El póstumo discurso sonó con fuerza vibrante y decidido, sin reflejar temor ninguno y pleno de entereza y decisión aquel 11 de septiembre de 1973, día del oprobio y de la traición en la historia de la República de Chile, con particular repercusión mundial por la brutal represión aplicada contra miles de chilenos. “Seguramente, ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las antenas de Radio Magallanes. Mis palabras no tienen amargura sino decepción. Que sean ellas un castigo moral para quienes han traicionado su juramento: soldados de Chile...”, inició Salvador Allende, legítimo presidente constitucional la proclama que horas después sería su epitafio.

El golpe militar comenzó el día anterior, 10 de septiembre, la escuadra naval chilena zarpó, en teoría para participar en las maniobras navales internacionales Unitas, ejercicios navales de cada año de la armada de Estados Unidos con otras armadas latinoamericanas. Mientras, fuerzas del Ejército se acuartelaron con la justificación del posible desafuero de Altamirano y Garretón, congresistas que habían denunciado una conspiración de altos oficiales de la armada para derrocar al gobierno constitucional, que Augusto Pinochet dijo a Orlando Letelierl, ministro de Defensa, “podía causar disturbios”. La madrugada del 11 de septiembre, la escuadra regresó a Valparaíso y las Fuerzas Armadas tomaron la ciudad. Se le comunicó a Allende que la infantería de Marina estaba en las calles y tomaba posiciones de combate. El presidente Allende pidió contactar con Pinochet y Leigh (comandante en jefe de la Fuerza Aérea), pero ambos eran ilocalizables. Las ratas se ocultaban en sus madrigueras. El golpe había comenzado.

fiel a su palabra

El Presidente de Chile

Salvador Allende

“Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”, continuó el presidente Allende en su última alocución.

Salvador Allende Gossens? (Santiago, 1908-1973), por sus apellidos de origen vasco y belga-catalán, fue médico cirujano. Su familia era de clase acomodada que se trasladó por el país por los cargos que su padre asumió en la administración pública, y una de las más relevantes de la sociedad y la política chilena desde su llegada al país en el siglo XVII y establecerse en Valparaíso. Paradójicamente, sería aquí donde se gestaría la rebelión militar contra el régimen legalmente constituido.

El más conocido a nivel internacional, Salvador, quinto de seis hijos (dos fallecerían prematuramente), senador socialista entre 1945 y 1970, y presidente de la República por la Unidad Popular, un conglomerado de partidos, hasta que fue derrocado y acabó con su vida. Salvador Allende contrajo matrimonio con Hortensia Bussi, con la que tuvo dos hijas, Beatriz (madre de la diputada Maya Fernández) y la senadora Isabel Allende Bussi. Desde el golpe de Estado, toda la familia quedaría marcada y varios de sus miembros acabarían en el suicidio.

la sedición

Antecedentes

El caos organizado

Sigue el discurso: “Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo oleoductos y gaseoductos frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La historia los juzgará”.

El general de Aviación Leigh y el vicealmirante Merino concibieron el golpe en agosto de 1972, con el conocimiento de los Estados Unidos y la colaboración de sectores muy representativos de la sociedad chilena. Con anterioridad, en Washington, el presidente Richard Nixon había ordenado tras las elecciones de 1970 evitar que Allende llegara a la presidencia. La CIA organizó dos planes, el Track One y el Track Two para detener la elección de Allende, el primer marxista en ocupar el Palacio de la Moneda. El primero fracasó, y se aplicó el Track Two, que consistía en crear un clima de inestabilidad política, para que las Fuerzas Armadas intervinieran y anularan la elección, lo que se encargó al general Roberto Viaux. Secuestraron al comandante en jefe del Ejército, el general René Schneider para provocar un clima máximo de tensión el 22 de octubre pero Schneider se defendió y fue disparado por sus asaltantes, su chófer lo llevó al Hospital Militar, donde falleció dos días después.

El 24 de octubre de 1970, se reunió el Congreso pleno, votaron 195 parlamentarios y Allende obtuvo 153 votos por 35 de Jorge Alessandri y 7 en blanco. Se proclamó presidente a Salvador Allende que asumió el 3 de noviembre y se dirigió a la catedral para asistir al Te Deum ecuménico celebrado por todas las iglesias de Chile. Se iniciaba la “vía chilena al socialismo” que incluía la nacionalización de áreas claves de la economía, la nacionalización de la gran minería del cobre, aceleración de la reforma agraria, congelación de precios de las mercancías, aumento de los salarios de todos los trabajadores, modificación (en un clima de euforia económica) de la Constitución, creación de una Cámara única, y una drástica redistribución de la riqueza.

La nacionalización de la minería se llevó a cabo con el apoyo de todos los sectores políticos, por unanimidad en el Congreso Nacional. A las empresas mineras se les pagaría una indemnización, pero restándole las “utilidades excesivas” (beneficios) que habían obtenido los últimos años pagando bajos impuestos (inferiores al 10%) y por este sistema las empresas estadounidenses Anaconda y Kennecott no recibieron un solo peso, y terminaron debiéndole al estado chileno cifras millonarias, ya que, como argumentó Allende ante las Naciones Unidas, ambas habían obtenido ganancias cercanas a los cuatro mil millones de dólares anuales en las últimas décadas.

Las acciones del gobierno de Allende motivarían a Richard Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinger, a promover un boicot contra el gobierno de Allende mediante negación de créditos externos y la petición de un embargo al cobre chileno. Dos años después del golpe que acabó con Salvador Allende, la Junta Militar del sanguinario Pinochet pagó una indemnización de 250 millones de dólares a la empresa Anaconda, propiedad de las familias Rockefeller y Rothschild.

ejército contra el pueblo

Se consuma la traición

El golpe

En junio de 1973 hubo una intentona de la que se habló poco pero fue muy importante y demostró que en principio el ejército era reacio a una solución armada. Se llamó el “tanquetazo” del teniente coronel Roberto Souper, ya que lo dio un regimiento de blindados con todos los ingredientes de un golpe cruento al viejo estilo: una unidad militar se subleva, sale del cuartel y arremete contra instituciones oficiales. Así el regimiento sacó a la calles de Santiago dieciséis carros de combate y ochenta soldados, marchó sobre el Palacio de la Moneda y el cercano Ministerio de Defensa y comenzó a disparar; no obuses pero sí sus ametralladoras. Hubo varios muertos, pero el golpe fracasó pues la jerarquía del ejército (Prats y Pinochet) activó la emergencia y los leales (¿?) ocuparon la ciudad. El redondo año 1971 del gobierno en cifras y logros sociales se eclipsaría en 1972 y 1973, por las amenazas del presidente de Estados Unidos, Richard Nixon y la promesa de “hacer aullar la economía chilena”, con la CIA que orquestó el caos económico y social y la ITT Corporation financiando (fábricas cerradas, huelga de transportes...) a todos los medios opositores.

Ante el dramático panorama incitando de continuo al golpe de Estado y la abierta sedición de parte de la armada que asesoraba a Patria y Libertad, grupo de extrema derecha desestabilizador del gobierno, el caos económico y social se apoderó de la situación. A las 7 de la mañana Allende y el GAP (Grupo de Amigos Personales) se dirigieron al Palacio de La Moneda, Allende llevaba un fusil AK-47 y sus compañeros dos ametralladoras y tres lanzagranadas además de sus armas personales.

Al tiempo, Augusto Pinochet organizó la comunicación con las ramas de las Fuerzas Armadas, especialmente con la Academia de Guerra Aérea, y con Patricio Carvajal, que sería el coordinador del golpe. Las radios Minería y Agricultura ocupadas lanzaron la primera proclama militar: Allende debía entregar su cargo a la Junta Militar de Gobierno y un ultimátum: si La Moneda no se desalojaba antes de las once sería atacada por tierra y aire. A la hora fijada, la aviación bombardea y los tanques disparan sobre el palacio presidencial. Lo demás es conocido.

“Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse. Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor. Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”. Fue el 11 de septiembre de 1973, ayer se cumplieron 45 años, un día que es historia unida a la dignidad inquebrantable de un hombre.