una de mis pasiones ocultas es dar paseos por los cementerios porque retratan cómo es una ciudad, sus vecinos e incluso su historia. Digo esto porque cuando cada cierto tiempo se suelta la noticia enlatada de las frases más célebres de un epitafio, una de las primeras que aparece siempre es la de Groucho Marx que viene a decir algo así como “Perdonen que no me levante”. Pero lo más curioso de todo es que a los días suele aparecer otra noticia, en ocasiones incluso en los mismos periódicos, que analiza el hecho de que la existencia de esta frase es una leyenda y que en realidad no aparece en la lápida del genial humorista. Si la frase existiera realmente me vendría al pelo porque serviría para expresar mi cansancio ante muchos de los temas de diario y los problemas que, a veces, creamos de la nada en los medios de comunicación. Por este motivo, una vez que ya esté bajo tierra, creo que ni me levantaría para discutirlos y mira que yo soy muy de debatir y escuchar. En estos días hemos visto una larga retahíla de noticias infladas, deformadas y exageradas hasta la nausea y que acaban existiendo únicamente en las tertulias matutinas, vespertinas y nocturnas de las televisiones (no nos dejan ni una hora tranquilos). Bien está hablar de los problemas de la ciudadanía, pero no crear problemas a la ciudadanía para tener de qué hablar. En eso nos perdemos muchas veces los periodistas: mirarnos una y otra vez el ombligo creyendo que nuestro tema es el centro del universo y, seguramente, no le interesa mas que al otro periodista que tenemos al lado, o al político, a veces compañeros en nuestro mundo. Buena muestra de estas situaciones ha sido la guerra interna del PSOE (algo consustancial a este partido), la protesta contra Felipe González y Cebrián (aunque sea una actitud fascista las ha habido desde hace décadas), la pelea de Alsasua, la abstención o no de los socialistas para que Rajoy salga de rositas de los casos de corrupción y de los salvajes recortes (así lo ha querido la población y los políticos de la izquierda) o si Iglesias saluda con el puño y Errejón con el signo de la victoria. Cada vez es más cierta la cúpula de cristal en la que viven en la carrera de San Jerónimo, aislados del mundanal ruido y sin que un Astral o un Calais les quite el sueño a ninguno. Hay días que agotan; perdonen que no me levante.
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