EN El Cerro, isósceles altozano, de Rada, a 431 metros de altura, vuelve a brotar, medio milenio después, la piedra gracias al irrigar de amor de muchos navarros a la historia, a la arqueología y al patrimonio de nuestra tierra. Merece la pena visitar el recinto amurallado de Rada: por lo espectacular de su viva y variada estructura, por su caprichosa geomorfología, por el gozo de sus bellísimas vistas del bajo Aragón hacia el norte, de las Bardenas Reales de Navarra hacia el sur, los regadíos de Caparroso al este y de Mélida al oeste, por otras tierras de dura vegetación mediterránea, salpicada de carrascos y chaparrales, y esparto y algunas hierbas para el ganado lanar; y por los comederos y mangas del recio laboreo con cabaña brava de casta navarra de El Sabinar y los Toros del Reyno y De los Reyes. Pero también este lugar merece muy mucho la pena porque en la imaginaria se puede reconstruir perfectamente: un colosal perímetro amurallado triangular a modo de presa de contención y mojón norteño del extenso desierto bardenero, un completo caserío articulado por calles, un chulo torreón vigía y la aún enhiesta iglesia de San Nicolás repicando sus campanas. Hay quienes sus mentes pintan al mirar desde la base de Rada la propia Jerusalén resistiendo cualquiera de sus múltiples embates o, con mayor localismo, la mismísima villa cercada de Artajona. Y se pueden imaginar otras épocas de invasiones, guerras y otros peligros que acechaban allende de las fronteras de nuestro reino, del que Rada era importante hito defensivo.
Historia desde el siglo XI Desde el siglo XI ya hay documentación de esta atalaya que se defendió del islam, primero, y de Aragón por oriente y Castilla por occidente, después. Su nombre procede del linaje del mismo nombre: los Rada. En 1222 Bartolomé Jiménez de Rada prestó homenaje a Sancho el Fuerte. En 1297, Rada es agregada a la corona de Navarra. En el siglo XIV tuvieron propiedad sobre el lugar los Mauleón. En 1366 llegó a tener 38 fuegos y 21 hidalgos. En 1455 la disputa entre beaumonteses y agramonteses acabó desmoronando, por no decir arrasando, el baluarte poblado. Únicamente quedó en pie la ya mentada iglesia de San Nicolás.
El recinto primero quedó incluido en la Merindad de Tudela, pero desde comienzos del siglo XIX aparece ya como perteneciente de la de Olite. Y desde 1835 es de Traibuenas, a su vez término del ayuntamiento de Murillo el Cuende. En 1981, Luis de Silva, último propietario del desolado, lo dona al Gobierno de Navarra. Desde 1984 comienzan los trabajos de excavación en tres tramos de calles y en la zona cementeril o necrópolis bajo la batuta de María Ángeles Mezquíriz. Desde entonces, han continuado las campañas arqueológicas que han ido rescatando la grandeza de este lugar y reconstruyendo el modo de vida de sus habitantes.
En el interior del recinto hay cuatro calles, de las cuales la de la Ermita es la vertebradora de los edificios, que fueron de mampostería y que contaron con planta rectangular y dos plantas. También, al este, destacan los sillares tallados que marcan el umbral de lo que fue la puerta principal de acceso. Entre los edificios destaca la casa del Tenente y San Nicolás, iglesia románica tardía (siglo XII). Tiene una nave rectangular de tres tramos y está culminada por un ábside semicircular. Su decoración es muy sobria; y su espadaña, tan generosa como huera. Adosado a la iglesia está el cementerio con diversas, pero sencillas, formas de enterramiento.
Los lienzos del perímetro amurallado fueron imponentes. Prueba de ello son los restos, bastante erguidos y sanos, del lado norte. Y el aspecto macizo del torreón (donjón o torre almenara) en el ángulo meridional, con sus más de 3 metros de altura, resto de los 15 que llegó a tener. También se conserva en buen estado el aljibe o cisterna de agua.
Déjese guiar por guiarte.es y no deje de visitar este espectacular recinto amurallado de Rada.