Jesús gil y gil (1933-2004), presidente del Atlético de Madrid de 1987 a 2003, tuvo siempre un concepto muy elástico de la libertad de expresión, hasta el punto de que creía que le amparaba para insultar, calumniar o injurar al que se le pusiera por delante.
Pero en septiembre de 1990 tanta verborrea se le volvió en contra. Quizás por atacar en tantos frentes a la vez:
- A los colegiados de la Liga, tras el Atlético-Tenerife (1-1), diciendo que "estamos en una situación ilegal, fraudulenta y prostituida del arbitraje en España".
- Al último colegiado que arbitra a su equipo en Europa, el francés Michel Vautrot, del que asegura que es "maricón" y que en el partido ante el Atlético "ha sido recompensado por sus aficiones pederastas".
- A los periodistas de prensa deportiva deportiva española, con varios insultos despectivos.
- Y a los jugadores de su propio equipo, a los que acusaba de "pedir por respirar".
Su incontinencia verbal ya le había costado un disgusto en los tribunales -unos meses antes, había sufrido la sanción económica más elevada de la historia del fútbol: un millón de pesetas por llamar "ladrón" al árbitro Mazorra Freire-, y la primera consecuencia de su desahogo iba a ser la suspensión de la UEFA por 18 meses por los insultos a Michel Vautrot.
Además, la Asociación de Prensa Deportiva le obligaba a pedir perdón por sus insultos bajo la amenaza de acabar de nuevo ante los tribunales.
Cabría pensar que estos golpes en el morro iban a hacer recapacitar a Jesús Gil y convertirle en alguien más elegante y presentable en sus declaraciones públicas. Pero el efecto fue el contrario: descubrió que sus boutades hacían gracia, y hasta su muerte en 2004 dijo todo tipo de disparates.
En todo caso, nada que pueda extrañar a quien conozca la trayectoria personal de Jesús Gil y su escaso respeto por la ley, que quizás provenga del hecho de que sólo estuvo 2 años en la cárcel (de 1969 a 1971) cuando se derrumbó un comedor de la urbanización Los Ángeles de San Rafael, de la que era promotor y propietario, y murieron 56 personas.
El mismo estilo que aplicó después en su trayectoria política con el GIL (Grupo Independiente Liberal) en Marbella, que acabó tras ser condenado por diversas corruptelas, en las que no dudó en utilizar el Atlético de Madrid como tapadera. Todo un personaje.