántica ofrece productos frescos y emocionantes. En la cocina destacan los sabores típicos de la zona como la yuca, el maíz, el pescado de agua dulce, los cítricos, la papaya, la sandía y una variedad de yerba mate y tés que se cultivan localmente. Todo esto se combina con una selección de vinos argentinos únicos, de pequeños productores y de agricultura biodinámica, además de cócteles con y sin alcohol de los creativos bartenders.

Plato de surubi, un pescado de la zona, cocinado en el Hotel Awasi. A.Z.

En la visita, pudimos catar Entraña asada macerada previamente en mirin, soja, hierbas con una espuma de papá y un chimichurri. Surubi, el pescado de río más largo que habita en la zona, que puede llegar a los 80 kg. de peso y dos metros de longitud, que lo degustamos en una sopa muy tradicional de la región, con su medallón a la plancha, requesón, leche de coco y vegetales. Para finalizar la parte salada, probamos el cordero laqueado con salsa de ostras.