l doctor en historia de la medicina, Jon Arrizabalaga (Oviedo, 1956), y el historiador y presentador Carlos Aitor Yuste (Madrid, 1974), además de ser coproductores del programa de RNE ‘Historia de la medicina’ decidieron en 2019 unir su conocimiento para escribir ‘Eso no estaba en mi libro de historia de la medicina’. A través de su obra, ambos investigadores nos adentran de una manera muy sencilla, tal y como afirman sus lectores, al mundo de la medicina ofreciendo multitud de anécdotas a lo largo del libro.

En este sentido, desvelan las respuestas de preguntas como por ejemplo, quiénes fueron las primeras mujeres que se licenciaron en Medicina en Madrid o qué tipo de enfermedades surgieron a raíz de los conflictos bélicos que asolaban el mundo en el pasado.

Además, Jon Arrizabalaga y Carlos Aitor Yuste nos muestran cuál es el origen de la Cruz Roja y nos descubren el misterio de si es cierto que había un hombre que podía leer con la lengua. Y como buen libro de historia, echa la vista atrás y explica cuáles han sido las enfermedades más antiguas y al mismo tiempo las que han creado mayor rechazo a lo largo de los tiempos.

Por otro lado, ponen sobre la mesa y muestran cómo el simple hecho de lavarse las manos correctamente salvó tantas vidas en todo el mundo -algo que desde que comenzó la pandemia de la covid-19 no paran de recomendarnos entre las medidas básicas que tenemos que seguir para combatir el virus en nuestro día a día-. También hablan de los botiquines de primera necesidad que todos podemos tener en casa o en el trabajo. ¿Cuándo fue la primera vez que se estableció como un básico en nuestro entorno y por qué se establecieron cuáles eran los básicos que siempre tenía que haber en su interior?

A lo largo del libro se habla mucho de las guerras que han azotado el mundo, provocadas todas ellas por el ser humano, pero como todo, tuvieron sus cosas buenas, como por ejemplo los avances quirúrgicos que se dieron en la Primera Guerra Mundial.

El combate en las trincheras provocó que hubiera más soldados que terminaron desfigurados y con mutilaciones y esto provocó que al volver a sus casas después de la Primera Guerra Mundial fueran discriminados por toda la gente. A estos soldados se les llamaban los ‘Caras rotas’ y tenían muchas dificultades para conseguir trabajos decentes una vez se habían reintegrado en la sociedad. A raíz de esto, muchos médicos realizaron los primeros trabajos de implantes de nariz e injertos de piel. Esto fue un grandísimo avance para la cirugía plástica.

Por otro lado, a principios de siglo se hizo muy popular un jarabe para la tos que contenía heroína. Hoy día nos puede parecer increíble. pero en 1898 esta sustancia se podía comprar sin receta en las farmacias.

En aquel momento los laboratorios Bayer lo vendían como cura milagrosa e inocua en forma de jarabe para los niños contra el catarro y otras enfermedades respiratorias. Al poco tiempo de que empezara a comercializarse aparecieron los primeros problemas. Se descubrió que la heroína se convierte en morfina al ser absorbida en el hígado y que provoca un adicción mucho mayor que la morfina.

Al mismo tiempo nació la aspirina, a la que no se le dio mucho futuro en un inicio pero que a día de hoy se considera el medicamento más utilizado de todos los tiempos- y en 1913 el gigante farmacéutico alemán dejó de producir la heroína.

Otra de las anécdotas de ‘Eso no estaba en mi libro de historia de la medicina’ que está más relacionada con la actualidad son las vacunas y el origen de las mismas. Habría que remontarse al año 1796, en el momento en el que el virus de la viruela se estaba extendiendo por todo el mundo y estaba acabando con muchas vidas.

Cuando aquello sucedía, el médico rural británico Edward Jenner observó que independientemente de que la viruela estaba extendiéndose, las campesinas y pastoras que ordeñaban las vacas no desarrollaban la enfermedad. “’Qué curioso!”, pensó este médico.

A raíz de esto, y tras estar investigando, llegó a la conclusión de que inocular el fluido de la viruela de las vacas en las personas era un método eficaz de prevención contra la enfermedad, y comprobó su teoría inoculando pus de una lesión de viruela bovina de una ordeñadora a un niño sano de ocho años, que se llamaba James Phipps. El niño desarrolló la enfermedad de forma leve pero se terminó curando y posteriormente cuando cogió la viruela no tuvo ningún tipo de síntoma. De esta manera Edward Jenner había conseguido inmunizar a una persona.

Tras este descubrimiento y, gracias al rey español Carlos IV, la vacunación contra la viruela se pudo extender en todo el mundo. Aun así, no fue hasta 1980 cuando la Organización Mundial de la Salud, la OMS, declaró la viruela como erradicada.

De todas formas, aquella fue la primera vez que se logró la inmunización frente a una enfermedad, pero no fue hasta 1881 cuando nació lo que se conoce como vacuna. Fue el químico Louis Pasteur quien le puso este nombre en honor a Edward Jenner y partiendo de la palabra latina ‘vacca’.

“Me gusta leer formación para mi carrera como odontólogo y ahora estoy leyendo

‘Eso no estaba en

mi libro de historia de la medicina’”

“Durante la pandemia me leí ‘Mundo del fin del mundo’ de Luis Sepúlveda. Lo recomiendo”