Bozidar Maljkovic escribió hace 20 años otra página histórica como entrenador de baloncesto. El técnico serbio conquistó el 15 de abril de 1993 su tercera Liga Europea, pero en aquella ocasión lo hizo sentado en el banquillo de un modesto equipo francés, el Limoges, al que imprimió su carácter ganador para convertirlo en el mejor equipo del continente. Con una plantilla sin estrellas deslumbrantes, se impuso en una final escasa de puntos al por aquel entonces poderoso Benetton de Treviso, conjunto italiano que presumía de tener en sus filas a uno de los genios de la historia del baloncesto, el croata Toni Kukoc. Ganaron los franceses por un apretado 54-59 y Maljkovic levantó su tercer entorchado de la competición continental de clubes más importante.

Por aquel entonces Maljkovic ya había ganado el campeonato que en la actualidad se denomina Euroliga y había marcado una época al frente de la Jugoplastika de Split. Al frente del equipo croata había conquistado la Liga Europea durante dos temporadas consecutivas (1989 y 1990) y había convertido a Kukoc en una estrella mundial. Tan profundo fue el sello de Maljkovic que la Jugoplastika, ya sin el serbio en el banquillo, repitió título un año después. Con estos datos, la final entre Benetton y Limoges se había convertido en una pelea entre el maestro y el alumno. Y el profesor se llevó el gato al agua.

El baloncesto francés vivió la victoria del Limoges como el triunfo de David ante Goliath. El pez chico se comió al grande. Pero no resultó una victoria sencilla. De hecho, Kukoc se lo puso muy complicado al bloque francés. El croata se erigió en la figura de su equipo y, como premio de consolación, fue elegido MVP de una final en la que se impuso el estilo de Maljkovic, un enamorado de la estrategia defensiva que tan buenos resultados le dio con la Jugoplastika, el Limoges y el resto de equipos a los que después entrenó: Barcelona, Real Madrid, Unicaja, Tau... y también el Panathinaikos, con el que logró una cuarta Euroliga.