eguillor - En tres años ha aprendido que ser alcalde de un pequeño pueblo tiene mucho de sacrificio y poco de recompensa. Quizá por ello, porque no para quieto y por el reclamo de sus 130 habitantes, no entiende cómo los grandes partidos se plantean fulminar a los concejos, siendo además las únicas listas abiertas donde la ciudadanía vota a las personas y no se cobra un céntimo. Podría decirse que se trata de la única clase política con cierto prestigio. Pero en este momento los viejos concejos están en el ojo del huracán con la nueva reforma local a la vista, que contempla la pérdida de todas las competencias de los concejos excepto fiestas, archivos, caminos y cementerios. En Navarra existen 348 concejos y los ayuntamientos asumirían la gestión y el aprovechamiento de sus bienes comunales, aunque tendrían que devolverles la mitad de los beneficios que obtuvieran por ellos, por ejemplo en pastos, aprovechamiento de madera, caza, etcétera.
En este escenario David se pregunta quién se hará cargo de avisar a Obras Públicas cuando haya un problema en el puente que impida el tráfico de vehículos, cuando se funda la luminaria de la farola o cuando se atasque la charca que abastece al único ganadero que tiene yeguas, situaciones más que cotidianas. David Campión quiere saber quién se preocupará por hacer comunidad, por lograr financiación para que los pueblos cuenten con pequeñas sedes de encuentro y reunión como la sociedad que tienen abierta. Le intriga conocer qué ocurrirá cuando llegue otro proyecto-burbuja como el que se presentó en los años dorados para la construcción de hasta 200 viviendas y que han llevado a los tribunales (el proyecto fue aprobado por un error administrativo por el anterior Ayuntamiento), si alguien se interesará por los restos arqueológicos que quedan del castillo más antiguo de Navarra, cómo se decidirá que haya huertas sociales o quién apoyará al grupo de consumo creado entre jóvenes con productos ecológicos y de la zona. Y, en definitiva, qué tipo de burocracia alejará a los pequeños pueblos de las decisiones que ahora se toman de forma asamblearia y casi automática.
David Campión es biólogo, trabajaba en una sociedad pública hasta que hace dos meses se ha quedado en paro. Tiene dos hijas de 10 y 11 años, y dos pueblos que atender, Eguillor y Beasoain, dependiente del primero. Es el concejo más poblado de los ocho que tiene el Valle de Ollo, con una población cercana a los 470 habitantes. Eguillor depende de Ororbia en cuanto a servicios y empleo, también de la Mancomunidad.
A lo largo de los últimos años el pueblo ha cobrado vida, hay 40 niños y niñas menores de 18 años. Cada día salen tres autobuses del pueblo, además de los que entran de visita a la depuradora. Uno de los proyectos más ilusionantes desde hace cuatro años es la recuperación de los restos del castillo de Garaño. En auzolan, y con apoyo de la Mancomunidad, el nuevo cometido es rescatar los lienzos de las murallas defensivas, la torre homenaje y el aljibe del castillo. Otro de los orgullos del pueblo es la casa concejil, un tercio financiada por los vecinos, otro tercio por el concejo y el resto por los planes trienales.
"Si ahora concejos como el nuestro dependemos del ayuntamiento de turno, muchas de estas obras no se harían", abunda. Y, sin este local, no se podrían dar clases de zumba, las partidas de mus o el rincón de juegos infantiles para un pueblo "poco rural" donde "todos trabajamos fuera y apenas nos juntábamos".
Campión detalla los ingresos anuales del concejo, los 600 euros que paga el ganadero, 3.500 euros del alquiler de palomeras y los 13.000 euros aproximados que paga la Administración para alumbrado. En gastos, destaca los 65.000 euros de préstamo con el que se financió la casa concejil. Los concejantes apenas cobran 200 euros de dietas al año para móvil y parking, ninguna asignación. "No decimos que no a la reforma, decimos que nos convenzan, que somos pueblos diseminados, en muchos casos con gente mayor que tiene que trasladarse entre 15 y 25 kilómetros para acudir al Ayuntamiento. Seguramente hay cuestiones que se pueden simplificar y racionalizar el gasto como compartir secretarios. No hay que ver si hay demasiadas instituciones sino analizar el coste y los servicios que se prestan", abunda. Y pide un poco de respeto a instituciones que llevan funcionando mil años. Lo cierto es que pese a tanto trajín como regidor y a una etapa personal difícil, sin empleo, David no pierde la sonrisa, y menos en un día primaveral donde el sol ilumina las verdes praderas junto a robles y encinas. Seguramente con un entorno así resulte imposible claudicar.