orbaizeta - Juanito Maisterra conoce el monte desde bien pequeño, ya que siempre ha acompañado a su padre, que era el encargado general del Irati. “De crío, he visto soltar la esclusa en el río Itolatz, cruzarse una madera en el acueducto y los jichos ahí en el agua, helados. Eso sí que llamaba la atención”, manifiesta.

Este orbaizetarra, que trabajó hasta los 27 años en el Irati, ha pasado por todas las etapas del monte, desde Iratisoro (al otro lado de la muga) hasta Aoiz. En los veranos solía estar midiendo la leña y durante cuatro inviernos anduvo en el barranqueo. De carácter alegre y bromista, tiene buenos recuerdos del ambiente con los compañeros, no tanto de lo duro que era el trabajo. Recuerda cómo iban por las noches a la casa del guarda del pantano, que era una fonda. “Después de cenar, íbamos a jugar al mus y también a beber un poco”, dice entre risas.

Pero no todo era coser y cantar en el barranqueo. Se pasaban todo el día metidos en el agua, aunque Juanito andaba los últimos años con katiuskas de goma. Cuenta haber visto hasta 3.000 metros de madera en el río, por lo que es obvio el esfuerzo que empleaban en conseguir enderezarlas. No sólo era costoso, sino también peligroso. De hecho, 15 días antes de casarse, Juanito fingió hacerse daño en la muñeca cuando le mandaron a meter unas maderas húmedas al río. “La mujer tenía miedo de que muriese, así que me tiré al suelo. Ay, ay, ay, gritaba. El médico, Don Eusebio, me puso una venda y con aquella me casé”, confiesa entre risas. Pequeñas mentiras que hoy ya son agua pasada. - P.C.