La emotividad se concentró en Misano, en el marco del Gran Premio de la Emilia Romagna, antepenúltima prueba del calendario. Valentino Rossi se despedía de su hogar, ese escenario que linda con su Tavullia natal, donde parte la procesión que rinde homenaje cada carrera al nonacampeón, ídolo de masas, el mayor del motociclismo. Además, en este fin de semana se cumplía el décimo aniversario del fallecimiento de Marco Simoncelli, quien fue desafortunadamente atropellado por su amigo Rossi. Las lágrimas corrieron por las amarillentas gradas. Nada volverá a ser lo mismo en Misano. “Grazie, Vale”, se podía leer a cada golpe de vista. El italiano, que ha convertido esta temporada en vueltas al ruedo y ovaciones, se elevó desde la 23ª pintura de la parrilla de salida hasta la 10ª. No todo fueron llantos de lástima.

La temporada en la que Il Dottore alzaba su segundo título, en 1999, nacía en Niza un bebé llamado Fabio Quartararo, que este año ha quitado el asiento a la leyenda. En la despedida de Rossi de Italia, el francés de 22 años lograba su primer título de MotoGP con la máquina heredada. El Diablo, apodado también como el anti-Márquez desde que saltó al circuito mundial, se convirtió en el primer piloto francés en reinar en la máxima categoría, rompiendo una racha de una década de éxitos del motociclismo español, que había monopolizado los títulos desde el conseguido por Casey Stoner en 2011. También devolvió la gloria a Yamaha, que no ganaba desde que lo hiciera Jorge Lorenzo en 2015. Es presente y futuro. Es el relevo generacional.

Quartararo ha tardado 49 carreras en la máxima cilindrada en ceñirse la corona. En su tercera campaña en MotoGP ha demostrado que sabe reinventarse, que una edad tierna concede margen para la evolución. Demostró ser rápido, un futuro aspirante, pero en el pasado pecó de falta de madurez, de regularidad. La impaciencia fruto de la ambición generó frustración. Este curso, en el que ha firmado cinco victorias de las nueve que posee en la categoría reina -solo posee diez triunfos mundialistas-, es el único piloto de las tres categorías que ha puntuado en todas las carreras. En Misano certificó su transformación.

El duelo por el campeonato presentaba a Francesco Bagnaia, perseguidor, saliendo desde la pole, y al líder, Quartararo, a quien le bastaba con quedar por delante del italiano para coronarse, arrancando desde la decimoquinta pintura. “No quería tomar demasiados riesgos. No quería una caída”, justificaba el francés. Sus 52 puntos de margen al aterrizar en la Riviera di Rimini obraron en consecuencia. Estaba reprimido, armado de paciencia. La presión viajaba embutida en el casco de Bagnaia, que advertía: “Voy a intentar empujar desde el principio”. No tenía otra opción para estirar la vida del Mundial, para alimentar sus opciones de campeón el año de su debut con un equipo oficial en MotoGP.

Bagnaia se disparó. Solo Jack Miller y Marc Márquez abrazaron su rebufo. Un ritmo vertiginoso, intimidante. No en vano, el australiano se fue al suelo y dejó desprotegido a su compañero de Ducati. Márquez se enganchó a la rueda de Bagnaia y ejerció tal presión que forzó al italiano a elevar el compás en pos de la victoria.

A 5 vueltas del final, Bagnaia cayó, víctima de la tensión. Se precipitó sobre el asfalto en la Curva 15, la misma que tumbó a Miller. El incidente coronó matemáticamente a Quartararo, que terminó en cuarta posición el día del eclipsado doblete . Márquez venció en un circuito que se corre en el sentido de las agujas del reloj más de dos años después, y se vio secundado por Pol Espargaró, que firmó su primer podio con el equipo japonés.

El caso de Quartararo es anómalo por su precocidad y falta de resultados destacados antes de ascender a MotoGP. En 2013 y 2014 se hizo con el Campeonato de España de Velocidad. Restaba un año para poder dar el salto al Mundial debido a la edad mínima de 16 años. La organización reescribió el reglamento para facilitar su desembarco a los 15, estableciendo la conocida como Ley Quartararo. El francés disputó dos campañas en Moto3 y otras dos en Moto2. En cuatro episodios mundialistas logró cuatro podios y dos décimas posiciones como mejores resultados en las clasificaciones generales, muy alejado de las trayectorias de los campeones previos.

No obstante, Yamaha vio en Quartararo a una joya. Le abrió las puertas de MotoGP. El 4 de mayo de 2019 se convirtió en el más joven de la historia en lograr una pole. En su primer curso en la élite amasó hasta seis, pero faltó la victoria. Cerró el año en quinta posición, con cinco segundas plazas y dos terceras.

En 2020 celebró tres triunfos. Si bien, los problemas psicológicos derivados de la presión pasaron factura. Terminó el curso en la octava plaza. El Diablo. El decreciente papel no le hizo perder crédito. El potencial del piloto francés motivó a Yamaha a desplazar a Rossi. En 2021 el veterano fue relegado al equipo filial para ser reemplazado por el joven, que en su primer curso en el equipo oficial ha correspondido con un título que valida la decisión. El Diablo se ha ganado el cielo.