Fuerza y trabajo. Eso es lo que define a Ariane Toro Soler, judoca de 19 años que viene de conseguir la plata en el Campeonato de Europa sub-23 en Sarajevo (Bosnia y Herzegovina). La joven deportista –nacida en Bilbao, pero criada en Pamplona–, ha sumado una medalla más a su generoso palmarés, en el que se reflejan tres oros en la Copa de Europa, podios en competiciones internacionales y dos quintos puestos en Campeonatos del Mundo.

No es raro que se dedique a este deporte, puesto que es hija y pupila de los reputados judocas olímpicos José Toro y Yolanda Soler, esta última con una medalla de bronce en Atlanta 1996. Mientras sigue los pasos de sus padres, Ariane estudia un doble grado de ADE y Derecho a distancia, estudios que debe compaginar con sus dos entrenamientos diarios y su apretada agenda. 

¿Qué sensaciones tuvo en Sarajevo? 

–Tuve el primer combate con la que me ganó el primer duelo del Campeonato de Europa Júnior y que quedó campeona, por lo que fue duro. Al final le gané, fueron pasando los combates y me notaba un poco nerviosa, pero a la vez tenía muchas ganas de hacer un buen campeonato, tenía las cosas claras. No me llevé unas sensaciones de 10, pero estuve bien.

Una medalla más para su historial, ¿qué significa este nuevo metal?

–Estoy muy contenta. Tengo victorias, pero estoy feliz porque aquí me he quitado la espinita de tener una medalla de las grandes.

Ariane Toro, con la medalla de plata del Europeo.

Ariane Toro, con la medalla de plata del Europeo. Cedida

¿Alguna espina más que quiera quitarse?

–Muchas. Conseguí dos quintos puestos mundiales en cadete y júnior, así que tengo ganas de una medalla mundial y de todo lo que me venga en el Campeonato de España Senior en diciembre.

De todas esas victorias que ha logrado, ¿cuál destacaría?

–La que más ilusión me hizo fue mi primera Copa de Europa cuando era más pequeña. Yo llegué ahí a darlo todo, pero realmente no sabía qué iba a pasar porque venía de una operación. Entonces cuando me vi subiendo al podio casi se me saltan las lágrimas de la emoción.

¿Cómo es el día a día de una deportista de su nivel?

–Sencillo. Según me levanto voy a entrenar y al terminar vuelvo a casa, estudio, como y me echo la siesta, que para mí es imprescindible porque si no luego no rindo (ríe). Después estudio de nuevo, entreno otra vez, vuelvo a casa y me voy a dormir.

“Me quiero parecer a mis padres porque creo que la combinación de los dos es perfecta, los admiro mucho a ambos ”

¿Le cuesta compaginar los estudios con el deporte? 

–Bastante la verdad. Tengo que entregar cosas y hacer exámenes y me cuesta porque me suelo ir fuera a competir. Me he ido dos semanas seguidas, una a Málaga y otra a Sarajevo, y no puedo sacar el mismo tiempo que si estoy en casa. Entre que comparto habitación con gente, hay entrenamientos y estás más cansada... es muy difícil. Además, luego cuando llego a casa después del viaje tengo que estudiar bastante más de lo normal.

¿Cuántos días entrena a la semana? 

–Excepto el domingo, todos. De lunes a viernes entrenamos por la mañana y por la tarde y los sábados por la mañana.

¿Le ponen alguna facilidad en la universidad teniendo en cuenta su situación? 

–Sí, pero no te creas. El año pasado estaba estudiando en la Universidad Pública de Navarra y me tuve que cambiar porque no me daban ninguna facilidad. En Burgos me cambian alguna fecha, pero tampoco son facilidades muy grandes.

¿Cómo empezó en el judo? También practicaba gimnasia.

–Realmente empecé con judo porque mis padres me apuntaron desde muy pequeña al ser mis entrenadores. La cosa es que mi hermano hacía gimnasia y judo, entonces cuando iba a recogerle a gimnasia lo vi y me gustó, así que me apunté. Pero bueno, estuve tres años y a los 12 años ya me tuve que decantar por una cosa o la otra y fui a por el judo, no dudé.

Con una familia como la suya no era difícil que acabase en el judo, ¿cómo es formar parte de una familia que vive tanto este deporte?

–No, no era difícil (ríe). Me gusta mucho, me encanta tener una familia así. Todo el mundo me dice: “Joe, tus padres son tus entrenadores”, pero a mí me ayuda mucho porque tengo plena confianza en ellos para los entrenamientos y también para contarles cualquier cosa. Confío mucho en mis padres, en su trabajo y en lo que tenemos que hacer, puesto que sabemos diferenciar cuándo estamos en casa y cuándo estamos en el tatami, así que yo estoy encantada.

“El judo es todo para mí, es mi vida. Lo que me da el judo no me lo ha dado nada más, me ayuda y me da fuerza para gestionar otras cosas”

¿Se podría decir que tienen una relación más profesional cuando entrena?

–Sí. Luego es verdad que en casa se habla del judo porque es inevitable cuando por ejemplo llego de un campeonato y mis padres me están esperando para hablar conmigo. Pero bueno, en casa sabemos diferenciar y no hablar todo el rato del deporte, que es algo fundamental.

¿Se querría parecer a sus padres?

–Sí, totalmente. Me quiero parecer a mis padres porque creo que la combinación de los dos es perfecta, los admiro mucho a ambos.

Es hija de dos judocas olímpicos, ¿le pesa esto a la hora de competir? ¿Siente presión?

–Es algo que hay que saber manejarlo. De pequeña me costaba más porque cuando iba a las competiciones la gente pensaba: “Esta es la hija de Yolanda y José, será buena seguro”, entonces eso cuando eres pequeña te genera más presión. A veces sí que es bueno hacer caso de esas cosas porque te da más confianza, pero otras veces hay que olvidar eso para que no te genere mucha presión. Ahora lo gestiono bien, de pequeña no tanto.

¿Cuál es su mayor sueño como deportista?

–Desde pequeña sueño con una medalla olímpica. Toda la vida he visto la medalla de mi madre en casa, así que siempre he soñado y sueño con ganar una. Me veo cumpliéndolo.

¿Cómo se definiría como judoca?

–Me definiría como una persona con fuerza y capacidad de trabajo.

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¿Qué significa el judo para usted?

–El judo es todo para mí, es mi vida. Lo que me da el judo no me lo ha dado nada más. El judo me da viajes, vivencias, momentos duros, fuerza... me lo da todo. Todo lo que vivo en este deporte me da fuerza a la hora de gestionar otras cosas en la vida.