vitoria - Posiblemente, no habría páginas de periódicos para contar las anécdotas que encierran muchas de las expediciones de Juanito Oiarzabal, un tipo que no deja indiferente a nadie y con una trayectoria tan amplia a sus espaldas que le ha llevado a coleccionar cientos de amigos y también algún enemigo. DNA ha pulsado la opinión de la gente que mejor le conoce y con la que ha compartido horas y horas en la montaña en las más adversas situaciones. Médicos, fisioterapeutas, enfermeras, varios periodistas que intentan hacerle una entrevista... Todos tienen algo que contar de un hombre que se ha jugado literalmente el pellejo en los lugares más recónditos y peligrosos del mundo.
“No es un buen paciente, para nada. Y el que diga lo contrario, miente. No me ha hecho caso en casi nada. O lo coges como es o lo tiras, pero es un hombre entrañable”, reconoce Kiko Arregui, el neurocirujano que le trató de las graves congelaciones que sufrió en una de sus célebres ascensiones al K2. Entre los vicios conocidos del montañero vitoriano se encuentran esos cigarrillos de más o los tragos a la botella de vino que no faltan tras una cumbre o el descanso en un campo base. “Cuando consiguió el Everest sin oxígeno por la cara norte se lo encontraron a 8.100 metros mientras descansaba. Desde el despacho que te hablo, por mediación de Sebas Álvaro y todo el dispositivo que tenían de conexiones en altura conseguí hablar con él a esa altura. Le dije que para subir al Everest sin oxígeno tenía que dejar de fumar. Lo había hecho”, recuerda orgulloso Arregui.
Una persona como Juanito, que hasta hace un par de años empalmaba viaje tras viaje para escalar ochomiles con el consiguiente sufrimiento para su mujer y sus dos hijos, despierta admiración, elogios y críticas a partes iguales. Como los de Juan Gandía, el asesor técnico de su primer ochomil al Cho Oyu que aprovechó aquella expedición para realizar un estudio de patología en altura y publicar un libro que es referencia en el mundo de la medicina de montaña. “Hay una frase famosa que es que el deportista de élite nace y luego se hace. Juanito es un ejemplo de deportista de elite en su actividad que posee unas facultades naturales extraordinarias y fuera de lo normal para adaptarse a la altura. Las ha pasado canutas muchas veces, pero va saliendo de una y otra. Tiene secuelas importantes, pero su vida es esa y su mundo es ese. Hay cosas de su alimentación o de sus hábitos que podía cuidar más”, admite entre risas quien encumbró el Centro de Medicina Deportiva de Vitoria durante tres décadas.
Martín Fiz, otro de sus ilustres amigos, es otro de los que ha pasado mucho tiempo con él en la montaña, sobre todo en 2006 en el Aconcagua. Sus palabras al respecto no dejan lugar a la duda. “Se mueve por ella como si fuera la calle Dato. Tiene el culo súper pelado. Me sacó incluso fotos en un sitio que veía peligroso. Estaba acojonado pensando que me iba a precipitar hacia el vacío y él se desenvolvía como una cabra loca. Me llama la atención cómo ve la montaña y el rollo que tiene con ella. Es un amor-odio. Es increíble cómo le respetan otros montañeros”, ensalza el maratoniano.
A juicio de Sebas Álvaro, quien fuera director del programa Al filo de lo imposible, Juanito “está entroncado seguramente con la mejor corriente del montañismo español de todos los tiempos”, aunque hace una aclaración importante a la hora de valorar en una justa medida sus hazañas. “Yo sitúo sus éxitos en el momento que los hizo. Creo que no valen igual los ochomiles de hoy que los de hace treinta años. Aquel alpinismo era mucho más innovador, atrevido, arriesgado y más limpio que el que vemos ahora. De Juanito me interesan sus primeros ochomiles o el haber acabado en 2001 los catorce sin botellas de oxígeno”, enfatiza. Fuera de la montaña, su carácter tampoco deja indiferente a nadie. “Fomenta una imagen peor de la que es, la de gruñón siempre malhumorado, diciendo tacos... El reflejo de El Conquistador del fin del mundo, la Isla de los famosos... Todo esto no le hace justicia. Me quedo con la lealtad de un amigo que sabes que te es fiel hasta el final. Por eso, le quiero tanto a pesar del propio Juanito”, ensalza del montañero.
Es una voz autorizada en alta montaña como la de Sebastián Álvaro quien ofrece algunas claves para valorar en su justa medida la trayectoria de Juanito, especialmente la de su primera etapa. “Aquel alpinismo, el de hace 30 años, era mucho más innovador, que el de ahora; más atrevido, arriesgado y más limpio que el que vemos en nuestros días. Por eso de Juanito me interesan sobre todo sus primeros ochomiles y las veces que subió sin oxígeno”.