os movimientos migratorios protagonizados por nuestros antepasados, que acudieron en masa a las urbes en plena Industrialización, en busca de un trabajo que les permitiera sobrevivir durante la postguerra, comienzan a dar paso a las siguientes generaciones y su dispero pero paulatino regreso a los pueblos que conforman el paisaje de la "España vaciada".

La pandemia, con sus cierres perimetrales, ha acelerado, sin duda, este proceso. Ya son muchos los vascos y navarros que han cambiado sus datos en el censo, estableciéndolos en la que hasta ahora era su segunda residencia. Ante esta coyuntura pasajera, de efecto temporal, el elevado precio de la vivienda, prácticamente consolidado por las nubes en los núcleos urbanos, se erige como la razón principal de este éxodo. Los recién llegados confirman que los beneficios de vivir en el campo son muchos. Por un lado, está la ausencia de contaminación. Respirar aire limpio y sobre todo mejorar nuestro estado de salud, en estos momentos más si cabe, pues nos permite mantenernos alejados de la alta concentración de personas en las ciudades y cumplir la distancia de seguridad para evitar el contagio por covid.

Sin embargo, hasta 77 municipios navarros corren peligro a causa de su alarmante falta de vecinos. Entre los pueblos que presentan riesgo extremo de desaparecer se encuentran Armañanzas, Barbarin, Eratsun, Desojo o Cabredo poseen una densidad de población igual o inferior a ocho habitantes por km2, según alerta un estudio realizado por la Dirección General de Administración Local y Despoblación del departamento de Cohesión Territorial. Además, en riesgo intenso aparecen otras 30 localidades en el mapa de Navarra. Entre ellas Pitillas, Larraona o Espronceda. Y con riesgo importante 40 más, como Liédena, Arróniz o Falces.

A nivel institucional no existe ningún plan para estimular la llegada de nuevas personas a estas localidades, tal y como hacen los ayuntamientos de otras localidades, que ofrecen trabajo y vivienda en condiciones muy ventajosas para familias con niños pequeños. Por ejemplo, en Tabanera de Cerrato (Palencia) ofrecen trabajo y vivienda gratis a familias con niños, en Sardón de los Frailes (Salamanca) prestan vivienda y ofrecen trabajo en un restaurante a; y en Benuza (León) ofrecen trabajo en las canteras de pizarra, de asistencia a domicilio y de cuidado de personas mayores.

En Navarra y Euskadi también existen diversas iniciativas de repoblación puestas en marcha por personas interesadas en regresar a sus raíces, rehacer su vida o formar una familia en un entorno natural. Por ello, cada vez surgen más grupos en redes sociales que contactan y comparten información relacionada con nuevas oportunidades en los pueblos.

POR LA SOSTENIBILIDAD

En el caso de los anfitriones de este segundo número de IN, Beatriz Otxotorena y Óscar Labat, ambos nacidos en Pamplona, decidieron trasladarse al campo para formar allí su familia y dar forma a un proyecto de carácter social que permitiera generar empleo y turismo en el medio rural en torno a la agricultura y la ganadería sostenible. Así, terminaron asentándose en Lizaso, una pequeña localidad de 161 habitantes -según los datos del INE-, situada en la comarca de Ultzamaldea. Beatriz ya conocía cómo era la realidad de vivir en un entorno rural, y concretamente en esa zona, ya que creció en Beruete, el pueblo de su padre, de 149 habitantes. Su empeño y dedicación están detrás de haber resultado ganadora en 2018 y en segunda posición en 2017, del certamen estatal 'Desafío de la Mujer Rural', organizado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.