Atraco a las cinco
PORTLAND SAN ANTONIO PERDIÓ EN MONTPELLIER LA QUE PUDO SER SU 2ª LIGA DE CAMPEONES
NI en la peor de sus pesadillas pudo imaginar cualquier componente del Portland San Antonio la debacle vivida en Montpellier horas después de haber vapuleado (27-19) al conjunto galo en la ida de la final de la Liga de Campeones de balonmano de la 2002/2003. Aquella infausta tarde del 4 de mayo, a las 17.00 horas, el equipo antoniano vio cómo se le congelaba el Infierno.
Los de Zupo Equisoain viajaron a Francia con la mayor renta obtenida en la historia de las finales de la Copa de Europa -por aquel entonces, los títulos continentales se disputaban a doble partido-, 8 goles de ventaja frente a un equipo que en Pamplona no había demostrado ningún tipo de credencial para obtener el único título que faltaba en las vitrinas del balonmano francés. El Portland goleó y manejó como a un juguete al conjunto que dirigía Patrick Canayer, que contaba con estrellas de la talla de Omeyer, Dinarte, Bojinovic o la joven estrella incipiente del balonmano mundial Nikola Karabatic, quien sumaba 18 primaveras a sus espaldas.
La expedición navarra viajó hasta Francia en la reserva de su depósito y bajo mínimos: Kisselev apenas había participado en la temporada por culpa de varios problemas físicos; Jovanovic, KO por tener rota la rodilla; Iakimovic viajó con una rotura de fibras en los isquios -se rompió a falta de 10 segundos del final del partido de ida- y Richardson había reaparecido únicamente para la disputa de la final después de haberse sometido a una artroscopia para suturar el menisco de su rodilla. A esta merma cabe sumar la maltrecha espalda de Garralda y el poco fondo de armario del que dispuso Equisoain para paliar las deficiencias originadas tras una tumultuosa temporada. Y eso que no lo tuvo nada fácil el equipo pamplonés, ya que por el camino tuvieron que dejar de lado a Magdeburgo -tras una eliminatoria más propia de un resultado de NBA-, Kolding, Gudme y Veszprém -con final de infarto en semifinales-.
Sin embargo, la historia proporcionaría el revés más duro del deporte al San Antonio, privándole injustamente de su segundo cetro continental. Para ello, Montpellier hizo lo imposible para conseguir la machada. Desde un recibimiento hostil, hasta varios desaires por parte de las autoridades locales -el alcalde de la ciudad llamó "asesinos" a los jugadores antonianos-, pasando por una agresividad excesiva e impropia por parte de cualquier conjunto deportivo. Solo faltó la guinda del pastel: el arbitraje. Los árbitros daneses Boye y Jensen -los mismos que dirigieron la vuelta ante el Barça en 2001- dejaron sin respiración a un moribundo Portland, que acusó entre sus filas la extrema violencia permitida por parte de los colegiados, así como el juego antirreglamentario que recorrió el parqué del multiusos de Montpellier aquella tarde. Tras una primera mitad en la que Portland pudo salvar los muebles, Montpellier pasó por encima del equipo navarro tras la reanudación, llegando incluso a obtener una renta de 13 goles. Tras el pitido final, jugadores de ambos equipos se enzarzaron en una impresionante tangana, propiciada por los bailes y provocaciones de los Dinart, Omeyer o Bojinovic, poniendo fin a uno de los episodios más tristes en la historia del deporte español.