¿Qué le dice la frase “El sexo está sobrevalorado”?

Que no es cierta. Quien piensa así es reduce el sexo a las relaciones sexuales con penetración. Por suerte, el sexo es mucho más: es placer, complicidad, generosidad, diversión, comunicación,

En todo caso, ¿se puede ser moderadamente feliz practicando poco o nada de sexo?

Por supuesto. La felicidad no depende del sexo. Tampoco del cine, la lectura, las relaciones sociales o el chocolate. Sin embargo, todos estos, y el sexo, contribuyen bastante a eso que llamamos “felicidad”.

En mi generación (1967) se usaba la expresión “Vida sexual sana”. ¿Existe hoy ese concepto? ¿Podría definirlo?

Sí existe. Se sigue empleando. Antes, nuestra vida sexual debía superar el filtro de la “virtud”, de la “adecuación”. Ahora, el de la salud, entendida como aquella vivencia de la sexualidad que produce bienestar al individuo. Sin embargo, a muchos sexólogos no nos termina de encajar porque su contrapunto es la enfermedad o el trastorno.

Es autora de un libro delicioso sobre mitos de la sexualidad. —Orgas (mitos)—. ¿Cuál es el mito que no acabamos de desmentir?

No sabría por cuál empezar. Que el tamaño del pene importa, que si no hay deseo no hay amor, que las mujeres somos lentas para alcanzar el orgasmo, que la educación sexual no es necesaria antes de la adolescencia... Hay demasiados.

¿Es otro mito que los hombres no dejan de pensar en el sexo y a las mujeres les preocupa menos?

Sí, y frecuente en terapia de pareja. La versión que más guerra da es la que dice que las mujeres necesitamos menos sexo. Tiene dos inconvenientes. El primero, situar el placer sexual como una necesidad. Nadie lo “necesita”, pero a todos nos beneficia. El segundo es creer que “naturalmente” las mujeres no estamos interesadas, cuando es una educación sexual diferenciada por el género la que nos hace aproximarnos y vivir nuestra sexualidad de forma diferente. Y, a veces, peor.

Cualquier joven tiene hoy a su disposición decenas de miles de películas pornográficas en internet. ¿Debemos preocuparnos?

Sí. Están expuestos a una información, a una ficción, mejor dicho, que puede deformar su percepción de las relaciones sexuales y, en consecuencia, su experiencia. Sólo existe un antídoto: la educación sexual.

¿A qué edad hay que empezar a hablarles a las hijas y los hijos de la cuestión? ¿Con qué empezamos?

Como la sexualidad no se reduce al coito, podemos hacerlo desde el minuto uno. Se puede empezar, por ejemplo, por conocer todas las partes de su cuerpo por su nombre. Y continuar por explicarles que existen límites que nadie debe traspasar. Así se trabaja, por ejemplo, en la prevención del abuso sexual infantil.

¿Y a qué edad dejamos de hablar del asunto con ellas y ellos? A veces pienso que podrían darnos un máster…

Ojalá a ninguna, pero es cierto que en la adolescencia se comunican más con sus iguales que con sus padres. Sin embargo, si los puentes de la comunicación están tendidos de antes, los cruzarán siempre que lo estimen necesario.

¿Puede funcionar una relación de pareja sin sexo?

Sí, siempre y cuando ambos se sientan cómodos y satisfechos en esa situación.