"Vivimos en un tiempo maravilloso, en el que el fuerte es débil por los escrúpulos y el débil se fortalece debido a su audacia”, decía el recientemente malogrado Henry Kissinger. Hoy en día pocos países están demostrando mayor audacia que la República Islámica de Irán. El ataque israelí a su embajada en Damasco demuestra la importancia que está tomando a escala global. Y el miedo generalizado a un conflicto abierto con Israel muestra, a su vez, la fuerza que está adquiriendo la república de los ayatolás en el tablero internacional.

Tras décadas de lucha con sus vecinos árabes por la hegemonía en Oriente Medio, la apuesta iraní por el conflicto de Gaza demuestra la fortaleza de un régimen que durante años se ha enfrentado abiertamente a los Estados Unidos e Israel, pero que hasta ahora no había sido capaz de desafiar a ambas naciones de manera tan directa y abierta. La capacidad de influencia que ha logrado entre Hamás, los hutíes de Yemen, las milicias chiitas sirias e iraquíes, e Hizbolá; junto a la agresividad con la que los utiliza para atacar a israelíes y norteamericanos es todo un mensaje directo de que Irán se está convirtiendo en una nueva potencia anti-Occidente, junto a China y Rusia. Una guerra que Irán libra desde hace muchas décadas, pero que puede llegar a su punto culminante en la época actual.

Todo comenzó el año 1979. El régimen del sha de Persia, apoyado por israelíes y norteamericanos, cayó bajo el peso de la corrupción y la brutal represión hacia su pueblo. Un líder religioso, el ayatolá Ruhollah Jomeini, logró desde su exilio en París difundir a través de casetes su mensaje contra el sha y el intento de este de occidentalizar el país. En 1979 la revolución triunfó, el sha huyó de Irán a la vez que Jomeiní logró hacer suya la revolución, instaurando una teocracia, en la que él era el guía supremo. Nació así la República Islámica de Irán y a partir de entonces nada sería igual en Oriente Medio.

Aquel 1979 fue decisivo para la región, como analiza Kim Ghattas en su interesante libro Black Wave. La URSS invadió Afganistán, Jomeiní hizo su revolución, Arabia Saudí detuvo su occidentalización tras el asalto a la Meca por parte de un grupo radical… Una negra ola de conservadurismo y fundamentalismo religioso se extendió por toda la región. Una ola contraria a la occidentalización y que apuntaba claramente a dos enemigos, Israel como potencia imperialista en la zona y los Estados Unidos como adalid de la cultura y los valores occidentales.

Dos grandes rivales

Jomeini no dudó sobre cuáles eran sus dos grandes enemigos, pero tampoco olvidó a otros rivales que competían por el poder en la zona. Por un lado, las potencias sunitas, con Arabia Saudita a la cabeza, que no toleraban que una Irán chiita pudiera hacerse fuerte en la región. Por otro, su vecino Saddam Hussein que, además de abanderar el nacionalismo secular árabe, mantenía un gobierno sunita en un país de mayoría chiita. Saddam, que compartía el mismo recelo hacia el país de los ayatolás, aprovechando la debilidad de la nueva república, la atacó para arrebatarle terreno. De esta manera comenzó la guerra Irán-Irak, un conflicto que duró 8 años y que significó la muerte de más de millón y medio de personas.

El líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei. EP

Aquella guerra significó un punto y aparte para la joven república iraní. Resultó ser la demostración del atraso en el que se encontraba Irán, un país con menos población, como era Irak, puso a la República islámica contra las cuerdas, a la vez que sirvió también para demostrar a Jomeini quiénes eran sus verdaderos aliados dentro del régimen. La Guardia Revolucionaria, un ejército propio de Homeini, creado a partir de sus adeptos para controlar un ejército regular demasiado apegado aún al derrocado sha, demostró su valor en la guerra siendo quienes mantuvieron en pie el frente contra los iraquíes. Desde aquel entonces, la Guardia Revolucionaria se convirtió en el verdadero ejército iraní y en el pilar básico del sistema de poder de los ayatolás.

Además, Jomeiní también aprendió otra lección. Mientras que Irak poseía apoyo soviético, Irán se encontró completamente sola frente a Sadam. A partir de entonces, desde la propia Guardia Revolucionaria, se buscó ganar influencia en otros grupos y regiones de la zona, para que pudieran servir de apoyo a la causa iraní en su guerra contra Estados Unidos e Israel y en su competencia regional con los sauditas. De aquí nació la fuerza Quds, un cuerpo tanto de operaciones especiales, como de espionaje internacional, cuyo objetivo es infiltrarse y buscar apoyo en otros grupos y regiones con el fin de sostener los intereses iraníes.

Esta estrategia dio sus frutos primeramente en el Líbano, donde Irán fue capaz de aprovechar la guerra civil libanesa y la posterior invasión israelí, para organizar a los chiitas del sur, dando origen a uno de los grupos políticos y armados más importantes de la región, Hezbolá. Más tarde vino el apoyo a Hamás, frente a una OLP que negociaba con el Estado israelí. Finalmente, a partir de la invasión norteamericana de 2003 de Irak, se produjo el apoyo iraní a la organización de la resistencia iraquí al ocupante, apoyo que resultó ser una de las grandes victorias de la fuerza Quds, entre otras razones por la introducción de nuevos métodos explosivos contra las fuerzas norteamericanas, a las que causaron cientos de bajas.

Además de todas estas organizaciones, están también los hutíes, que han servido para librar una guerra por delegación con sus enemigos regionales, los saudíes, en la contienda civil de Yemen. Sin embargo, el conflicto armado donde Irán ha puesto más carne en el asador ha sido el sirio, donde no ha permitido que caiga el régimen de Basher Al Asad, siendo además, junto a Rusia, el principal valedor de la dictadura siria.

Este frente sirio le ha permitido a Irán mantener en el poder a un dictador chiita en un país de mayoría sunita, a la vez que le abría la puerta para asestar golpes a sus dos grandes enemigos, Israel y los Estados Unidos, también agentes operantes en la zona. Al analizar el conflicto sirio no debemos olvidar que la oposición al régimen baazista está apoyada por los saudíes, lo que le ha valido a Irán evitar que los estos lograran otra esfera de influencia en la región.

En los últimos años, el poder de la Guardia Revolucionaria ha aumentado a la vez que la confrontación con norteamericanos e israelíes iba creciendo, sobre todo a partir del sabotaje por parte de estos del intento iraní de hacerse con armamento nuclear. La imposibilidad de lograr convertirse en potencia nuclear lo han compensado los iraníes con el fortalecimiento de la Guardia Revolucionaria, un auténtico ejército, completamente al margen del ejército regular, formado por más de 100.000 hombres, que cada vez cuenta con mejor y más sofisticado armamento.

La importancia de la fuerza Quds

Pero lo que el reciente ataque israelí en Damasco deja claro y a la vista de todos es la importancia de la fuerza Quds dentro de la Guardia Revolucionaria. En el objetivo del operativo librado en Damasco se encontraban dos altos mandos de la Guardia, que coordinaban las acciones de las milicias proiraníes sirias y de Hizbolá. Todo un ejemplo de la importancia de la fuerza Quds en el actual conflicto en la región para los israelís.

La fuerza Quds, como decimos, ha sido capaz de articular distintos grupos y movimientos de Oriente Medio, utilizando su influencia no solo para ganar esferas de poder, sino también para lanzarlos contra sus enemigos.

La importancia concedida por Occidente a la fuerza Quds quedó demostrada con el asesinato por parte de los norteamericanos del general Qasem Soleimani, líder carismático y fundador de la fuerza Quds en 2020. Irán sabe que aún es incapaz de enfrentarse directamente a los Estados Unidos e Israel, y tampoco a Arabia Saudí. Es por ello que requiere de movimientos, grupos o países en los que puedan generarse conflictos proxy en los que mantener su esfera de influencia, a la vez atacar y delimitar a sus enemigos, estrategia que Irán lleva décadas practicando.

Queda claro que Irán ha tomado el papel de gran potencia en la región, alineada con una Rusia a la que suministra drones para Ucrania y una China a la que suministra petróleo en grandes cantidades. El régimen de los ayatolás trata de resucitar su gran pasado imperial persa, volviendo a ser una potencia hegemónica, bien a nivel regional, bien a nivel internacional. Más si cabe ante unos Estados Unidos que han abandonado Oriente Medio como zona prioritaria, poniendo su esfuerzo militar en Taiwán y en su posible futura confrontación con China.

Irán, un actor principal

La República islámica, por tanto, se consolida como uno de los actores principales de la tragedia en curso en Oriente Medio. A través de la Guardia Revolucionaria y, sobre todo, gracias a la fuerza Quds, Irán ha logrado tejer alianzas que le están permitiendo ser decisivo en la región, atacando a sus enemigos a través de sus aliados.

No parece que busque una confrontación directa, más si cabe, si otros pueden atacar a sus enemigos por ellos. Pero lo que ha quedado a la vista tras el ataque israelí en Damasco, es que Benjamín Netanyahu tiene claro quién es uno de los principales actores de este drama y que parece no vacilar en atacarlo, a pesar del peligro de una gran escalada violenta que nadie puede predecir cómo terminaría.