El helecho ya apenas se corta y utiliza entre los ganaderos baztandarras y es, de muy largo y al contrario de lo que ocurre con el agua, el aprovechamiento del comunal que más se ha abandonado en el Valle de Baztan en las tres últimas décadas. Hace años que se veía venir porque desde el popular San Jil, ebaki trankil! (San Gil, día uno de septiembre) que, de acuerdo con las Ordenanzas, Cotos y Paramentos por los que rige la comunidad baztandarra (que además de caducas prematuras sólo se cumplen según interese o no), era cuando se podía empezar a cortar, las peticiones de baja se han sucedido como chaparrón incontenible.

La corta del helecho (iratze en euskera y Pteridium aquilinum en denominación científica en latín) es planta que brota de forma espontánea (aunque es posible su reproducción para jardinería) suele, antes más, iniciarse cuando llega a un estado de cierta madurez. Para su uso doméstico (carece de todo valor comestible) se apila en metak o en almiares en el mismo lugar donde se cultiva o muy cerca de los caseríos y explotaciones ganaderas en montones de bastante mayor tamaño en torno a un palo vertical (metaziri) para su secado antes del uso.

“El almiar (meta en lengua vasca) es como un pajar a la intemperie” se ha dicho siempre, y así es en efecto. Su denominación euskeríca hay quien la relaciona con el nombre del mes, septiembre (iraila, quizás de ira (helecho) e hila (muerte, final de su periodo vital), que desde luego podría ser aunque no será uno el que se atreva a afirmarlo con rotundidad. La explotación del helecho es tarea sufrida y esforzada, porque se encuentra formando masas frondosas hasta en los parajes más complicados y a ello debía (debe) el nekazari (labrador, ganadero) dedicar jornadas enteras.

Se utiliza, hablaremos en presente todavía, para kamantza (lecho) del ganado vacuno con preferencia en el interior de la cuadra y lógicamente se va mezclando con el excremento animal, se convierte en estiércol hasta que se retira y repone por otro “limpio”. El retirado se amontona y en la época habitual se extiende por los campos como el mejor abono cerrándose así un círculo completo y más natural imposible.

Ahora es más cómodo usar abonos y fertilizantes minerales empaquetados en plástico, que evitan una labor por demás sacrificada, y su aprovechamiento se abandona. Sin pretender profetizar, hace ya años escribíamos que “dejarlo secar en el monte es pólvora para incendios, y los ayuntamientos acabarán contratarán gente para cortarlo. Al tiempo”. Y es que el helecho tiene futuro para su uso como fuente de biomasa (al tener alto contenido en humedad su digestión anaeróbica genera biogás) y al final resultará provechoso y si no para uso ganadero (que también, en ganadería ecológica) volverá a prestar servicio y confirmará que está en el monte para algo más que ocultar hongos. - L.M.S.