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En la huerta, hasta el final

agustín beroiz habla sobre sus 49 años de trabajo en arantzadi, a pocos días de que entren las máquinas

En la huerta, hasta el finalUnai Beroiz

Agustín Beroiz lleva varias semanas asistiendo todas las mañanas a la "procesión" de las máquinas yendo y viniendo por el meandro de Arantzadi para la construcción de la primera fase del nuevo parque. El 29 de agosto debían entrar en su huerta, pero no lo hicieron. Unos días antes, Beroiz señaló las escarolas, espinacas, coles, brócoli, pochas... que crecen en sus tierras y le advirtió al encargado: "La primera planta que vas a tener que destruir antes que machacar una sola acelga es esta (señalándose a sí mismo)".

Agustín Beroiz nació en Lumbier en 1940, pero desde hace 49 años que trabaja las tierras en el meandro de Arantzadi. Primero lo hizo como empleado, para las familias Arraiza y Soto, y unos años después se convirtió en el arrendatario de las tierras y comenzó a trabajar para sí mismo. A sus 72 años, continúa día sí y día también labrando, -"yo habré pasado en la huerta 18 horas muchas veces, pero es que lo vivo, sino, no sería posible"- aunque ahora son sus hijas las arrendatarias y quienes se hacen cargo de la gestión de la empresa.

Beroiz es uno de los nombres propios del meandro, y también de la agricultura biológica o natural, como él la llama, en la cual fue pionero hace más de 40 años. Ahora, el desarrollo de las obras de la primera fase del parque de Arantzadi lo han colocado en el centro de las miradas. Sin quererlo, se ha convertido en una especie de autoridad de la agricultura en el meandro, una voz que escuchar en Arantzadi.

En primer lugar, por los jóvenes que durante años pidieron trabajar con él en las huertas para aprender de su experiencia. Después, cuando empezó a fraguarse el proyecto del nuevo parque, también el Ayuntamiento se puso en contacto con él. Beroiz cuenta que se ha reunido con Enrique Maya cuatro veces: tres cuando era arquitecto municipal y una como alcalde. Cuando el inicio de las obras ha sido más inminente, también quienes se oponen al proyecto se han acercado a él, y los miembros de Arantzadi Auzolanean acuden todas las mañanas a su huerta a mostrarle su apoyo. Incluso quienes gestionarán el tercio de las huertas que quedará en Arantzadi, Fundagro y Elkarkide, hablaron con él buscando abrir cauces de colaboración con él.

Pero Beroiz no se casa con nadie. Para él, la huerta es su "sitio", ese, y no otro, el lugar donde puede ser útil. Recibe las visitas de quien quiera acercarse, charla un rato, y les enseña la huerta.

La excavadora puede llegar en cualquier momento, y hasta entonces Beroiz repite una única petición: "respeto" para una tierra que lleva trabajando 49 años, que no se destruya, y se conserve integrándose en el nuevo parque. "Yo no pido que me dejen la tierra para mí, pido que me dejen a mí estar en la tierra", insiste.

El hortelano echa ahora la vista atrás y recuerda el momento en que decidió trabajar de manera natural y prescindir de elementos químicos, etc. "Me costó 7 años hacer la reconversión a la tierra para dejar de usar abonos químicos. Pero fue mucho más complicado hacerme la reconversión a mí mismo que hacérsela a la tierra". Recuerda que en aquel momento, hace más de 40 años, lo ecológico no se ponía en valor como ahora y que, aunque su familia trabajaba con él, no se sentía comprendido. "Pero apareció una persona que sí me entendía, Juan Manuel Miñana, un perito agrícola. Y todo lo que él me pudo asesorar respecto a la huerta no fue nada comparado con la sensación de sentirme acompañado. Porque uno solo no va a ninguna parte", reflexiona.

La fórmula fue cuajando y pronto llegaron más interesados en un nuevo modo de hacer agricultura. "Yo ya llevaba diez años haciendo esto para cuando se creó el Consejo Regulador de la Agricultura Ecológica en España. Aquí venían todos, de la Diputación, gente mayor, de la agricultura, a que les explicara en qué consistía la agricultura biológica para tener algo de argumento cuando les preguntaran", asegura.

Así es como se convertiría en una referencia para otros, para jóvenes que acudían a él a aprender y mayores que le consultaban sus problemas con los cultivos. Recuerda especialmente a los estudiantes que llegaban a aprender, peritos agrónomos con la carrera recién terminada. "Traían la fórmula escrita en la frente, y luego al llegar aquí se les rompían los esquemas. Cuando ya llevaban dos meses o así me decían: 'Me sirve mucho más el tiempo que llevo contigo en la huerta que seis años de carrera'".

Con estos recuerdos, se pregunta si "no es eso una obra social también", en referencia a Elkarkide, una entidad encargada en la inserción social y laboral de personas con discapacidad que gestionará una de las parcelas que actualmente ocupa su finca. Sin embargo, deja muy claro que no pretende abrir una guerra para quedarse con el terreno, solo que no se destruya la tierra.

"Solo quiero que se respete, que integren esta huerta en el parque, pero no para mí, para el futuro. Podría haber espacios para la gente y para las huertas, y sería un parque de ensueño que no quitaría vida, al contrario, le daría más vida al meandro de Arantzadi", señala.

Antes de que comenzaran las obras, se planteó la posibilidad de Beroiz colaborara con Elkarkide, con la intención de no perder su figura para el meandro. "No es que yo no quiera, es que mientras yo pueda llevar esta huerta dignamente, donde soy útil es aquí, en mi sitio, no en el sitio de ellos, ¿no ves que somos totalmente distintos? Ni con Elkarkide ni con Fundagro. A mí no me gusta meterme en la tierra de nadie. Yo me sentiría tan mal... y así no se puede transmitir nada bueno", zanja la cuestión.

El desalojo de casa Beroiz está previsto para el 31 de octubre, pero hasta que no comience la segunda fase de las obras del parque de Arantzadi (todavía sin fecha prevista) no se va a tocar la parcela en la que se encuentran los invernaderos. Beroiz podría seguir trabajando en ellos, "pero si ya no tengo la casa, ¿dónde voy a meter el material?", se pregunta.

Hasta su huerta llegan estos días personas convocadas por el colectivo Arantzadi Auzolanean. Beroiz asegura que entiende las protestas, y que agradece el apoyo, pero no se identifica con ellas. "Lo que hay que hacer es defender tu sitio y no estar ni provocando ni entorpeciendo. Hay que defender con los pies quietos y mostrando el trabajo. Estas miles de plantas de aquí impactan mucho más que cualquier protesta", asegura.

Para Beroiz, la defensa del meandro de Arantzadi debería haber empezado mucho antes, "cuando comenzaron a herirlo" al construir el vial donde se encuentra el edificio Viálogos. "Simplemente, si el meandro de Arantzadi es del pueblo, yo pensaba que vendría aquí todo el mundo a defenderlo, hasta que no cupiera un alma más, con las manos en los bolsillos, ni gritar hace falta. Pero empezó la máquina y yo allá solo, todos los días, hasta que un día el encargado me llamó la atención. No acudió nadie, ni uno", se lamenta.

Sabe que las máquinas pueden entrar pronto, pero invita a los responsables de las obras a acercarse a las huertas y conocerlas: "Que baje, lo vean y lo vivan, a ver si les late el corazón o no, y después que decidan". "Ya sé que soy una pulga contra un elefante, pero ahí está la pulga. No le va a hacer daño, pero le pica. Lo seguro es que, quien no le va a hacer nada nunca, es el elefante a la pulga", sentencia.