en once monedas de oro, dos y una menos de las que se abonaron en años anteriores, pagó el abad del Monasterio de Urdax, Javier Larralde, a Antton Goikoetxea y Christian Ondicola, capitán y contramaestre de la Brokoa, la gran barca (handi txalupa), por algo más de la tonelada de hierro en bruto que en cabotaje por el Cantábrico trajeron de las minas de Bizkaia para las ferrerías monacales. El mineral llegó a Urdax desde Ziburu y luego de Askain, último tramo navegable de Laburdi, en una carreta de la que tiraba una hermosa pareja de bueyes que los urdazubitarras y decenas de visitantes esperaban cabe el monasterio para asistir a la escenificación del trato, la compraventa que rememora la que históricamente se llevaba a cabo hasta algo más de tres siglos.

El acto devuelve a la actualidad una labor rutinaria en los siglos XVII y XVIII, cuando las ferrerías del monasterio premonstratense de San Salvador trabajaban a todo trapo en la fabricación de lingotes de hierro que, con posterioridad, se convertían en herramientas para labranza, en armas y munición y en los artículos domésticos de aquella época. Y la escenificación actual surgió hace siete años gracias a la colaboración de los mineros vizcaínos, los marinos de Laburdi agrupados en la asociación cultural Itsas Begia de Ziburu y los monjes y ferrones de Urdax, y el Ayuntamiento de esta localidad que, a caballo de la muga, preside el alcalde Santiago Villares.

FIESTA MINERAL Al llegar el mineral la expectación, mayor edición tras edición, era tremenda este año incluso a pesar de las gradas instaladas a ambos lados de la entrada al monasterio donde se negocia el precio. Los ferrones José Javier Olentzero Zubillaga y Martín Villares, de orden del abad (Javier Larralde), asistido por los monjes José Antonio Agirre, Juan Ramón Otheguy, José Luis Gómez, Juan Luis Sarratea y Mikel Beola, inspeccionaron el género que aportaban los venaqueros (mineros) vizcaínos, en una tira y afloja serio pero jocoso.

“¿Cuánto vais a pagar?”, preguntan los venaqueros. El abad Larralde, asesorado por sus ferrones, contraoferta y se discute, el abad advierte a los marineros que se comenta que en la carga se produce “una merma” (pensando que los monjes no se van a dar cuenta) en cada puerto donde amarra la Brokoa y se lo gastan en vino. Los vizcaínos niegan semejante infundio y al final se acuerda el precio, este año once monedas de oro (más falsas que Judas y rellenas de chocolate) y se cierra la operación. Los monjes y ferrones cargan los buruzariak (cestos), los depositan en la herrería cercana y el público aplaude satisfecho.

Además de la feria de artesanía instalada en el explanada del monasterio, el grupo Baztango Mutildanzariak (ayer 40 mozos) interpretaron Aunitz urtez de saludo, Billantziko y Añarxume, y acabaron con el zor-tziko junto a varias mujeres y niños, y repitieron una vez finalizado el acto de compraventa, Marie Denise Marckert Elso habló de La frontera y el Monasterio de Urdax: testimonios de antaño y luego, hubo zikiro yate (asado de cordero) por la tropa de Zugarramurdi que dirige Txomin Amorena, cantó el coro Demode Quartet y hubo animada y también cantada sobremesa. ¡Zoragarria!