pamplona - “Me están destrozando la vida. Me la están haciendo polvo”. Habla Ángel del Brío González, de 37 años y que convive desde hace cinco con un martilleo constante en casa. “Bom, bom, bom, bom, bom...”, describe con gesto enajenado, y asegura que tan malas o incluso peores que el ruido son las vibraciones “bestiales” que se transmiten a los dormitorios de las plantas bajas.
No hace falta irse muy lejos para encontrar el origen de la ruidera. Está a escasos 20 metros de su casa, en la fábrica Estampaciones Mayo S.A., que trabaja con prensas y planchas metálicas en la parte trasera de la Avenida de Zugardia (calle Sanguín) de Mutilva. Ahí también viven Del Brío y una treintena de vecinos, algunos cuya fachada da a esa calle Sanguín, especialmente afectados. “Las dos cosas son incompatibles y esto no tiene solución. Es o la empresa o las casas”, explica Del Brío, de baja psicológica desde el verano pasado por esta circunstancia.
“Tengo una terraza a la que no he podido salir. No puedo abrir las ventanas aunque me esté asfixiando de calor. Y el fin de semana desaparezco y me voy yo solo al Pirineo porque no puedo estar ni con gente. Pierdes amistades, de todo...” cuenta desesperado. “Yo antes no era así”, dice.
Los vecinos llevan denunciando su situación desde agosto de 2011, casi inmediatamente después de entrar a vivir en sus nuevas casas. Han acudido al Defensor del Pueblo, al Ayuntamiento del Valle de Aranguren, a la Policía Local, a la Policía Foral y al Gobierno de Navarra a través de su Departamento de Medio Ambiente.
Cinco años después, siguen sin entender cómo el Ayuntamiento pudo conceder en su día las pertinentes licencias para levantar sus viviendas con una industria pesada tan cercana, sin ningún tipo de aislamiento acústico especial y cuando además ya había quejas previas de otros vecinos por hechos similares. Se remiten, cuenta Del Brío, a la Ley del Ruido de 2007, que establece la prohibición de construir en “zonas sensibles de ruido”. Y critican de igual modo la “nula” predisposición del Ayuntamiento para solucionar el problema, y cómo el Departamento de Medio Ambiente tuvo que coger el toro por los cuernos e iniciar el expediente ante la dejación del Consistorio. Para Del Brío, “la empresa hace lo que quiere y el Ayuntamiento lo permite”. Además, están cansados de que Ayuntamiento y Gobierno, y sus respectivos cuerpos policiales, se pasen la pelota de las competencias. Solo quieren vivir sin ruido.
la vía judicial Dice Del Brío que la empresa está denunciada por vía administrativa en el juzgado de Aoiz. La vista previa se celebrará en febrero. El Ayuntamiento, asegura, también está denunciado por vía administrativa. Y, recientemente, la empresa ha sido además denunciada por vía penal. “Medio Ambiente le impuso una sanción de 20.000 euros y una medida cautelar de cierre en horario nocturno que lleva en vigor desde septiembre. Eso tiene dos consecuencias negativas. Primero, que crea nuevos turnos el sábado y domingo para paliar la supresión de los turnos nocturnos. La otra es que siguen trabajando por la noche, y hay informes de Polícía Foral que así lo atestiguan. Esto es un delito de desobediencia y ya lo hemos tramitado por vía penal”, explica Del Brío, que detalla que ese expediente insta a la empresa a levantar un muro que aísle del ruido.
Por parte del Ayuntamiento, el alcalde del Valle de Aranguren Manolo Romero quiso aclarar ayer que los vecinos están en contacto directo con el Consistorio, que se trata de un “tema complejo urbanísticamente”, que han ofrecido a la empresa la posibilidad de estudiar una ubicación alternativa, asumiendo los costes del traslado, y que pusieron toda su documentación al servicio del Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Navarra, al que se adhirieron para que resolviera el conflicto que culminó con ese expediente sancionador a la empresa.
cerca de 30 sonometrías distintas
Cuadruplican los límites. Del Brío cifra en cerca de 30 las sonometrías realizadas por diferentes entes como “Policía Foral, empresas especializadas independientes y otras conjuntas por Policía Foral y el Departamento de Medio Ambiente”, mediciones que constatan el “reiterado incumplimiento de la empresa. En cualquier franja horaria la inmisión acústica legal”. Asegura que se cuadruplican los límites permitidos, y que el incumplimiento “es muy grave por superar en multitud de ocasiones los límites en más de cinco decibelios, llegando el caso de haber tenido hasta 17 decibelios más de lo permitido”, expone.